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¿Puede un cristiano perder la salvación? - 1 Corintios
Millones de personas que dicen ser cristianas, y que pretenden seguir la Biblia, creen en la doctrina de una vez salvado, salvado para siempre o también como justificado de una vez y para siempre. También se la conoce por la seguridad eterna o la perseverancia de los santos. Existen denominaciones, colegios, universidades e [nota: pronunciar “y entrecomillas” en audio] ‘iglesias’ por todo el mundo dedicados a esta opinión de la salvación en la cual una vez salvado, salvado para siempre es un componente esencial. Esta doctrina es totalmente anti-bíblica y falsa. Es en realidad uno de los mayores fraudes que el demonio ha lanzado sobre las personas. A continuación la prueba de que ello es falso desde el libro de 1 Corintios.
En 1 Corintios 1, 2, San Pablo especifica que él les está escribiendo a los “santificados en Cristo Jesús”.
Pablo está dirigiendo su mensaje, como igualmente sus advertencias, directamente a los verdaderos creyentes, no a los falsos creyentes. Lo que él dice se aplica directamente a los que verdaderamente se han incorporado en Cristo y fueron santificados, no solamente a los que creen estar en Cristo pero de hecho no lo están. ¿Y qué les dice a los santificados? En 1 Corintios 6, 9-10, él dice:
San Pablo se dirige a los ‘santificados’ y les dice: No os engañéis, tales pecados graves como la fornicación, la idolatría, el adulterio, etc. excluirán a las personas del reino de Dios. Esos pecados graves o mortales dejan a la gente en un estado que no les permitirá entrar en el cielo si mueren sin una verdadera conversión de vida y consigan el perdón en la confesión (véanse Juan 20, 23 y 1 Juan 1, 9). Por lo tanto, la Biblia enseña que los verdaderos cristianos – los que han sido santificados – pueden destruir el estado de justificación por las malas obras, y perderán la salvación y se colocarán en un estado de condenación si cometen tales pecados.
El hecho de que esta advertencia en 1 Corintios 6, 9-10 se aplique directamente a los verdaderos creyentes también es clara en 1 Corintios 6, 11, o sea en el próximo versículo, donde dice:
Nótese aquí que Pablo describe a su audiencia como los que han sido “lavados, santificados, justificados”. Por lo tanto, es claro nuevamente que la advertencia que acaba de pronunciar, sobre la pérdida de la salvación por los pecados graves, está dirigida a los llamados justificados. Los que fueron justificados o salvados en un momento podrían perder la justificación y la entrada al reino debido a los pecados graves.
Además, cuando se dice en 1 Corintios 6, 11 que “habéis sido lavados; habéis sido santificados; habéis sido justificados”, esto se refiere sin lugar a dudas a la recepción de la regeneración o la primera justificación en el bautismo de agua. El versículo trata sobre el bautismo de agua. El verbo usado en 1 Corintios 6, 11 para la palabra ‘lavados’ es el verbo griego apolouo. En todo el Nuevo Testamento es usado solo dos veces. Es usado en este versículo, 1 Corintios 6, 11:
Y en Hechos 22, 16, donde dice:
La conexión es clarísima.
Cuando Pablo oyó la instrucción de Ananías “bautízate y lava tus pecados”, registrada en Hechos 22, 16, el verbo utilizado en presencia de Pablo fue apolouo. De la misma manera, en 1 Corintios 6, 11, cuando Pablo describe cómo los corintios habían sido lavados, santificados y justificados en el bautismo, él usa el mismo verbo que escuchó cuando fue bautizado. Esto se debe a que el bautismo de agua es el lavado de la regeneración. El bautismo de agua es el instrumento de la regeneración o la primera justificación establecida por Jesucristo para poder entrar en su cuerpo y obtener el perdón de los pecados, como era creído universalmente por los cristianos desde los primeros tiempos de la Iglesia. Es por eso que a través del Nuevo Testamento la recepción del bautismo de agua está conectada con el perdón de los pecados, el renacimiento del Espíritu Santo y la recepción de la salvación misma (véanse Juan 3, 5, Hechos 2, 38, 1 Pedro 3, 21, Colosenses 2, 12, Mateo 28, 19, y otros numerosos pasajes). De hecho, en Gálatas 3, 26-27 y en Colosenses 2, 12, revestirse de Cristo y convertirse en hijos de Dios se identifica con recibir el bautismo. Además, en Gálatas 3, 26-27 y en Colosenses 2, 12, entrar en Cristo Jesús διὰ τῆς πίστεως (“por la fe”) y ser resucitados διὰ τῆς πίστεως (“por la fe”) es lo que se llama recibir el bautismo de agua. En Efesios 2, 8, donde se habla de recibir la salvación inicial en Cristo: “Pues de gracia habéis sido salvados por la fe” – encontramos la misma frase en griego, διὰ τῆς πίστεως (“por la fe”) –que vimos en Gálatas 3, 26-27 y en Colosenses 2, 12.
