Mensaje de Benedicto XVI del 30 de noviembre de 2010 al Patriarca “Ortodoxo” Bartolomé I, “Arzobispo” de Constantinopla:
“A Su Santidad Bartolomé I Arzobispo de Constantinopla Patriarca ecuménico
Es con gran alegría dirigirle [este mensaje], (…) para desearle a Vuestra Santidad y a los miembros del Santo Sínodo, al clero, a los monjes y a todos los fieles una abundancia de dones celestiales y de bendiciones divinas (…) ya hemos unido nuestros esfuerzos por un testimonio común del Evangelio ante a los pueblos de nuestro tiempo. Por este motivo, quiero expresar mi sincera gratitud a Vuestra Santidad y al p atriarcado ecuménico (…) Su Santidad, estoy siguiendo con atención sus sabios esfuerzos por el bien de la o rtodoxia y por la promoción de los valores cristianos en muchos contextos internacionales. Asegurándole, en esta fiesta de S an Andrés Apóstol, el recuerdo en mis oraciones, renuevo mis mejores deseos de paz, de bienestar y de abundantes bendiciones espirituales para usted y para todos los fieles. Con sentimientos de estima y de cercanía espiritual, le extiendo un abrazo fraterno en el nombre de nuestro único Señor Jesucristo”[1].
En este mensaje, Benedicto XVI llama repetidamente “Santidad” al líder cismático . Llamar “Santidad” a un líder de una iglesia cismática , y “santo” a su sínodo cismático , significa ser hereje y cismático. Benedicto XVI habla de un “testimonio común” con los cismáticos. A continuación, Benedicto XVI pronuncia la increíble herejía de elogiar al cismático por sus “sabios esfuerzos por el bien de la o rtodoxia”. ¡Benedicto XVI está claramente elogiando al cismático por sus esfuerzos de propagar su religión cismática! Él t ermina su mensaje cismático declarando que desea bendiciones espirituales al líder cismático no católico. Benedicto XVI llama “fieles” a los miembros de la iglesia cismáticas “ortodoxa”. Benedicto XVI además declara que “estima” al líder cismático y que tiene una cercanía espiritual con él.
Discurso de Benedicto XVI al Presidente de la Federación Luterana Mundial, 16 de diciembre de 2010:
“Querido monseñor Younan, queridos amigos luteranos,
Me complace saludar a los representantes de la Federación Luterana Mundial por ocasión de vuestra visita oficial a Roma. Le o frezco mis mejores deseos al obispo Munib Younan y al reverendo Martín Junge en sus respectivas elecciones como Presidente y Secretario General, junto con mis oraciones para su perí odo de servicio. (…) El año pasado estuvo marcado por el décimo aniversario de la firma para la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, lo que ha demostrado ser un paso significativo en el difícil camino hacia el restablecimiento de la plena unidad entre los cristianos y un estímulo para promover la discusión ecuménica. (…) Es mi esperanza que estas actividades ecuménicas proporcionen nuevas oportunidades para católicos y luteranos de crecer más en sus vidas, en sus testimonios del Evangelio, y en sus esfuerzos para llevar la luz de Cristo a todas las dimensiones de la sociedad. En estos días de jubilosa preparación para la celebración de la Navidad, confiemos mutuamente en nuestra búsqueda común por la unidad cristiana en el Señor, quien es la verdadera novedad que supera todas nuestras expectativas humanas. ¡Que la paz y la alegría de esta temporada navideña sea con todos vosotros!”[2].
Benedicto XVI le llama “monseñor” y “reverendo” a los líderes luteranos. Benedicto XVI además les dice a los líderes luteranos que él ofrecerá sus “oraciones para su perí odo de servicio”. Esto significa que Benedicto XVI está alentando a los laicos heréticos [luteranos] que continúen en su servicio de liderazgo en una iglesia falsa. Benedicto XVI dice que los luteranos dan “testimonios del Evangelio” y llevan la luz de Cristo a la sociedad. ¡Qué apóstata!
