- TUAS LIBENTER Y EL LLAMADO CONSENTIMIENTO “COMÚN” DE LOS TEÓLOGOS
- LOS MISMOS “TEÓLOGOS” QUE ELLOS PRESENTAN REFUTAN SU POSICIÓN
- ¡LOS TEÓLOGOS SON UNÁNIMES EN QUE SOLO LOS BAUTIZADOS EN AGUA FORMAN PARTE DE LA IGLESIA!
- LOS TEÓLOGOS DEFINEN UNÁNIMEMENTE A LA IGLESIA CATÓLICA COMO UNA UNIÓN DE SACRAMENTOS – EL TESTIMONIO DE SAN ROBERTO BELARMINO, SAN FRANCISCO DE SALES, EL CATECISMO DE TRENTO Y TODOS LOS TEÓLOGOS
- LA TRADICIÓN UNIVERSAL SOBRE EL BAUTISMO AFIRMADO INCLUSO POR LOS CATECISMOS HERÉTICOS MODERNOS
Recientemente, se publicó un artículo del P. Anthony Cekada llamado Baptism of Desire and Theological Principals [El bautismo de deseo y los principios teológicos]. El P. Cekada es un sacerdote “tradicionalista” que correctamente rechaza al Vaticano II pero defiende la herejía común de casi todos hoy en día: que los que mueren como no católicos se pueden salvar. El P. Cekada es, por tanto, una persona que rechaza el dogma católico de que la fe católica es necesaria para la salvación. Como era de esperar, el P. Cekada es también un fiero defensor del bautismo de deseo (aunque, como acabo de decir, él sostiene que los miembros de las religiones falsas, que ni siquiera desean el bautismo, se pueden salvar). Cuando le pregunté por email si estaba de acuerdo con la enseñanza común de los herejes – los teólogos del siglo XX previos al Vaticano II (véase la sección “La herejía antes del Vaticano II”) – de que las almas se pueden salvar “fuera de la Iglesia” por la “ignorancia invencible”, él convenientemente optó por no responder. Eso es simplemente porque él cree que los que mueren en las religiones no católicas se pueden salvar y rechaza el dogma definido que declara lo contrario.
En su artículo, El bautismo de seseo y los principios teológicos, el P. Cekada intenta demostrar que los católicos están obligados, según el Papa Pío IX en Tuas libenter, a aceptar la enseñanza “común” de los teólogos. Además, él argumenta que el bautismo de deseo era la enseñanza “común” de los teólogos anteriores al Vaticano II; y concluye que los católicos están, por siguiente, obligados a creer en el bautismo de deseo bajo pena de pecado mortal. Puesto que su artículo ha tenido cierta influencia en los ambientes católicos tradicionales, y puesto que el tema se relaciona directamente a un punto principal tratado en este documento (a saber, la enseñanza universal y constante sobre la necesidad de renacimiento del agua y el Espíritu basada en Juan 3, 5), me parece que es necesario demostrar cómo el P. Cekada ha pervertido completamente los mismos principios que él aplica, engañando a sus lectores y contradiciendo a las autoridades que él cita.
TUAS LIBENTER Y EL LLAMADO CONSENTIMIENTO “COMÚN” DE LOS TEÓLOGOS
En su carta al arzobispo de Múnich (Tuas libenter), sobre la cual el P. Cekada basa su argumentación, el Papa Pío IX dice que los escritores católicos están obligados a aquellas materias que, si bien no sean enseñadas por decreto explícito de la Sede romana, no obstante están enseñadas por el magisterio ordinario y universal como divinamente reveladas y mantenidas por los teólogos en consentimiento universal y constante.
Papa Pío IX, Tuas libenter, carta al arzobispo de Múnich, 21 de diciembre de 1863: “Porque aunque se tratara de aquella sujeción que debe prestarse mediante un acto de fe divina; no habría, sin embargo que limitarla a las materias que han sido definidas por decretos expresos de los Concilios ecuménicos o de los Romanos Pontífices y de esta Sede, sino que habría también de extenderse a las que se enseñan como divinamente reveladas por el magisterio ordinario de toda la Iglesia extendida por el orbe y, por ende, con universal y constante [universali et constanti] consentimiento son consideradas por los teólogos católicos como pertenecientes a la fe”[1].
Como se dijo al principio de este documento, fue definido como dogma por el Primer Concilio Vaticano que el magisterio ordinario y universal es infalible. En su carta al arzobispo de Múnich, el Papa Pío IX enseña que los escritores católicos están obligados a aquellas materias que “se enseñan como divinamente reveladas por el magisterio ordinario de toda la Iglesia extendida por el orbe y, por ende, con universal y constante consentimiento son consideradas por los teólogos católicos como pertenecientes a la fe”. Nótese, que la obligación a la opinión de los teólogos solo se origina del hecho de que estas materias ya fueron enseñadas como divinamente reveladas por el magisterio ordinario de enseñar de la Iglesia y, por ende, también con el consentimiento universal y constante. En su aplicación de esta enseñanza en su artículo, el P. Cekada omite convenientemente el requisito “universal”. El P. Cekada también usa la palabra “común” en lugar de la correcta traducción, “universal y constante”.
