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El fiasco de la anulación – La aceptación de facto del divorcio y del segundo matrimonio de la secta del Vaticano II
▪ El dogma católico enseña que el matrimonio sacramental consumado es indisoluble.
▪ Una anulación es una declaración de una autoridad válida de la Iglesia de que un matrimonio nunca existió debido a un impedimento oculto o conocido.
▪ Las nulidades tradicionalmente eran otorgadas muy pocas veces, son difíciles de probar, y debe ser clara la evidencia de que no hubo matrimonio, cuando exista la duda se presume la validez del matrimonio.
▪ Algunos ejemplos de por qué la Iglesia concedería una anulación (una declaración de que el matrimonio nunca existió).
▪ Cuando se instaló la apostasía del Vaticano II, el dogma católico sobre la indisolubilidad del matrimonio fue arrasado con la explosión de las falsas anulaciones.
▪ Sólo se concedieron 338 anulaciones en 1968 en los EE.UU., cuando la enseñanza pre-Vaticano II sobre el matrimonio era sostenida aún por la mayoría; en cambio, ¡desde 1984 a 1994, la iglesia del Vaticano II en los EE.UU. concedió un poco menos de 59.000 al año!
▪ Vea las increíbles estadísticas sobre cómo se conceden las anulaciones en la secta del Vaticano II para casi todos los que la piden.
▪ Una revisión de algunos de los ridículos casos en que se dieron anulaciones por la secta del Vaticano II
▪ La secta del Vaticano II permite el divorcio y el segundo matrimonio; esto es un hecho.
▪ La secta del Vaticano II no hace nada para detener el fiasco de la falsa anulación o excomulgar a los prominentes miembros que viven en “segundos matrimonios” inválidos.
▪ La capitulación de la secta del Vaticano II sobre el tema del matrimonio ―la concesión de la anulación a cualquier persona que básicamente la pide― es una prueba de su culto al hombre, de no ser capaz de desagradar al hombre.
De acuerdo con el dogma católico, las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la indisolubilidad. Un matrimonio válidamente contraído y consumado es vinculante hasta que la muerte separe a los cónyuges. “No hay tal cosa como la anulación de un matrimonio sacramental consumado. La expresión se utiliza a veces incorrectamente para la declaración de nulidad de una unión presunta de ser un matrimonio, pero que en el examen se comprueba que no ha sido así”[2]. Es importante que entendamos que no existe tal cosa como “la anulación” de un matrimonio consumado, sino sólo es una declaración de nulidad de que cierta unión nunca fue un matrimonio desde un comienzo, si es que hay clara evidencia de que dicha unión en particular no fue contraída válidamente.
Teniendo esto en cuenta, es fácil ver por qué las “nulidades” (es decir, las declaraciones de que algunas uniones no fueron en realidad matrimonios desde un comienzo) tradicionalmente se daban en muy raras ocasiones. Tales casos son muy difíciles de probar, y si hay dudas acerca de si una unión en particular fue un matrimonio contraído válidamente, la Iglesia presupone la validez del matrimonio.
Un buen ejemplo de “nulidad”, que podría darse sobre bases sólidas, sería si una mujer contrajo “matrimonio” (no por culpa suya) con un hombre del que más tarde ella descubrió era un sacerdote válidamente ordenado. Puesto que los sacerdotes no pueden contraer matrimonio (canon 1972)[4], la unión entre este sacerdote y la mujer no fue un matrimonio válido. A ella se le daría un decreto de nulidad de que ella nunca se casó. Ella sería libre de casarse con otra persona.
Otro ejemplo evidente de “nulidad” sería si la persona con quien se “casó” resultó haber estado casado(a) antes, pero ocultó esta condición. Un ejemplo de épocas pasadas sería si una mujer se casó con un esclavo a quien ella realmente pensaba que era un hombre libre, pero no lo era. Se daría una declaración de nulidad, ya que ese error en particular acerca de la persona con quien se va a casar es tan grave que hace que el matrimonio sea nulo (canon 1083 §2)[5].
En todos estos casos, la razón debe ser grave y la evidencia debe ser clara de que nunca hubo un matrimonio válido. Es por eso que sólo se concedieron 338 anulaciones en 1968 en los EE.UU., cuando la enseñanza pre-Vaticano II sobre el matrimonio era sostenida aún por la mayoría.
Sin embargo, con la explosión de la apostasía post-Vaticano II, la enseñanza de la indisolubilidad del matrimonio se ha tirado por la ventana junto con los otros dogmas. Desde 1984 a 1994, la iglesia del Vaticano II en los EE.UU. concedió un poco menos de 59.000 anulaciones al año, ¡a pesar que el número de matrimonios católicos ha caído un tercio desde 1965![6]
¡Sólo en el 2002, la secta del Vaticano II concedió 50.000 anulaciones en los Estados Unidos![7] ¡Un asombroso 97% de todas las nulidades solicitadas se concedieron en los Estados Unidos! Esto significa que casi todos los que quieren una “anulación” de su matrimonio ¡la consiguen!