Reflexión de Benedicto XVI, 1 de enero de 2011:
“Hoy en día somos testigos de dos tendencias opuestas, dos extremos, ambos negativos: por una parte el laicismo, que a menudo solapadamente margina a la religión para confinarla a la esfera privada; y por otra, el fundamentalismo que, por el contrario, quiere imponerse a todos con la fuerza. (…) Donde se reconoce de forma efectiva la libertad religiosa, se respeta en su raíz la dignidad de la persona, (…) Por esto la libertad religiosa es el camino privilegiado para construir la paz. (…) Queridos hermanos y hermanas, en mi Mensaje para la Jornada de la P az tuve la oportunidad de enfatizar que las grandes religiones pueden constituir un factor importante de unidad y de paz para la familia humana, y recordé, al respecto, que en este año 2011 se celebrará el 25° aniversario de la Jornada M undial de O ración por la P az que el venerable Juan Pablo II convocó en Asís en 1986. Por esto, el próximo mes de octubre, iré en peregrinación a la ciudad de S an Francisco, invitando a unirse a este camino a mis hermanos cristianos de las distintas confesiones, a los representantes de las tradiciones religiosas del mundo a unirse a esta peregrinación, y de forma ideal, a todos los hombres de buena voluntad, con el fin de recordar ese gesto histórico querido por mi predecesor y renovar solemnemente el compromiso de los creyentes de todas las religiones de vivir la propia fe religiosa como un servicio a la causa de la paz. Quien está en camino hacia Dios no puede menos que transmitir paz; quien construye paz no puede menos que acercarse a Dios. Os invito a acompañar esta iniciativa desde ahora con vuestra oración. En este contexto deseo saludar y animar a cuantos, desde ayer por la noche y durante la jornada de hoy en toda la Iglesia, rezan por la paz y por la libertad religiosa”[3].
Benedicto XVI declara que “las grandes religiones pueden constituir un factor importante de unidad y de paz para la familia humana”. Esto es apostasía. Él luego anuncia que en octubre de 2011 convocará una reunión de oración con miembros de otras religiones falsas. Este tipo de reunión de oración fue condenado como apostasía por el Papa Pío XI en su encíclica Mortalium animos, del 6 de enero de 1928. Benedicto XVI dice que los líderes de las diferentes religiones son “hombres de buena voluntad”. A continuación declara que la reunión en octubre tendrá por objetivo “ renovar solemnemente el compromiso de los creyentes de todas las religiones de vivir la propia fe religiosa”. Benedicto XVI dice que una de las razones principales del encuentro de Asís será con el fin que los pueblos vivan su fe no católica. Esto es absoluta y total apostasía. Luego Benedicto XVI declara que los miembros de distintas religiones, al vivir sus propias creencias, están “en camino hacia Dios”. Esto claramente significa que él cree que los pueblos se salvará n si practican sus religiones falsas. Luego él anima a los pueblos a rezar por la herejía de la libertad religiosa, condenada tantas veces por el magisterio eclesiástico.
Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz, titulado “La libertad religiosa, el camino para la paz”, 8 de diciembre de 2010:
“La libertad religiosa expresa lo que es único de la persona humana, puesto que nos permite dirigir nuestra vida personal y social a Dios, a cuya luz se comprende plenamente la identidad, el sentido y el fin de la persona. Negar o limitar de manera arbitraria esa libertad, significa cultivar una visión reductiva de la persona humana, oscurecer el papel público de la religión; significa generar una sociedad injusta, que no se ajusta a la verdadera naturaleza de la persona humana; significa hacer imposible la afirmación de una paz auténtica y estable para toda la familia humana. Por tanto, exhorto a los hombres y mujeres de buena voluntad a renovar su compromiso por la construcción de un mundo en el que todos puedan profesar libremente su religión o su fe, y vivir su amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente (cf. Mt 22, 37). Éste es el sentimiento que inspira y guía el Mensaje para la XLIV Jornada Mundial de la Paz, dedicado al tema: La libertad religiosa, camino para la paz. (…) La dignidad trascendente de la persona es un valor esencial de la sabiduría judeo-cristiana, la cual, gracias a la razón, puede ser reconocida por todos. Esta dignidad, entendida como capacidad de trascender la propia materialidad y buscar la verdad, ha de ser reconocida como un bien universal, indispensable para la construcción de una sociedad orientada a la realización y plenitud del hombre. El respeto de los elementos esenciales de la dignidad del hombre, como el derecho a la vida y a la libertad religiosa, es una condición para la legitimidad moral de toda norma social y jurídica. (…) Se puede decir que, entre los derechos y libertades fundamentales enraizadas en la dignidad de la persona, la libertad religiosa goza de un estatuto especial. Cuando se reconoce la libertad religiosa, la dignidad de la persona humana se respeta en su raíz, y se refuerzan el ethos y las instituciones de los pueblos. Y viceversa, cuando se niega la libertad