P. Anthony Cekada, El bautismo de deseo y los principios teológicos, 1. Principio General: “Todos los católicos están obligados a adherirse a una enseñanza si los teólogos católicos la sostienen por consentimiento común, o la sostienen como de fide, o de doctrina católica, o teológicamente cierta”.
¡Nótese cómo el P. Cekada ignora convenientemente el requisito estipulado por el Papa Pío IX, esto es, que los teólogos deben estar en “consentimiento universal y constante”! Si él hubiera aplicado fielmente la palabra “universal” en su artículo, el lector atento y sincero habría reconocido fácilmente el defecto en su débil argumentación. Y, ¿el bautismo de deseo es algo que ha sido sostenido por el consentimiento universal y constante? Desde luego que no; de hecho, es todo lo contrario.
P. William Jurgens: “Si no hubiese una tradición constante en los Padres de que el mensaje evangélico de ‘Quien no renaciere del agua y el Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios’ debe ser tomado en absoluto, sería fácil decir que nuestro Salvador simplemente no consideró oportuno mencionar las excepciones obvias de la ignorancia invencible y de la imposibilidad física. Pero la tradición, de hecho está ahí, y es bastante probable que se encuentre tan constante como para constituir revelación”[2].
Como podemos ver, ¡es exactamente lo contrario al bautismo de deseo lo que se enseña en el consentimiento universal y constante! Desde el principio, la enseñanza universal y constante de los Padres y teólogos católicos es que absolutamente nadie se salva sin el bautismo de agua. Por lo tanto, el mismo principio que el P. Cekada intenta aplicar a favor del bautismo de deseo es el que se aplica en su contra.
P. Anthony Cekada, El bautismo de deseo y los principios teológicos, 2. Hecho Particular: “Sin embargo, los teólogos católicos sí sostienen la enseñanza sobre el bautismo de deseo y el bautismo de sangre por consentimiento común, o la mantienen como de fide, o doctrina católica, o teológicamente cierta. 3. La conclusión (1 + 2): Por siguiente, todos católicos están obligados a adherir a la enseñanza sobre el bautismo de deseo y el bautismo de sangre”.
El hecho de que el bautismo de deseo se convirtiese en un error común y casi unánime entre los “teólogos” del siglo XX no significa nada; y es por eso que el Papa Pío IX incluyó la importante palabra “universal” en Tuas libenter, la cual el P. Cekada ignora convenientemente.
Enciclopedia Católica, vol. 9, “Limbo”, p. 257: “Después de disfrutar de varios siglos de supremacía indiscutible, la enseñanza de San Agustín sobre el pecado original fue primero desafiada exitosamente por San Anselmo, quien sostenía que no era la concupiscencia, sino la privación de la justicia original, lo que constituye la esencia del pecado heredado. Sobre la cuestión especial, sin embargo, del castigo del pecado original después de la muerte, San Anselmo junto con San Agustín consideraba que los niños no bautizados compartían los sufrimientos positivos de los condenados, y Abelardo fue el primero en rebelarse contra la severidad de la tradición agustiniana sobre este punto”[3].
La Enciclopedia Católica dice aquí que básicamente desde el tiempo de San Agustín (siglo IV) hasta Abelardo (siglo XII) era la enseñanza común y casi unánime de los teólogos que los infantes sin bautizar sufrían los fuegos del infierno después de la muerte, una posición que fue posteriormente condenada por el Papa Pío VI. Esto demuestra que el error “común” de un período (o incluso durante cientos de años) no es la enseñanza universal y constante de la Iglesia desde el principio. Este solo punto demuele completamente la tesis del P. Cekada.
Además, la herejía de que hay salvación “fuera” de la Iglesia por la “ignorancia invencible” fue también la enseñanza común y casi unánime a principios del Siglo XX, lo que demuestra una vez más que la enseñanza común (o error común) en cualquier época en particular no reemplaza la enseñanza universal y constante de todos teólogos católicos a través de la historia sobre la necesidad absoluta del bautismo de agua para la salvación.
Catecismo del Concilio de Trento, El bautismo hecho obligatorio después de la Resurrección de Cristo, p. 171: “Porque están conformes los sagrados escritores que, después de la resurrección del Señor, cuando manda a los Apóstoles: Id e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, desde entonces todos los hombres, que habían de conseguir la salvación eterna, comenzaron a estar obligados a la ley del bautismo”[4].