Porque así como en Gálatas 3, 26-27 y en Colosenses 2, 12, Efesios 2, 8 está describiendo cómo los conversos recibieron la salvación inicial y el perdón de los pecados en el bautismo de agua. Este es el instrumento que el mismo Jesús instituyó para aplicar inicialmente la sangre salvífica de su redención, el mérito que Él ganó en la cruz. Es por eso que leemos que Jesús “vino por el agua y por la sangre” (1 Juan 5, 6). También es la razón por la cual salió sangre y agua de su costado (Juan 19, 34).
En Efesios 2, 8-9 se dice que esa gracia de la regeneración, que Dios administra por el bautismo de agua, no viene de vosotros o de las obras, sino que es el don de Dios. Esto es así porque la gracia del perdón de los pecados no es nuestra obra. Es la obra de Jesucristo en la cruz; pero Dios une la recepción de esta gracia del perdón con la obediencia a sus mandamientos y en hacer lo que Él dice. Es por eso que a través del Nuevo Testamento leemos que para ser salvo uno no solo debe creer en lo que Dios ha revelado, sino también obedecerlo (véase Romanos 6, 16, 1 Corintios 7, 19, Mateo 19, 17, Hebreos 5, 9 y muchos otros pasajes). Por lo tanto, según el Nuevo Testamento, uno solamente puede apropiarse o recibir el don de Dios por la fe y la obediencia, por la fe y las obras, por la fe y en conformidad con sus mandamientos, y no solamente por la fe (véase Santiago 2, 24).
En Tito 3, 5, también leemos acerca del lavado de la regeneración. El sustantivo griego para lavado en Tito 3, 5, (como en “el lavado de la regeneración”) es loutrón. Esa palabra solamente se usa una vez más en el Nuevo Testamento, en Efesios 5, 26, que habla del lavado (loutrón) del agua con la palabra.
Así que vemos nuevamente que la Biblia vincula el lavado de la regeneración con el agua. Eso es porque Jesucristo estableció el bautismo de agua como el sacramento o instrumento de la regeneración. Es por eso que todos los padres de la Iglesia primitiva creyeron en la regeneración bautismal.
En 1 Corintios 6, 9-11, Pablo les dice a los corintios que aunque estén lavados, santificados, y justificados todo de una vez en el bautismo de agua – por el instrumento que incorpora a la gente en Cristo, aplica su sangre salvífica, perdona los pecados y los hace nuevas creaciones – ellos pueden perder el reino de Dios si caen en pecados graves, tales como la fornicación, el adulterio, etc. De hecho, es interesante que en 1 Corintios 6, 11, Pablo utilice la palabra ‘santificados’, después de la palabra ‘lavados’ pero antes de la palabra ‘justificados’. Él dice: lavados, santificados, justificados. La palabra santificados puede venir antes de la palabra justificados en este pasaje porque cuando se entra a la verdadera fe cristiana, uno es santificado y justificado al mismo tiempo en el lavado del agua bautismal. La santificación no viene más adelante en la vida después de la justificación, como dicen muchos protestantes, sino que en el mismo momento con el lavado y la justificación.
Ahora, en su desesperación, algunos protestantes creyentes de una vez salvado, salvado para siempre responderán enfocándose en 1 Corintios 6, 11, donde dice:
Ellos reclaman que lo que San Pablo en verdad quiso decir es que antes de que se convirtieran, los cristianos justificados cometieron los pecados graves mencionados en 1 Corintios 6, 9-10, tales como la fornicación, que los excluirán del reino de Dios; pero después de haberse convertido a Cristo y han sido justificados, ellos no cometerán o no podrán cometer tales pecados y ser excluidos del reino de Dios. Esta objeción es absurda, por dos razones.
En primer lugar, Pablo les dice en 1 Corintios 6, 9: “No os engañéis”. ¿A quién se le aplica esta advertencia? Como ya fue citado, se aplica a los “santificados” (1 Cor. 1, 2). Ese es su público. Por lo tanto, la advertencia en 1 Corintios 6, 9-10, sobre la condenación por cometer pecados graves, está dirigida directamente a los que él designó como santificados. Él les está diciendo a los santificados que no se dejen engañar por un falso mensaje o por un falso evangelio, según el cual pueden hacer lo que les plazca y aún ser salvos o que una vez santificado supuestamente no pueden caer en pecados que los excluirán del reino de Dios. En segundo lugar, incluso si uno concede, por el bien del argumento, que la ridícula objeción de que la advertencia en 1 Corintios 6, 9-10 no se aplica a los santificados (una reclamación evidentemente en contradicción con los hechos), ello no importaría. Porque después de llamarlos “lavados, santificados, justificados” en 1 Corintios 6, 11, él les advierte nuevamente pocos capítulos después, en 1 Corintios 10. Este hecho es por consiguiente extremadamente importante.