religiosa, cuando se intenta impedir la profesión de la propia fe o religión y vivir conforme a ellas, se ofende la dignidad humana, a la vez que se amenaza la justicia y la paz, que se fundan en el recto orden social construido a la luz de la Suma Verdad y el Sumo Bien. La libertad religiosa significa también, en este sentido, una conquista de progreso político y jurídico. Es un bien esencial: toda persona ha de poder ejercer libremente el derecho a profesar y manifestar, individualmente o comunitariamente, la propia religión o fe, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, las publicaciones, el culto o la observancia de los ritos. No debería haber obstáculos si quisiera adherirse eventualmente a otra religión, o no profesar ninguna. En este ámbito, el ordenamiento internacional resulta emblemático y es una referencia esencial para los Estados, ya que no consiente ninguna derogación de la libertad religiosa, salvo la legítima exigencia del justo orden público. El ordenamiento internacional, por tanto, reconoce a los derechos de naturaleza religiosa el mismo status que el derecho a la vida y a la libertad personal, como prueba de su pertenencia al núcleo esencial de los derechos del hombre, de los derechos universales y naturales que la ley humana jamás puede negar. La libertad religiosa no es patrimonio exclusivo de los creyentes, sino de toda la familia de los pueblos de la tierra. Es un elemento imprescindible de un Estado de derecho; no se puede negar sin dañar al mismo tiempo los demás derechos y libertades fundamentales, pues es su síntesis y su cumbre. Es un «indicador para verificar el respeto de todos los demás derechos humanos». (…) Es innegable la aportación que las comunidades religiosas dan a la sociedad. Son muchas las instituciones caritativas y culturales que dan testimonio del papel constructivo de los creyentes en la vida social. Más importante aún es la contribución ética de la religión en el ámbito político. No se la debería marginar o prohibir, sino considerarla como una aportación válida para la promoción del bien común. En esta perspectiva, hay que mencionar la dimensión religiosa de la cultura, que a lo largo de los siglos se ha forjado gracias a la contribución social y, sobre todo, ética de la religión. Esa dimensión no constituye de ninguna manera una discriminación para los que no participan de la creencia, sino que más bien refuerza la cohesión social, la integración y la solidaridad. (…) la religión es una fuerza positiva y promotora de la construcción de la sociedad civil y política. ¿Cómo negar la aportación de las grandes religiones del mundo al desarrollo de la civilización? La búsqueda sincera de Dios ha llevado a un mayor respeto de la dignidad del hombre. Las comunidades cristianas, con su patrimonio de valores y principios, han contribuido mucho a que las personas y los pueblos hayan tomado conciencia de su propia identidad y dignidad, (…) No se ha de olvidar que el fundamentalismo religioso y el laicismo son formas extremas de rechazo del legítimo pluralismo y del principio de laicidad. En efecto, ambos absolutizan una visión reductiva y parcial de la persona humana, favoreciendo, en el primer caso, formas de integrismo religioso y, en el segundo, de racionalismo. La sociedad que quiere imponer o, al contrario, negar la religión con la violencia, es injusta con la persona y con Dios, pero también consigo misma. Dios llama a sí a la humanidad con un designio de amor que, implicando a toda la persona en su dimensión natural y espiritual, reclama una correspondencia en términos de libertad y responsabilidad, con todo el corazón y el propio ser, individual y comunitario. Por tanto, también la sociedad, en cuanto expresión de la persona y del conjunto de sus dimensiones constitutivas, debe vivir y organizarse de tal manera que favorezca la apertura a la trascendencia. Por eso, las leyes y las instituciones de una sociedad no se pueden configurar ignorando la dimensión religiosa de los ciudadanos, o de manera que prescinda totalmente de ella. A través de la acción democrática de ciudadanos conscientes de su alta vocación, se han de conmensurar con el ser de la persona, para poder secundarlo en su dimensión religiosa. Al no ser ésta una creación del Estado, no puede ser manipulada, sino que más bien debe reconocerla y respetarla. El ordenamiento jurídico en todos los niveles, nacional e internacional, cuando consiente o tolera el fanatismo religioso o antirreligioso, no cumple con su misión, que consiste en la tutela y promoción de la justicia y el derecho de cada uno. Éstas últimas no pueden quedar al arbitrio del legislador o de la mayoría porque, como ya enseñaba Cicerón, la justicia consiste en algo más que un mero acto productor de la ley y su aplicación. Implica el reconocimiento de la dignidad de cada uno, la cual, sin libertad religiosa garantizada y vivida en su esencia, resulta mutilada y vejada, expuesta al peligro de caer en el predominio de los ídolos, de bienes relativos transformados en absolutos. Todo esto expone a la sociedad al riesgo de totalitarismos políticos e ideológicos, que enfatizan el poder público, mientras