Nótese aquí que el Catecismo de Trento inculca que es la enseñanza unánime de los teólogos la necesidad absoluta del bautismo de agua para la salvación. ¡Pero esa es la misma posición que en su artículo el P. Cekada dice – en nombre del consentimiento “común” de teólogos – es pecado mortal mantener! Es fácil ver en estos hechos que el P. Cekada ha errado en una manera importante y está en realidad completamente equivocado: ¡la enseñanza universal y constante de los teólogos, como dice P. Jurgens y el Catecismo de Trento, es la misma posición que él condena! Y su error proviene de su conclusión falsa de que los errores “comunes” de un tiempo (un tiempo de herejía difundida y de modernismo que llevaron a la apostasía del Vaticano II: el período aproximadamente entre 1880 y 1960) constituyen la enseñanza universal y constante de los teólogos católicos de todos tiempos, lo que es claramente falso. De hecho, es ridículo. Y es por eso que en su discusión sobre este tema él omitió convenientemente como requisito la palabra “universal”, lo que habría hecho que fuese mucho más fácil detectar su razonamiento inválido.
Arzobispo Patricio Kenrick (XIX siglo), Tratado sobre el Bautismo: “Por lo tanto, todos los escritores ilustres de la antigüedad proclamaban en términos incondicionales su absoluta necesidad (del bautismo)”[5].
De hecho, si el error “común” de los teólogos en una época en particular constituyese una enseñanza de la Iglesia que se debería seguir, entonces todos los católicos estarían obligados a la herejía de la libertad religiosa (junto a todas las demás) enseñadas por el Vaticano II, ya que ésta ha sido aceptada por el consentimiento “común” de los llamados “teólogos católicos” desde el Vaticano II. Y es por eso que el P. Cekada ofrece la siguiente lamentable respuesta a esa misma objeción a su tesis obviamente falsa.
P. Anthony Cekada, El bautismo de deseo y los principios teológicos, Respondiendo a la objeción sobre el Vaticano II – D. Los teólogos y el Vaticano II: “El grupo de teólogos modernistas europeos responsables principales de los errores del Vaticano II eran enemigos de la teología escolástica tradicional y habían sido censurados o silenciados por la autoridad de la Iglesia: Murray, Schillebeeckx, Congar, de Lubac, Teilhard, etc. Cuando las restricciones fueron eliminadas bajo Juan XXIII, ellos pudieron difundir sus errores libremente. En todo caso, el hecho de que hayan sido silenciados previamente demuestra la vigilancia de la Iglesia contra los errores en los escritos de los teólogos”.
Ah, ya veo, porque el P. Cekada considera que los “teólogos” que fueron los “principales responsables” por el Vaticano II fueron los “modernistas europeos” y los “enemigos de teología escolástica tradicional”, él es libre de desechar su tesis entera de que un católico está obligado a seguir el consentimiento “común” de los teólogos bajo pena de pecado mortal. ¡Qué conveniente! El lector debería ver fácilmente que por esa declaración el P. Cekada está argumentando hipócritamente y refutándose a sí mismo. El P. Cekada debe estar muy dedicado a su herejía para argumentar de una manera tan contradictoria. Además, es un argumento desesperado su afirmación de que algunos de los más radicales teólogos del Vaticano II hayan sido silenciados, él por consiguiente es libre de rechazar el consentimiento común de “teólogos” después del Vaticano II; porque el hecho sigue siendo que el consentimiento “común” de los pretendidos teólogos “católicos” desde el Vaticano II fue para aprobar los documentos heréticos del Vaticano II, a pesar de que algunos de los más radicales hayan sido tímidamente “silenciados” antes del Vaticano II.
Por lo tanto, para cualquier persona que tenga ojos para ver, si uno es libre de rechazar el consentimiento “común” de los teólogos del Vaticano II porque los considera “enemigos de teología escolástica tradicional”, entonces del mismo modo se puede abandonar la falible y contradictoria enseñanza de los teólogos previos al Vaticano II sobre el bautismo de deseo, porque es manifiestamente contraria a la “teología dogmática tradicional” (es decir, al dogma definido sobre la necesidad de renacimiento del agua y el Espíritu), por no hablar de la tradición universal de la Iglesia desde el principio sobre Juan 3, 5.
Además, si un católico estuviese obligado a seguir la enseñanza “común” de los teólogos de cualquier época en particular, y hubiera vivido durante el período arriano en el siglo IV, entonces habría estado obligado por la herejía arriana (la negación de la divinidad de Jesucristo), porque esta no solo fue la enseñanza común de los supuestos teólogos y obispos “católicos” de aquel tiempo, sino que casi fue la enseñanza unánime.
P. William Jurgens: “En un momento de la historia de la Iglesia, solo unos pocos años antes de la predicación de Gregorio [Nacianceno] (380 d.C.), posiblemente el número de obispos verdaderamente católicos en posesión de sus sedes, en comparación a la posesión de los arrianos, no era mayor de entre 1% y 3% del total. Si la doctrina hubiera sido determinada por la popularidad, hoy todos seríamos negadores de Cristo y contrarios al Espíritu”[6].
P. William Jurgens: “En tiempos del emperador Valente (siglo IV), San Basilio fue prácticamente el único obispo ortodoxo en todo el Oriente que tuvo éxito en retener el cargo de su sede (…) Si ello no tiene otra importancia para el hombre moderno, un conocimiento de la historia del arrianismo debe por lo menos demostrar que la Iglesia católica no toma en cuenta la popularidad y el número en la determinación y conservación de la doctrina: de lo contrario, hace mucho que deberíamos haber abandonado a Basilio e Hilario y Atanasio y Liberio y Osio y nos llamaríamos arrianos”[7].
