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La teoría del bautismo de sangre – una tradición del hombre
Un pequeño número de los Padres – aproximadamente 8 de un total de cientos – son citados a favor del llamado “bautismo de sangre”: la idea de que el catecúmeno, es decir, quien se prepara para recibir el bautismo católico, que derrama su sangre por Cristo puede salvarse sin haber recibido el sacramento del bautismo. Es fundamental tener primero en cuenta de que ninguno de los Padres consideraba a nadie más que a un catecúmeno como la posible excepción a la recepción del sacramento del bautismo: todos ellos condenarían y rechazarían como herética y ajena a la enseñanza de Cristo la herejía moderna de la “ignorancia invencible”, que salva a los que mueren en las otras religiones. Por lo tanto, de todos los Padres, sólo unos 8 se citan a favor del bautismo de sangre para los catecúmenos.
Y, sólo un Padre de cientos, San Agustín, puede citarse enseñando de la manera más clara lo que hoy se llama “bautismo de deseo”: la idea de que un catecúmeno pueda salvarse por su deseo explícito por el bautismo en agua. Esto significa que todos, de los pocos Padres que creían en el bautismo de sangre, excepto San Agustín, rechazaron el concepto del bautismo de deseo. Por ejemplo, tomemos a San Cirilo de Jerusalén.
Aquí vemos que San Cirilo de Jerusalén creía en el bautismo de sangre pero rechazaba el bautismo de deseo. San Fulgencio expresó lo mismo.
Aquí vemos que San Fulgencio creía en el bautismo de sangre, pero rechazaba la idea del bautismo de deseo. Y lo irónico y particularmente deshonesto es que los apologistas del bautismo de deseo (como los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X) citan estos textos patrísticos (como los dos anteriores) en sus libros escritos para probar el bautismo de deseo, sin señalar a sus lectores que estos pasajes realmente niegan el bautismo de deseo, porque podemos ver que San Fulgencio, mientras expresa la creencia en el bautismo de sangre, rechaza el bautismo de deseo, permitiendo sólo a los mártires como una posible excepción de recibir el bautismo. (¿Qué diría San Fulgencio acerca de la versión moderna de la herejía del bautismo de deseo, también enseñada por los sacerdotes de la FSSPX, SSPV, CMRI, etc. por el cual los judíos, los musulmanes, los hindúes y los paganos pueden salvarse sin el bautismo?).
Podemos ver que San Fulgencio hubiera condenado severamente – como todos los otros Padres – a los herejes modernos que sostienen que pueden salvarse los que mueren como no católicos.
Pero lo más interesante de esto es que en el mismo documento en el que San Fulgencio expresa su error sobre el bautismo de sangre (ya citado), él comete un error diferente y significativo.
Por lo tanto, San Fulgencio demuestra que su opinión en favor del bautismo de sangre es bastante falible al cometer un error diferente en el mismo documento. Es muy notable, de hecho, que en casi todos los casos, cuando un Padre de la Iglesia u otra persona expresa su error sobre el bautismo de sangre o el bautismo de deseo, ese mismo Padre o esa misma persona comete, como veremos, otro error significativo en su misma obra.
También es importante señalar que algunos de los Padres utilizan el término “bautismo de sangre” para describir el martirio católico de quien ya está bautizado, no como un posible reemplazo para el bautismo en agua. Este es el único uso legítimo del término.
San Juan describe aquí el martirio del sacerdote San Luciano, una persona ya bautizada. Él no está diciendo que el martirio reemplaza el bautismo. San Juan Damasceno lo describe de la misma manera:
Esto es importante porque muchos estudiosos deshonestos de hoy (como los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X) distorsionan la enseñanza en este punto; ellos citan un pasaje sobre el bautismo de sangre donde San Juan simplemente habla del bautismo de sangre como un martirio católico para aquel que ya ha sido bautizado, y ellos lo presentan como si estuviera enseñando que el martirio puede reemplazar el bautismo – cuando tal cosa no es declarada en ninguna parte –.
Algunos pueden preguntarse por qué fue utilizado el término bautismo de sangre. Creo que la razón del uso del término “bautismo de sangre” por algunos de los Padres era porque nuestro Señor describe su Pasión como un bautismo en Marcos 10, 38-39.
Vemos en el pasaje mencionado, que nuestro Señor, si bien ya había sido bautizado por San Juan en el Jordán, se refiere a otro bautismo que Él ha de recibir. Éste es su martirio en la cruz, y no un sustituto del bautismo de agua. Es su “segundo bautismo”, si se quiere, no el primero. Por lo tanto, nuestro Señor describe el bautismo de sangre de la misma forma como lo hace San Juan Damasceno, esto es, no significa un sustituto del bautismo de una persona no bautizada, sino más bien un martirio católico, que remite toda la culpa y el castigo por el pecado.