se menoscaba y coarta la libertad de conciencia, de pensamiento y de religión, como si fueran rivales. (…) En un mundo globalizado, caracterizado por sociedades cada vez más multiétnicas y multiconfesionales, las grandes religiones pueden constituir un importante factor de unidad y de paz para la familia humana. Sobre la base de las respectivas convicciones religiosas y de la búsqueda racional del bien común, sus seguidores están llamados a vivir con responsabilidad su propio compromiso en un contexto de libertad religiosa. (…) Los líderes de las grandes religiones, por su papel, su influencia y su autoridad en las propias comunidades, son los primeros en ser llamados a vivir en el respeto recíproco y en el diálogo. (…) El diálogo entre los seguidores de las diferentes religiones constituye para la Iglesia un instrumento importante para colaborar con todas las comunidades religiosas al bien común. La Iglesia no rechaza nada de lo que en las diversas religiones es verdadero y santo. «Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas…». (…) En el año 2011 se cumplirá el 25 aniversario de la Jornada mundial de oración por la paz, que fue convocada en Asís por el Venerable Juan Pablo II, en 1986. En dicha ocasión, los líderes de las grandes religiones del mundo testimoniaron que las religiones son un factor de unión y de paz, no de división y de conflicto. El recuerdo de aquella experiencia es un motivo de esperanza en un futuro en el que todos los creyentes se sientan y sean auténticos trabajadores por la justicia y la paz. (…) A pesar de las enseñanzas de la historia y el esfuerzo de los Estados, las Organizaciones internacionales a nivel mundial y local, de las Organizaciones no gubernamentales y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que cada día se esfuerzan por tutelar los derechos y libertades fundamentales, se siguen constatando en el mundo persecuciones, discriminaciones, actos de violencia y de intolerancia por motivos religiosos. Particularmente en Asia y África, las víctimas son principalmente miembros de las minorías religiosas, a los que se les impide profesar libremente o cambiar la propia religión a través de la intimidación y la violación de los derechos, de las libertades fundamentales y de los bienes esenciales, llegando incluso a la privación de la libertad personal o de la misma vida. Como ya he afirmado, se dan también formas más sofisticadas de hostilidad contra la religión, que en los p aíses occidentales se expresan a veces renegando de la historia y de los símbolos religiosos, en los que se reflejan la identidad y la cultura de la mayoría de los ciudadanos. Son formas que fomentan a menudo el odio y el prejuicio, y no coinciden con una visión serena y equilibrada del pluralismo y la laicidad de las instituciones, además del riesgo para las nuevas generaciones de perder el contacto con el precioso patrimonio espiritual de sus p aíses. La defensa de la religión pasa a través de la defensa de los derechos y de las libertades de las comunidades religiosas. Que los líderes de las grandes religiones del mundo y los responsables de las naciones, renueven el compromiso por la promoción y tutela de la libertad religiosa, en particular, por la defensa de las minorías religiosas, que no constituyen una amenaza contra la identidad de la mayoría, sino que, por el contrario, son una oportunidad para el diálogo y el recíproco enriquecimiento cultural. (…) La libertad religiosa es un arma auténtica de la paz, con una misión histórica y profética. En efecto, ella valoriza y hace fructificar las más profundas cualidades y potencialidades de la persona humana, capaces de cambiar y mejorar el mundo. Ella permite alimentar la esperanza en un futuro de justicia y paz, también ante las graves injusticias y miserias materiales y morales. ¡Que todos los hombres y las sociedades, en todos los ámbitos y ángulos de la Tierra, puedan experimentar pronto la libertad religiosa, camino para la paz!”[4]
El mensaje de Benedicto XVI con toda razón debe ser llamado: La libertad religiosa, camino a la apostasía. Una y otra vez él promueve la condenada doctrina de la libertad religiosa. Benedicto XVI promueve que las falsas religiones deben tener derecho a propagar públicamente sus falsas religiones y que esto debe ser garantizado en toda norma social y jurídica [leyes del estado]. Esta herejía ha sido condenada muchísimas veces por la autoridad magisterial del Romano Pontífice. Nótese con qué frecuencia habla de los derechos y grandes valores de las religiones. Esto significa que él elogia y promueve toda “religión” en la tierra (no solo la verdadera religión católica). Por eso es que Juan Pablo II invitó a los representantes de numerosas falsas religiones (incluyendo el vudú) a su encuentro de oración en Asís. Como vemos, Benedicto XVI ha anunciado recientemente que él tendrá su propio encuentro de oración en Asís en octubre de 2011. Benedicto XVI además dice que la herejía condenada de la libertad religiosa “no es patrimonio exclusivo de los creyentes”, y que no se la puede negar sin dañar al mismo tiempo todos los otros derechos. Esta es una herejía escandalosa.