El argumento del P. Cekada, de hecho, descartaría la posibilidad de una Gran Apostasía, y haría imposibles las palabras de nuestro Señor en Lucas 18, 8 (Cuando viniere el Hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra?), porque todos los católicos estarían siempre obligados a seguir lo que dicen la mayoría de los teólogos “católicos”, no importando cuán heréticos sean. Es innecesario decir, que el argumento del P. Cekada es completamente absurdo, como es obvio al católico sincero con sentido común.
P. Anthony Cekada, El bautismo de deseo y los principios teológicos, B. Prueba de la tesis. “1. Premisa mayor. El consentimiento de los teólogos en las materias de fe y moral está íntimamente relacionado con la enseñanza de la Iglesia de que un error en el consenso de los teólogos necesariamente conduciría a toda la Iglesia al error. 2. Premisa menor. Pero toda la Iglesia no puede errar en la fe y costumbres (la Iglesia es infalible). 3. Conclusión. El consenso de los teólogos en materias de fe y costumbres es un criterio cierto de la tradición divina”.
Hemos visto cómo esta afirmación del P. Cekada, en su intento de aplicarla al “bautismo de deseo”, es falsa, carente de lógica, históricamente ridícula, y fácilmente refutable. Citaré otra vez al Papa Pío XII, que por sí mismo desdice la afirmación anterior.
Papa Pío XII, Humani generis, # 21, 12 de agosto de 1950: “Y el divino Redentor no ha confiado la interpretación auténtica de este depósito a cada uno de sus fieles, ni un a los teólogos, sino solo al magisterio de la Iglesia”[8].
Y lo irónico y muy importante es que los teólogos falibles que cita el P. Cekada en su artículo no solo disienten entre ellos mismos acerca de si el llamado “bautismo de deseo” es de fe o simplemente próximo a la fe, sino que los “teólogos” que él cita en realidad demuestran la posición de quienes rechazan la falsa doctrina del bautismo de deseo.
LOS MISMOS “TEÓLOGOS” QUE ELLOS PRESENTAN REFUTAN SU POSICIÓN
Uno de los 25 teólogos previos al Vaticano II que cita el P. Cekada en su artículo sobre El bautismo de deseo y los principios teológicos es el teólogo alemán Dr. Ludwig Ott, cuyo libro Manual de teología dogmática es bastante popular en ambientes católicos tradicionales. El Dr. Ott era un hereje modernista que creía en el bautismo de deseo y la salvación “fuera” la Iglesia, como se afirma claramente en su libro (véase la sección “La herejía antes de Vaticano II”). Pero a pesar de ello, en su compendio de un cuarto de millón de palabras (Manual de teología dogmática), el Dr. Ott se ve obligado a admitir, basado en el testimonio abrumador de tradición católica y el dogma definido, lo siguiente:
Dr. Ludwig Ott, Manual de teología dogmática, La necesidad del bautismo, p. 354: “1. Necesidad del bautismo para la salvación – El bautismo de agua (Baptismus Fluminis) es, desde la promulgación del Evangelio, necesario para todos los hombres sin excepción, para la salvación (de fide)”[9].
¡Disculpe, pero esta enseñanza de fide (es decir, de fe) de la Iglesia católica sobre la necesidad absoluta del bautismo de agua para la salvación de todos sin excepción es precisamente la razón por la que los católicos deben rechazar la falsa doctrina del “bautismo de deseo”! El bautismo de deseo es directamente contrario a la enseñanza de fide anterior de la Iglesia: el bautismo de deseo es la idea de que el ¡bautismo de agua no es necesario sin excepción para la salvación de todos hombres!
Pero, el P. Cekada, hereje que necesita lógica, quiere hacernos creer que, basado en el testimonio de Ludwig Ott (y otros) debemos aceptar el bautismo de deseo bajo pena de pecado mortal, cuando el mismo Dr. Ludwig Ott afirma que la absoluta necesidad del bautismo de agua para todos sin excepción es de fide – ¡la misma verdad que nos obliga a rechazar el bautismo de deseo! Así, el P. Cekada es refutado y condenado por el testimonio de las mismas autoridades que él presenta.
El hecho que el Dr. Ludwig Ott procede inmediatamente en su libro a contradecir la declaración anterior sobre la necesidad absoluta del bautismo de agua sin excepción, y procede a enseñar el bautismo de deseo y de sangre en la misma página – idea que él curiosamente no la califica como siendo de fide (de fe) sino cercana a la fe –; lo que simplemente muestra que el error común del bautismo de deseo, que ha sido aceptado casi unánimemente entre los “teólogos” como Ott desde finales del XIX y de principios del siglo XX, simplemente no está en armonía con la enseñanza universal, constante (y de fide) de la Iglesia sobre la necesidad absoluta del bautismo de agua sin excepción para la salvación.