Esto significa que casi el 100% de las nulidades solicitadas son concedidas en el primer juicio, ¡con un porcentaje inferior a 0.5% de posibilidad de que tal anulación sea revocada en un segundo juicio! Este es un rechazo total de la indisolubilidad del matrimonio, en la realidad y en los hechos. Este fiasco de la anulación fue el tema del famoso libro de Sheila Rauch Kennedy, La fe destruida: La lucha de una mujer por detener a la Iglesia Católica de anular su matrimonio. Esta tolerancia del divorcio y segundas nupcias con el pretexto de anular matrimonios falsos ha destruido innumerables familias y se burla de la Iglesia Católica ante el mundo.
Las cosas están tan mal al respecto que, “En los boletines de la iglesia, en los periódicos católicos, e incluso en la prensa secular, hay anuncios de que las anulaciones están disponibles, a veces con la garantía de que les será concedida. ‘Algunos anuncios prometen prácticamente la anulación a todos los que la soliciten. Los esfuerzos de promoción [de las nulidades]… pueden suscitar respuestas de… cónyuges que sueñen con un matrimonio más conveniente, pero que no considerarían seriamente la separación y el divorcio si no fueran por las anulaciones que se las presentan como una alternativa conveniente y aceptable’”[9].
Básicamente cualquier pareja que quiera una declaración de que no están casados la puede conseguir. Las conceden para todo tipo de razones ridículas, como el alcoholismo, la incompatibilidad de personalidades, etc., etc., etc., ningunas de las cuales son motivos válidos. ¡El 11,68% de las anulaciones que se conceden hoy son a causa de “consentimiento defectuoso”, que implica que al menos una de las partes no tenía un conocimiento suficiente o la madurez como para saber qué compromiso se requiere en el matrimonio![10] En otras palabras, si después de algunos años de matrimonio la persona descubre que ya no le gusta más su esposa, él no estaba lo suficiente “maduro” o no sabía en qué se estaba metiendo cuando decidió intercambiar los votos perpetuos con esta persona. Esto es obviamente absurdo, completamente falso e indignante.
Las personas que piensan que son libres para contraer de nuevo matrimonio bajo dichos falsos y deshonestos fundamentos se engañan a sí mismos; se colocan en el camino de la condenación. Y la secta del Vaticano II los confirma en ese falso camino. Cuando las personas hacen los votos del matrimonio, éstos son hasta que la muerte los separe. Ellos quisieron los beneficios del matrimonio, ellos fueron quienes decidieron contraerlo. Las obligaciones que acompañan el matrimonio no parecían molestarles cuando hicieron uso de sus derechos matrimoniales. Es su culpa si, algún tiempo después, no les gustó la decisión que hicieron o no estaban preparados para ello. La capitulación de la secta del Vaticano II con respecto a este tema es una prueba más del culto al hombre, apaciguar al hombre a toda costa, aliviándolo de todas sus responsabilidades y contratos ante Dios porque ya no le son convenientes o ya no son de su gusto. Este abominable fiasco de anulación es uno de los aspectos más despreciables de la secta del Vaticano II.
Robert H. Vasoli, autor del libro Lo que Dios ha unido, estuvo válidamente casado durante 15 años cuando repentinamente se encontró demandado por la anulación de su matrimonio. Él escribe que el escándalo en las personas que conocen a los cónyuges generado por una anulación y que saben no es posible aprobar “es mínimo en comparación con el escándalo generado por el sistema de tribunales. El sistema en su conjunto es un escándalo”[11].
Los antipapas de la secta del Vaticano II no hacen nada para frenar este atropello o hacer cumplir la santidad del vínculo matrimonial. Esta burla del matrimonio, por la concesión de falsas anulaciones, continúa inexorablemente bajo su mando como la lava que se derrama fuera de un volcán en erupción.
Basados en estos hechos sorprendentes se puede realmente decir que la secta del Vaticano II permite el divorcio y las segundas nupcias, demostrando, una vez más, que no es la Iglesia Católica, sino una falsa secta de los últimos días. Observe cuán diferente actuaban los verdaderos papas cuando se enfrentaban a estos problemas.