Discurso de Benedicto XVI, Homilía, 1 de enero de 2011:
“En mi Mensaje para la Jornada de hoy, que lleva por título «Libertad religiosa, camino para la paz» he querido recordar que: «El mundo tiene necesidad de Dios. Tiene necesidad de valores éticos y espirituales, universales y compartidos, y la religión puede contribuir de manera preciosa a su búsqueda, para la construcción de un orden social e internacional justo y pacífico»”[5].
Benedicto XVI dice que el mundo tiene necesidad de Dios y por lo tanto, “la religión”, no solamente la religión católica, “puede contribuir de manera preciosa a su búsqueda”.
Discurso de Benedicto XVI al nuevo embajador de Mali, 16 de diciembre de 2010:
“También les invitamos a luchar contra todas las formas de discriminación entre las razas y religiones. De hecho, es legítimo que cada comunidad étnica o religiosa pueda expresarse de manera visible, con respeto mutuo, fomentando una coexistencia pacífica en todos los niveles de la comunidad nacional”[6].
La palabra discriminación se define como “hacer distinción a favor o en contra de algo”[7]. El apóstata Benedicto XVI exhorta a todos a luchar contra todas las formas de hacer distinción a favor o en contra de religiones diferentes. Esto es completa apostasía.
Discurso de Benedicto XVI al nuevo embajador de Japón, 27 de noviembre de 2010:
“Vuestra Excelencia, su país ha gozado de la libertad de conciencia y de culto por muchos años, y la Iglesia católica en Japón por lo tanto tiene la posibilidad de vivir en paz y hermandad con cada uno. Sus miembros no sólo son libres de comprometerse con la cultura y sociedad japonesa, sino también de tomar parte en un papel vivo y activo en Japón. (…) Hago hincapié aún más en que los miembros de la Iglesia católica en Japón han sido involucrados en un diálogo abierto y respetuoso con las otras religiones, especialmente las que tienen sus raíces en su país. La Iglesia siempre ha promovido el respeto de la persona humana en su integridad y en su dimensión espiritual como elemento esencial que es común en todas las culturas y que se expresa en la búsqueda personal de lo sagrado y en la práctica religiosa. (…) Quiero asegurar al pueblo japonés de la alta estima en que la Iglesia católica mantiene el diálogo interreligioso, participando en él con determinación, a fin de fomentar la confianza mutua, la comprensión y la amistad en el interés de toda la familia humana”[8].
Benedicto XVI promueve la libertad de conciencia, de culto y el respeto por falsas religiones.