Otro ejemplo es el famoso libro, El catecismo explicado, de los PP. Spirago y Clarke. Al igual que el libro del Dr. Ott, El catecismo explicado enseña el bautismo de deseo y que hay salvación “fuera” de la Iglesia. Pero, a pesar de ello, estos “teólogos” (los PP. Spirago y Clarke) se vieron obligados a admitir la siguiente verdad, que es confesada universalmente por todos pretendidos teólogos católicos.
PP. Francisco Spirago y Ricardo Clarke, El catecismo explicado, 1899, Bautismo: “3. EL BAUTISMO ES INDISPENSABLEMENTE NECESARIO PARA LA SALVACIÓN. Por lo tanto, los niños que mueren sin el bautismo, no pueden entrar en el cielo. Nuestro Señor dice: ‘Quien no renaciere de agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de los cielos’ (Juan 3, 5). Él no hace ninguna excepción, ni siquiera en el caso de los niños (…) El bautismo no es menos indispensable en el orden espiritual que el agua en el orden natural…”[10].
Esto muestra, una vez más, que la enseñanza universal de teólogos es que el bautismo de agua es absolutamente necesario para la salvación, y que las palabras de nuestro Señor en Juan 3, 5 no tienen excepciones. El hecho que los PP. Spirago y Clarke contradigan esta declaración y enseñen el bautismo de deseo (y la herejía de la salvación “fuera” la Iglesia) solo muestra su propia inconsistencia – y la inconsistencia de todos los que están a favor del bautismo de deseo.
PP. Francisco Spirago y Ricardo Clarke, El catecismo explicado, 1899, Bautismo: “… para los adultos, el simple deseo es suficiente, si el bautismo real es imposible”[11].
¿Cómo puede el bautismo de agua ser indispensablemente necesario para la salvación (como nos acaban de decir), si el simple deseo de él es suficiente en su lugar? Eso es una contradicción. Y que no se diga que ello no es una negación del principio de no contradicción [un principio clásico de la lógica y la filosofía, según el cual una proposición y su negación no pueden ser ambas verdaderas al mismo tiempo y en el mismo sentido], puesto que no se puede decir:
- El bautismo de agua es indispensablemente necesario para la salvación.
Y al mismo tiempo…
- El bautismo de agua no es indispensablemente necesario para la salvación (el deseo lo puede reemplazar).
Estas dos afirmaciones son contradictorias; pero esto es exactamente lo que se les viene enseñado a todo el mundo en los catecismos desde finales del siglo XIX. Ellos enseñan la verdad (1a proposición), mientras que simultáneamente y al mismo tiempo enseñan todo lo contrario de la verdad (2ª proposición). Esto demuestra que incluso en el tiempo de la apostasía, la herejía y el modernismo crecientes, que fue el período desde aproximadamente 1850 a 1950, todos los teólogos y los catecismos afirmaban todavía la verdad enseñada universalmente sobre la necesidad absoluta del bautismo de agua para la salvación, a pesar de que no permanecían consistentes con ella.
¡LOS TEÓLOGOS SON UNÁNIMES EN QUE SOLO LOS BAUTIZADOS EN AGUA FORMAN PARTE DE LA IGLESIA!
Adicionalmente devastador para el artículo del P. Cekada es el hecho que hasta los teólogos a quienes él cita a favor del bautismo de deseo afirman que es de la fe que solo los bautizados en agua forman parte de la Iglesia católica, fuera de la cual no hay salvación. Cito al Dr. Ludwig Ott otra vez, en su Manual de teología dogmática.
Dr. Ludwig Ott, Manual de teología dogmática, Calidad de miembros de la Iglesia, p. 309: “3. Entre los miembros de la Iglesia no deben ser contados: a) Los no bautizados (…) Los llamados bautismo de sangre y bautismo de deseo, es cierto, remplazan el bautismo por agua (sic) en lo que respecta a la comunicación de la gracia, pero no producen la incorporación en la Iglesia (…) Los catecúmenos no deben ser contados entre los miembros de la Iglesia (…) La Iglesia no reivindica ninguna jurisdicción sobre ellos (D 895). Los Padres trazan una clara línea de separación entre los catecúmenos y ‘los fieles’”[12].
Aquí vemos al Dr. Ludwig Ott – uno de los “teólogos” citados por el P. Cekada para “probar” el bautismo de deseo – afirmando claramente la enseñanza católica universal de que solo las personas bautizadas en agua están dentro de la Iglesia. El Dr. Ott no tiene problema en admitir esto puesto que él cree en la salvación “fuera” la Iglesia (véase la sección “La herejía antes de Vaticano II”).
Pero aquí hay tres reconocimientos muy importantes del Dr. Ott, cada uno relacionado, irónicamente, a las tres definiciones dogmáticas más famosas sobre el dogma fuera de la Iglesia no hay salvación.