Mientras la secta del Vaticano II niega la indisolubilidad del matrimonio, la Iglesia Católica y los verdaderos papas la han defendido a toda costa
En el año 995, el rey Roberto II de Francia repudió a su mujer Susana y se “casó” con Berta de Borgoña. A pesar de los problemas que pudieran haber surgido por oponerse al poderoso rey, el papa Gregorio V condenó la unión de Roberto con Berta como bígamo y le ordenó separarse de Berta o lo excomulgaría. Roberto envió un embajador a Roma con la esperanza de que el papa pudiera ceder, pero fue en vano:
En 1141, la hermana de la reina Leonor de Francia, Petronila, deseaba casarse con uno de los nobles más ricos y funcionario más poderoso de la corte, el senescal Raúl de Vermandois. El problema era que el senescal Raúl de Vermandois ya estaba casado con otra Leonor. Una comisión de tres obispos, sin duda influenciada por el rey Luis VI, pronunció la invalidez del matrimonio de Raúl con Leonor bajo el fundamento engañoso de consanguinidad. De inmediato se casó con Petronila. San Bernardo denunció la decisión de los obispos con palabras que se aplican sorprendentemente a la situación posterior al Vaticano II, con una diferencia crucial:
En este episodio vemos una sorprendente analogía con la situación actual. San Bernardo denuncia a los obispos por conceder una anulación falsa cuando no había motivos para hacerlo, y los condena por romper la unión del matrimonio cuando su deber era hacer que se mantuviera. Pero la diferencia es que San Bernardo vivía cuando había un verdadero papa, a diferencia de aquellos que viven en la actualidad. El verdadero papa, Inocencio III, sin demora respaldó a San Bernardo y excomulgó a los culpables y suspendió a los obispos. No hay nada como esto realizado por los antipapas de la secta del Vaticano II, por supuesto, porque ellos no son católicos y su secta aprueba el divorcio y las segundas nupcias bajo la cobertura de una anulación fácil y fraudulenta.
En 1193, el poderoso rey Felipe II de Francia anunció que buscaría una anulación un día después de casarse con la princesa Ingeborg. Los obispos franceses obedientemente concedieron una anulación a Felipe sin siquiera dar una audiencia a Ingeborg. Pero en 1195, el papa Celestino III revocó la anulación dada por los obispos franceses y exigió que Felipe volviera junto a Ingeborg, y además le advirtió que ningún futuro matrimonio sería reconocido por la Iglesia, mientras Ingeborg estuviera viva.
Quizás el caso más evidente que se debe mencionar al respecto es el del cisma anglicano. El cisma anglicano (siglo XVI) fue el resultado de la negativa de la Iglesia Católica a conceder al rey Enrique VIII de Inglaterra la anulación de su matrimonio válido con Catalina de Aragón. El rey Enrique VIII quería que fuera considerado nulo porque deseaba casarse con Ana Bolena (de quien algunos eruditos sugieren que en realidad era su hija ilegítima)[15], por lo que Enrique se separó de Catalina y se casó inválidamente con Ana Bolena. El 11 de julio de 1533, el papa Clemente VII excomulgó a Enrique VIII y ordenó a todos sus súbditos a evitarlo por haberse separado de Catalina y “casarse” sacrílega e inválidamente con Ana. Al año siguiente (1534), el rey Enrique VIII se declaró jefe de la Iglesia en Inglaterra. Negó que el papa tuviera jurisdicción suprema sobre la Iglesia universal, negando la autoridad del papa sobre la Iglesia en Inglaterra. Declaró su matrimonio con Catalina inválido, y su matrimonio con Ana válido.
Si los papas hubieran concedido simplemente la anulación que quería Enrique VIII sobre la base de “consentimiento defectuoso” o incompatibilidad psicológica o alguna otra razón falsa, como en la secta del Vaticano II se suele hacer, el cisma anglicano se habría evitado. Pero no, la verdad y la santidad del vínculo matrimonial tuvo que ser defendida a toda costa, incluso si eso significaba que el rey pusiera a todo un país bajo el cisma. Esa es la diferencia entre la Iglesia Católica y la secta del Vaticano II, una es católica y la otra no lo es.
Notas:
[2] Donald Attwater, A Catholic Dictionary, ed. ing., Tan Books, 1997, p. 23.
[3] The 1917 Pio‐Benedictine Code of Canon Law, traducido al inglés por el Dr. Edward Von Peters, San Francisco, CA: Ignatius Press, 2001, p. 352.
[4] The 1917 Pio-Benedictine Code of Canon Law, p. 369.
[5] The 1917 Pio-Benedictine Code of Canon Law, p. 373.
[6] P. Leonard Kennedy, Catholic Insight, “The Annulment Crisis in the Church”, edición del marzo de 1999, http://catholicinsight.com/online/church/divorce/c_annul.shtml
[7] http://www.townhall.com/opinion/columns/patbuchanan/2002/12/11/165161.html
[8] P. Leonard Kennedy, Catholic Insight, “The Annulment Crisis in the Church”, marzo de 1999, http://catholicinsight.com/online/church/divorce/c_annul.shtml
[9] P. Leonard Kennedy, Catholic Insight, “The Annulment Crisis in the Church”, marzo de 1999, http://catholicinsight.com/online/church/divorce/c_annul.shtml
[10] P. Leonard Kennedy, Catholic Insight, “The Annulment Crisis in the Church”, marzo de 1999, http://catholicinsight.com/online/church/divorce/c_annul.shtml
[11] Citado por el P. Leonard Kennedy, Catholic Insight, “The Annulment Crisis in the Church”, marzo de 1999, http://catholicinsight.com/online/church/divorce/c_annul.shtml
[12] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 2 (The Building of Christendom), Front Royal, VA: Christendom Press, 1987, pp. 437-438.
[13] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), p. 55.
[14] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), pp. 141-142.
[15] Rev. Dr. Nicholas Sander, The Rise and Growth of the Anglican Schism, Tan Books, 1988, pp. 96-100.
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