
La única dificultad en la discusión de las herejías de Juan Pablo II es decidirse por dónde empezar. Sus herejías son tan numerosas que uno se queda casi abrumado al decidir por dónde partir. Un buen punto de inicio es su constante enseñanza sobre la salvación universal. La idea de que todos los hombres se salvan es contraria a las claras palabras del Evangelio y a numerosos dogmas católicos, especialmente a los referentes a los dogmas de fuera de la Iglesia Católica no hay salvación y que todos los que mueren en pecado original o mortal no se pueden salvar.
Papa Gregorio X, Segundo Concilio de Lyon, ex cathedra: “Las almas de aquellos que mueren en pecado mortal o con solo el original, descienden inmediatamente al infierno, para ser castigados, aunque con penas desiguales”[1].
Sin embargo, Juan Pablo II sostuvo y enseñó que en la encarnación, el Hijo de Dios se unió con cada hombre en una unión inquebrantable, lo que hace imposible, según él, que alguien vaya al infierno. Juan Pablo II enseñó explícitamente que esta unión entre Cristo y cada hombre dura eternamente.
Juan Pablo II, Redemptor hominis, # 13, 4 de marzo de 1979: “Se trata de ‘cada’ hombre, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la redención y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre, por medio de este misterio”[2].
Juan Pablo II, Redemptoris missio, # 4, 7 de diciembre de 1990: “En el hecho de la redención está la salvación de todos, ‘porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la redención y con cada uno Cristo se ha unido, para siempre, por medio de este misterio’”[3].
Juan Pablo II, Centecimus annus, # 53, 1991: “No se trata del hombre abstracto, sino del hombre real, concreto e histórico: se trata de cada hombre, porque a cada uno llega el misterio de la redención, y con cada uno se ha unido Cristo para siempre a través de este misterio”[4].
Nótese la palabra “para siempre” en las tres citas. Sí, en tres diferentes encíclicas, Juan Pablo II afirma sin rodeos que cada hombre se une con Cristo para siempre. Esto significa que todos los hombres se salvan. El infierno es la separación eterna de Dios, pero nadie se separa nunca de Dios según Juan Pablo II. Todos están unidos con Dios para siempre. Esto es la salvación universal.
Hay muchas otras citas que se podrían presentar para demostrar que Juan Pablo II enseñó que todos los hombres se salvan. Por ejemplo, en 1985, Juan Pablo II explicó cómo la sangre redentora de Cristo no está sólo disponible para todos (lo que es cierto), sino que en realidad llega a todos y salva a todos.
Juan Pablo II, homilía, 6 de junio de 1985: “La eucaristía es el sacramento de la alianza del cuerpo y sangre de Cristo, de la alianza que es eterna. Esta es la alianza que incluye a todos. Esta sangre llega a todos y a todos salva”[5].
En contraste a esto, la enseñanza dogmática de la Iglesia Católica afirma que la sangre de Cristo no llega ni salva a todos.
Papa Paulo III, Concilio de Trento, sesión, 6, ex cathedra: “Mas, aun cuando Él murió por todos [2 Cor. 5, 15], no todos, sin embargo, reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunica el mérito de su pasión”[6].
Sólo aquellos que son liberados del pecado original por el bautismo, y unidos a Él por los sacramentos y la verdadera fe, reciben los beneficios de la muerte de Cristo.
Juan Pablo II, homilía, 27 de abril de 1980: “… Jesús nos hace, en sí mismo, una vez más hijos de su Padre eterno. Él obtiene, de una vez por todas, la salvación del hombre: de cada hombre y de todos…”[7].
Juan Pablo II, audiencia general, 27 de diciembre de 1978: “Jesús es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad hecho hombre, y por lo tanto, en Jesús, la naturaleza humana y la humanidad toda es redimida, salvada, ennoblecida en la medida de la participación en la ‘vida divina’ por medio de la gracia”[8].
Aquí Juan Pablo II explica que toda la humanidad ha sido salvada y participa de la vida divina. La frase “participación en la vida divina” se refiere al estado de justificación o estado de gracia santificante. Al decir que toda la humanidad participa en la vida divina, ¡Juan Pablo II está diciendo que toda la humanidad está en estado de gracia! Esto significa que nadie está en pecado mortal o pecado original.
Con una doctrina como esta, ¿quién no sería amado por el mundo? Juan Pablo II apeló a las masas y fue amado por las masas, porque él aceptaba la religión de todos y enseñaba que todo el mundo estaba unido con Cristo sin importar en qué creyera o hiciera. Este es el indiferentismo religioso que caracterizó su antipontificado.
Es cierto. Y además, como siempre, muy claros los argumentos y las fuentes para confirmación y consulta. En esta ocasión, me vino a la mente el texto del Libro El...
Juan Santiago Molinelli Torres 2 semanasLeer más...