1) La definición más amplia sobre el dogma fuera de la Iglesia no hay salvación fue la del Papa Eugenio IV en el Concilio de Florencia. En esta definición, el Papa Eugenio IV definió infaliblemente que es necesario estar dentro de la unidad del cuerpo eclesiástico, lo que significa que es necesario estar incorporado en el cuerpo eclesiástico (ecclesiastici corporis).
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Cantate Domino”, 1441, ex cathedra: “[La Santa Iglesia Romana] Firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia católica, no solo los paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que ‘irán al fuego eterno que está aparejado para el diablo y sus ángeles’ (Mat. 25, 41), a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia (ecclesiastici corporis) que solo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia católica”[13].
Por favor, ponga atención de lo que dice acerca de la necesidad de la incorporación en el ecclesiastici corporis (el cuerpo de la Iglesia). Luego, nótese que en la cita anterior del Dr. Ott, él admite que el “bautismo de deseo” y el “bautismo de sangre” no producen la incorporación, es decir, ¡no incorporan al Mystici Corporis (Cuerpo Místico)!
Dr. Ludwig Ott, Manual de teología dogmática, Calidad de miembros de la Iglesia, p. 309: “3. Los llamados bautismo de sangre y bautismo de deseo, es cierto, remplazan el bautismo por agua (sic) en lo que respecta a la comunicación de la gracia, pero no producen la incorporación en la Iglesia…”[14].
Con esta declaración, el Dr. Ott admite que el “bautismo de deseo” y el “bautismo de sangre” no son compatibles con la definición infalible del Papa Eugenio IV sobre la necesidad absoluta de la incorporación en el cuerpo eclesiástico (ecclesiastici corporis) para la salvación. Así, Dr. Ott prueba que el bautismo de deseo/sangre no puede ser verdadero y en realidad es contrario al dogma.
2) La segunda definición infalible sobre el dogma fuera de la Iglesia no hay salvación fue la del Papa Bonifacio VIII en la bula Unam sanctam. En esta definición, el Papa Bonifacio VIII definió infaliblemente que es necesario que toda criatura humana este enteramente sometida al Romano Pontífice (y por lo tanto a la Iglesia católica) para la salvación.
Papa Bonifacio VIII, Unam sanctam, 18 de noviembre de 1302, ex cathedra: “Ahora bien, someterse al Romano Pontífice, lo declaramos, lo decimos, definimos y pronunciamos como de toda necesidad de salvación para toda criatura humana”[15].
He señalado el hecho de que sin el bautismo de agua nadie está sometido a la Iglesia o al Romano Pontífice. Cito al Concilio de Trento para probar el punto.
Papa Julio III, Concilio de Trento, sobre los sacramentos del bautismo y penitencia, sesión 14, Cap. 2, ex cathedra: “… la Iglesia en nadie ejerce juicio, que no haya antes entrado en ella misma por la puerta del bautismo. Porque ¿qué se me da a mí – dice el Apóstol – de juzgar a los que están fuera? (1 Cor. 5, 12). Otra cosa es que los domésticos de la fe, a los que Cristo Señor, por el lavatorio del bautismo, los hizo una vez ‘miembros de su cuerpo’ (1 Cor. 12, 13)”[16] (Denz. 895).
¡Ahora, nótese cómo el Dr. Ott admite que el “bautismo de deseo” y el “bautismo de sangre” no hacen que uno esté ni sometido a ni bajo la jurisdicción de la Iglesia!
Dr. Ludwig Ott, Manual de teología dogmática, Calidad de miembros de la Iglesia, p. 309: “3. Entre los miembros de la Iglesia no deben ser contados: a) Los no bautizados (…) Los catecúmenos no deben ser contados entre los miembros de la Iglesia (…) La Iglesia no reivindica ninguna jurisdicción sobre ellos (D 895)”[17].
¡Con esta declaración, el Dr. Ott admite que el “bautismo de deseo” y el “bautismo de sangre” no son compatibles con la definición infalible del Papa Bonifacio VIII sobre la necesidad absoluta de estar sometido a la Iglesia y al Romano Pontífice para la salvación! ¡El Dr. Ott nos muestra que el bautismo de deseo/sangre no puede ser cierto (y que es, de hecho, contrario al dogma), y él aún cita el mismo decreto que cité (D. 895 de Trento) para probar el punto!
3) La primera definición infalible sobre el dogma fuera de la Iglesia no hay salvación fue la del Papa Inocencio III en el Cuarto Concilio de Letrán. En esta definición, el Papa Inocencio III definió infaliblemente que la Iglesia católica es única Iglesia de “los fieles” y que fuera de esta “feligresía” absolutamente nadie se salva.
Papa Inocencio III, Cuarto Concilio de Letrán, constitución 1, 1215, ex cathedra: “Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual absolutamente nadie se salva…”[18].