Discurso de Benedicto XVI a los participantes de la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, 18 de noviembre de 2010:
“Se presentan, además, desafíos inéditos: las nuevas interpretaciones antropológicas y éticas, la formación ecuménica de las nuevas generaciones, la ulterior fragmentación del escenario ecuménico. Es esencial tomar conciencia de estos cambios y señalar las vías para proceder de manera eficaz a la luz de la voluntad del Señor: ‘que todos sean uno. También con las Iglesias ortodoxas y las antiguas Iglesias orientales, con las que existen ‘estrechísimos vínculos’, la Iglesia católica prosigue con pasión el diálogo, intentando profundizar de modo serio y riguroso en el patrimonio teológico, litúrgico y espiritual común, y de afrontar con serenidad y empeño los elementos que aún nos dividen. Con los o rtodoxos se ha llegado a tocar un punto crucial de acercamiento y de reflexión: el papel del Obispo de Roma en la comunión de la Iglesia. Y la cuestión eclesiológica está también en el centro del diálogo con las antiguas Iglesias orientales: a pesar de muchos siglos de incomprensión y de alejamiento, se ha constatado, con alegría, haber conservado un precioso patrimonio común. Queridos amigos, aun en presencia de nuevas situaciones problemáticas o de puntos difíciles para el diálogo, la meta del camino ecuménico sigue inmutable, como también el firme empeño en perseguirla. No se trata, sin embargo, de un empeño según categorías, por así decirlo, políticas, en las que entran en juego la capacidad de negociar o la mayor capacidad de encontrar compromisos, por lo que se podría esperar, como buenos mediadores, que tras un cierto tiempo se llegue a acuerdos aceptables para todos. La acción ecuménica tiene un doble movimiento. Por una parte la búsqueda convencida, apasionada y tenaz para encontrar toda la unidad en la verdad, para idear modelos de unidad, para iluminar oposiciones y puntos oscuros en orden a la consecución de la unidad. Y esto en el necesario dialogo teológico, pero sobre todo en la oración y en la penitencia, en ese ecumenismo espiritual que constituye el corazón latente de todo el camino: la unidad de los cristianos es y sigue siendo oración, habita en la oración. Por otra parte, otro movimiento operativo, que surge de la firme conciencia de que nosotros no sabemos la hora de la realización de la unidad entre todos los discípulos de Cristo y no la podemos conocer, porque la unidad no la ‘hacemos nosotros’, la ‘hace’ Dios: viene de lo alto, de la unidad del Padre con el Hijo en el diálogo de amor que es el Espíritu Santo; es un tomar parte en la unidad divina. Y esto no debe hacer disminuir nuestro compromiso, al contrario, debe hacernos cada vez más atentos a captar los signos de los tiempos del Señor, sabiendo reconocer con gratitud lo que ya nos une y trabajando para que se consolide y crezca. Al final, también en el camino ecuménico, se trata de dejar a Dios lo que es únicamente suyo…”[9].
Benedicto XVI alienta la formación ecuménica de las nuevas generaciones. Benedicto XVI habla del patrimonio teológico y espiritual común con iglesias cismáticas. Un católico no puede decir que tenemos con los cismáticos un patrimonio teológico y espiritual común. Los cismáticos niegan muchas doctrinas de la verdadera Iglesia fundada por Jesucristo. Benedicto XVI luego parece indicarnos que habrá un acuerdo con los “ortodoxos” respecto a cuestiones de fe. Parece indicarnos claramente que estos próximos acuerdos serán con respecto a la fe o el papel del Obispo de Roma. Benedicto XVI espera ver “acuerdos aceptables para todos”. En otras palabras, espera en algo en que los cismáticos estarán de acuerdo. Luego pronuncia la herejía de que “no sabemos la hora de la realización de la unidad entre todos los discípulos de Cristo y no la podemos conocer”. Si Benedicto XVI fuera católico, sabría que la unidad es una de las cuatros notas visibles de la única verdadera Iglesia; la unidad ya existe en la verdadera Iglesia y entre los verdaderos creyentes.
Benedicto XVI, discurso, 23 de octubre de 2010:
“Comunión. La comunión católica, cristiana, es una comunión abierta, dialogal. En consecuencia, esta mos también en diálogo permanente, interna y exteriormente, con los hermanos ortodoxos, con las demás comunidades eclesiales. Y hemos sentido que precisamente en esto estamos unidos, aunque haya divisiones exteriores: hemos sentido la profunda comunión en el Señor, en el don de su Palabra, de su vida, y esperamos que el Señor nos guíe para avanzar en esta comunión profunda. Estamos unidos con el Señor , por tanto , podríamos decir que la verdad nos «encuentra». Y esta verdad no cierra, no pone fronteras, sino que abre. Por eso, también esta mos en diálogo franco y abierto con los hermanos musulmanes, con los hermanos judíos, todos juntos responsables por el don de la paz, por la paz precisamente en esa parte de la tierra bendita por el Señor, cuna del cristianismo y asimismo de las otras dos religiones”[10].
Benedicto XVI enseña la herejía de que los ortodoxos, los musulmanes, y los judíos, son nuestros hermanos.
Benedicto XVI, discurso, 27 de septiembre de 2010:
“La crisis económica actual, de la que se ha tratado también en estos días en la reunión del llamado G20, debe tomarse en toda su seriedad: tiene numerosas causas y requiere fuertemente una revisión profunda del modelo de desarrollo económico global”[11].
Esto implica la necesidad de un nuevo orden económico mundial.
Es cierto. Y además, como siempre, muy claros los argumentos y las fuentes para confirmación y consulta. En esta ocasión, me vino a la mente el texto del Libro El...
Juan Santiago Molinelli Torres 2 semanasLeer más...