El término bautismo se utiliza en una variedad de maneras en las Escrituras y por los Padres de la Iglesia. Los bautismos: de agua, de sangre, del espíritu, de Moisés y de fuego son todos términos que han sido implementados por los Padres de la Iglesia para caracterizar ciertas cosas, pero no necesariamente para describir que un mártir no bautizado puede alcanzar la salvación. Léase el versículo de la Escritura que dice cómo el término bautismo era usado por los antepasados del Antiguo Testamento:
Creo que esto explica el por qué un número de los Padres erraron al creer que el bautismo de sangre suplía el bautismo de agua. Ellos reconocían que nuestro Señor se refería a su propio martirio como un bautismo, y ellos concluyeron erróneamente que el martirio por la verdadera fe podía servir como un sustituto de renacer del agua y del Espíritu Santo. Pero la realidad es que no hay excepciones en las palabras de nuestro Señor en Juan 3, 5, como la enseñanza infalible de la Iglesia católica lo confirma. Toda persona de buena voluntad que esté dispuesta a derramar su sangre por la verdadera fe no será privada de estas aguas que salvan. No es nuestra sangre, sino la sangre de Cristo en la Cruz, que se nos ha comunicado en el sacramento del bautismo, la que nos libera del estado de pecado y nos permite entrar en el reino de los cielos (más sobre esto más adelante).
Resumiendo los hechos sobre el bautismo de sangre
Como ya se ha dicho, la teoría de bautismo de sangre nunca ha sido enseñada por un Papa, ni por un Concilio ni en ninguna encíclica papal. Al menos 5 concilios dogmáticos de la Iglesia católica emitieron definiciones detalladas sobre el bautismo, y ni uno de ellos menciona el concepto o el término bautismo de sangre. El Concilio de Trento tiene 14 cánones sobre el bautismo, y el bautismo de sangre no se menciona en ninguna parte. Y, de hecho, todas las declaraciones infalibles de los Papas y de los concilios excluyen la idea.
¡El Papa Eugenio IV excluye explícitamente de la salvación incluso a aquellos que “derramen su sangre por el nombre de Cristo” si no permanecieren en el seno y unidad de la Iglesia! ¡Y, como ya se ha demostrado, los no bautizados no viven en el seno y unidad de la Iglesia (de fide)! Los no bautizados no están bajo la jurisdicción de la Iglesia católica (de fide, Concilio de Trento, sesión 14, cap. 2)[11]; los no bautizados no son miembros de la Iglesia católica (de fide, Pío XII, Mystici Corporis,# 22)[12]; y los no bautizados no tienen la marca de cristianos (de fide, Pío XII, Mediator Dei,# 57)[13].
Si el “bautismo de sangre” verdaderamente sirviera como sustituto para el sacramento del bautismo, Dios nunca habría permitido que la Iglesia católica entendiera en sus decretos infalibles a Juan 3, 5 como según está escrito (Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Exultate Deo”, 22 de noviembre de 1439, etc.). Esto es cierto porque la Iglesia no puede errar en la comprensión oficial de las Escrituras.
Además, Dios no hubiera permitido que el infalible Concilio de Trento dejase pasar completamente alguna mención de esta “excepción” en sus cánones sobre el bautismo y en sus capítulos sobre la justificación como forma alternativa de alcanzar el estado de gracia. Él nunca hubiera permitido que todas las definiciones infalibles de los Papas sobre un solo bautismo evitaran alguna mención del “bautismo de sangre”.
Y Dios no habría permitido que el Papa Eugenio IV definiese que nadie, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse si no se hallare en el seno y unidad de la Iglesia católica, sin que mencionase la excepción del “bautismo de sangre”. Dios nunca ha permitido que se enseñe la teoría del bautismo de sangre en un concilio, ni por un Papa, ni en un decreto infalible, salvo los teólogos falibles y los falibles Padres de la Iglesia. Todo esto se debe a que el bautismo de sangre no es una enseñanza de la Iglesia católica, sino una especulación errónea de ciertos Padres que también erraban a menudo en sus mismos documentos.
Notas:
[1] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 1: 811.
[2] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 3: 2269.
[3] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 3: 2251a.
[4] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 3: 2275.
[5] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 3: 2271.
[6] Denzinger 1526.
[7] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2: 1139.
[8] Barlam and Josaphat, Woodward & Heineman, trans., pp. 169‐171.
[9] Denzinger 714.
[10] Denzinger 714.
[11] Denzinger 895; Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 2, p. 704.
[12] Denzinger 2286.
[13] The Papal Encyclicals, vol. 4 (1939‐1958), p. 127.
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