He señalado que la tradición católica, la liturgia católica y todos los Padres enseñan que solo los bautizados en agua forman parte de los fieles. Ahora, nótese que en la cita anterior del Dr. Ott, él admite que el “bautismo de deseo” y el “bautismo de sangre” ¡no hacen que uno sea contado entre los fieles! Lo cito de nuevo:
Dr. Ludwig Ott, Manual de teología dogmática, Calidad de miembros de la Iglesia, p. 309: “3. Los catecúmenos no deben ser contados entre los miembros de la Iglesia (…) La Iglesia no reivindica ninguna jurisdicción sobre ellos (D 895). Los Padres trazan una clara línea de separación entre los catecúmenos y ‘los fieles’”[19].
¡Con esta declaración, el Dr. Ott admite que el “bautismo de deseo” y el “bautismo de sangre” no son compatibles con la definición infalible del Papa Inocencio III sobre la necesidad absoluta de pertenecer a “los fieles” para la salvación!
Por lo tanto, en tan solo un párrafo, el Dr. Ott reconoce al menos tres veces, basado en el dogma católico definido, que el bautismo de deseo y el bautismo de sangre no son compatibles con enseñanza católica; ¡y él hace estos reconocimientos en los puntos que son fundamentales a las tres definiciones infalibles más famosas sobre el dogma fuera de la Iglesia no hay salvación!
Y esta serie de cruciales reconocimientos del Dr. Ott – muy devastadores para la teoría del bautismo de deseo – me llevan al siguiente punto: los teólogos, basados en el testimonio de la tradición y la enseñanza católica, definen a la Iglesia católica de la misma manera – una unión en la fe y los sacramentos.
LOS TEÓLOGOS DEFINEN UNÁNIMEMENTE A LA IGLESIA CATÓLICA COMO UNA UNIÓN DE SACRAMENTOS – EL TESTIMONIO DE SAN ROBERTO BELARMINO, SAN FRANCISCO DE SALES, EL CATECISMO DE TRENTO Y TODOS LOS TEÓLOGOS
San Roberto Belarmino, Doctor de la Iglesia, ha dado una definición de la Iglesia católica que es famosa por su precisión. La fórmula de San Roberto Belarmino es reconocida por muchos como la definición escolástica más precisa de la Iglesia hasta nuestros días.
San Roberto Belarmino (siglo XVI): “Nuestra tesis es que hay una sola Iglesia, no dos; y que la única verdadera Iglesia [católica] es la comunidad de hombres unidos por la profesión de la verdadera fe cristiana y por la comunión de los mismos sacramentos, bajo el gobierno de los legítimos pastores y, sobre todo, del único Vicario de Cristo en la tierra, el Romano Pontífice. De esta definición se puede ver fácilmente quién pertenece a la Iglesia y quién no pertenece a ella. En efecto, esta definición se compone de tres partes: la profesión de la verdadera fe, la comunión de los sacramentos y la sumisión al legítimo Pastor, el Romano Pontífice. La primera parte excluye a todos los infieles, los que nunca estuvieron en la Iglesia, como los judíos, turcos y paganos, o los que una vez estuvieron en ella y más tarde salieron, como los herejes y apóstatas. La segunda parte, excluye a los catecúmenos y excomulgados, ya que los primeros no son admitidos a los sacramentos y los segundos están excluidos de ellos…”[20].
Aquí vemos la definición de la Iglesia que es aceptada por todos teólogos: una unión de la fe y los sacramentos. Según esta definición de Iglesia, no puede haber un bautismo de deseo porque los que no han recibido ninguno de los sacramentos (los no bautizados, incluyendo a los catecúmenos sin bautizar) no participan de la unidad de los sacramentos y, por siguiente, no forman parte de la Iglesia católica. ¿Podría ser algo más simple y claro?
Pero es un hecho – que puede sorprender a algunos – que San Roberto Belarmino no se mantuvo consistente con su anterior definición de la Iglesia. En realidad, él adoptó la falsa idea del bautismo de deseo (solo para los catecúmenos), que se convirtió en algo generalizado entre los teólogos a finales de la Edad Media, como se explicó en la sección sobre la historia del bautismo de deseo. Pero al adoptar la falsa idea del bautismo de deseo, San Roberto simplemente no permaneció consistente con su propia definición anterior de la Iglesia, así como con la definición unánime de los teólogos de la Iglesia.
Pero esta no fue la única cuestión en la cual San Roberto no permaneció enteramente consistente; él falló en mantenerse consistente en su lucha con la verdadera enseñanza sobre el limbo, como señala La enciclopedia católica.
Enciclopedia Católica, vol. 9, 1910, “Limbo,” p. 258: “Es claro que Belarmino encontraba la situación [sobre el limbo] embarazosa, siendo reacio, como era, en admitir que Santo Tomás y los escolásticos estaban generalmente en conflicto con lo que San Agustín y los otros Padres consideraban ser de fide [sobre el limbo], y lo que el Concilio de Florencia parecía haber enseñado definitivamente”[21].