En 1 Corintios 10, 6-9, que viene después de la descripción en 1 Corintios 6, 11 con respecto a su audiencia como los “lavados, santificados, justificados”, leemos esto:
Su significado es inconfundible. Aquí, en el capítulo 10, Pablo les advierte a los que él describe como ‘justificados’ algunos capítulos antes que no sean idólatras ni fornicadores, los mismísimos pecadores que él dice serán excluidos del reino de Dios. Por lo tanto, los justificados pueden cometer esos pecados graves, perder la justificación y condenarse. En verdad, nada podría ser más claro – nada.
A la luz de tales textos, que tan evidentemente contradicen y refutan la herejía de una vez salvado, salvado para siempre, es sorprendente que alguien que dice seguir la Biblia pudiera creer en una doctrina tan anti-bíblica.
Y aún hay más en 1 Corintios para refutarla.
En 1 Corintios 1, 1, Pablo se refiere a sí mismo como siendo “llamado a ser apóstol de Cristo Jesús” (kletos apostolos Christou). No obstante, en el mismo libro él enseña que él puede caer.
La palabra aquí en el griego para ‘descalificado’ es adokimos. Esta palabra, en sus diferentes usos en el Nuevo Testamento, siempre significa injusto, réprobo o condenado. En Romanos 1, 28, adokimon (la forma acusativa) describe una mente ‘reprobada’ o ‘depravada’. En 2 Corintios 13, 5, adokimoi (la forma plural) se refiere a los ‘reprobados’ que no tienen a Cristo. En 2 Timoteo 3, 8, adokimoi se refiere a las personas injustas de entendimiento corrompido, “réprobos [adokimoi] en la fe”. En Tito 1, 16, adokimoi se refiere a los que niegan a Dios como detestables, desobedientes y “descalificados [adokimoi] para toda obra buena”. En Hebreos 6, 8, adokimos se refiere a un campo que es “reprobado” y digno de ser quemado. Adokimos siempre se refiere a una persona o cosa injusta o condenada. En 1 Corintios 9, 27, San Pablo claramente enseñó que él, a pesar de ser llamado al estado de gracia y el apostolado, podría perderse. Eso destruye la idea de una vez salvado, salvado para siempre.
Como respuesta algunos argumentarán que: “Pablo no sabía si él era un verdadero creyente”. O sea que él le dice a la gente que él puede caer y, si de hecho cayese, ¿eso probaría que él no creía verdaderamente en un principio? Eso es ridículo. El perdón de sus pecados está registrado en Hechos 22, 16, Jesús mismo llama a Pablo un “vaso de elección” en Hechos 9, 15, y además Pablo dice en Gálatas 2, 20 que Cristo vive en él. ¡Por supuesto que Pablo fue un verdadero creyente! Por otra parte, las afirmaciones sobre lo que pudo haber estado pensando Pablo son de hecho irrelevantes. Esto se debe a que la Sagrada Escritura (la palabra inspirada de Dios) identifica a Pablo como un verdadero creyente. En el mismo libro que estamos discutiendo, 1 Corintios 1, 1, la Escritura identifica a Pablo como siendo “llamado a ser apóstol de Cristo Jesús”, como se mencionó anteriormente. Por tanto, la enseñanza de la palabra inspirada dice que quien está en Cristo puede ser un descalificado, adokimos. Esa es la enseñanza de la Biblia. Una vez salvo, siempre salvo es un falso evangelio.
Por último, es interesante señalar que en 1 Corintios 8, 11, Pablo les advierte a la gente que no coman alimentos en un templo de ídolos, no sea que por su mal ejemplo “destruyan al débil, el hermano por quien Cristo murió”. Él enseña que una persona por quien Cristo murió puede ser destruida o puede perecer. Eso refuta la herejía calvinista de la expiación limitada, que dice que alguien por quien Cristo murió no puede perderse.
Los hechos que hemos considerado no solamente refutan la herejía de una vez salvado, salvado para siempre, que es sostenida por millones de protestantes, sino también la justificación por la sola fe; pues ellos prueban que uno puede perder la justificación no solamente por la apostasía o por renunciar a la fe, sino también por pecados graves tales como la fornicación, el adulterio, etc. Eso demuestra que las obras del hombre, y no solo el contenido de su fe, desempeñan un papel en la determinación de si uno alcanzará el reino de Dios. Solamente hay una verdadera fe cristiana, la fe católica tradicional, fuera de la cual no hay salvación.
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