Por tanto, es un hecho que los Padres, Doctores y Santos, incluyendo a San Roberto Belarmino, en realidad se contradijeron sobre el limbo, incluso en aquello que algunos de ellos consideraban ser de fide. Es por esto que los católicos no formulan sus conclusiones doctrinales definitivas basados únicamente en la enseñanza de Santos, incluyendo a San Roberto Belarmino. Los católicos formulan sus conclusiones doctrinales definitivas en base al dogma católico y en la enseñanza de los santos solamente cuando ellas son consistentes con el dogma. Y la anterior definición de San Roberto Belarmino, que excluye de la Iglesia católica a todas las personas sin bautizar, es consistente con dogma; en cambio, sus declaraciones sobre el bautismo de deseo, no lo son.
Papa Bonifacio VIII, Unam sanctam, 18 de noviembre de 1302, ex cathedra: “… ella representa un solo cuerpo místico (…) En ella hay ‘un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo’ (Ef. 4, 5). Una sola, en efecto, fue el arca de Noé en tiempo del diluvio, la cual prefiguraba a la única Iglesia (…) y fuera de ella leemos haber sido borrado cuanto existía sobre la tierra (…) y a este cuerpo lo llamó su única Iglesia, por razón de la unidad del esposo, la fe, los sacramentos y la caridad de la Iglesia”[22].
Aquí vemos que el Papa Bonifacio VIII definió como un dogma que la Iglesia es una unión de sacramentos. La Iglesia católica también fue definida infaliblemente como una unión de sacramentos por el Papa Eugenio IV.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Cantate Domino”, 1441, ex cathedra: “[La Santa Iglesia Romana] Firmemente cree, profesa y predica (…) que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia (ecclesiastici corporis) que solo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia católica”[23].
El significado y sentido obvio de este texto dogmático es que la Iglesia católica es un cuerpo eclesiástico y una unión de sacramentos, una unión de “tanto precio”. Esta es la verdad confesada por todos los teólogos. San Francisco de Sales enseña exactamente la misma verdad.
San Francisco de Sales, Doctor de la Iglesia: “La Iglesia es una santa universidad o compañía general de hombres unidos y reunidos en la profesión de una misma una fe cristiana; en la participación de los mismos sacramentos…”[24].
Aquí vemos que San Francisco de Sales repite la misma verdad y define de la misma manera a la Iglesia. ¡Es así como todos definen la Iglesia! El Catecismo del Concilio de Trento afirma la misma enseñanza:
Catecismo del Concilio de Trento, Los miembros de la Iglesia militante, pp. 99-100: “La Iglesia militante se compone de dos clases de personas, las buenas y las malas, ambas profesan la misma fe y participan de los mismos sacramentos…”[25].
¿Puede haber una enseñanza más consistente? El Catecismo de Trento concluye:
Catecismo del Concilio de Trento, p. 159: “En el carácter impreso por el bautismo, ambos efectos son ejemplificados. Por él estamos calificados para recibir los otros sacramentos, y el cristiano es distinguido de aquellos que no profesan la fe”[26].
Una vez más, vemos cómo los defensores del bautismo de deseo, como el P. Cekada, están completamente equivocados y en realidad pervierten la verdad cuando aseveran que la enseñanza de los teólogos nos obliga a creer en el “bautismo de deseo”. Es exactamente lo contrario. La enseñanza unánime de los teólogos contradice la falsa doctrina del bautismo de deseo mediante la definición de la Iglesia como siendo la unión de solo aquellos que han recibido los sacramentos, definición que también es un dogma (Eugenio IV; Bonifacio VIII, de fide). Los católicos no están obligados, y de hecho deben rechazar, las declaraciones y especulaciones falibles de los hombres, por muy grandes que sean, como San Roberto Belarmino, cuando no están en armonía con el dogma católico, por no mencionar cuando ellos contradicen los mismos principios que ellos afirman en otro lugar.
Y esto es precisamente la razón de por qué San Roberto Belarmino no haya podido explicar convincentemente la idea del “bautismo de deseo” cuando él ya había definido la Iglesia católica como un cuerpo que excluye a todos los no bautizados. Él erró tristemente al intentar explicar cómo los catecúmenos se pueden salvar cuando solo las personas bautizadas forman parte de la Iglesia católica.
San Roberto Belarmino, De Ecclesia Militante: “En cuanto a los catecúmenos hay una dificultad mayor, porque ellos son fieles [tienen la fe] y pueden salvarse si mueren en este estado, y a pesar de que fuera de la Iglesia nadie se salva (…) los catecúmenos están en la Iglesia, aunque no en hecho real, sino por lo menos en resolución, por lo tanto, ellos se pueden salvar…”[27].
Nótese la dificultad con que se encuentra San Roberto al tratar de explicar el bautismo de deseo; él inmediatamente transige y contradice su propia definición de Iglesia.
San Roberto Belarmino (siglo XVI): “Nuestra tesis es que hay una sola Iglesia, no dos; y que la única verdadera Iglesia [católica] es la comunidad de hombres unidos por la profesión de la verdadera fe cristiana y por la comunión de los mismos sacramentos, bajo el gobierno de los legítimos pastores y, sobre todo, del único Vicario de Cristo en la tierra, el Romano Pontífice. De esta definición se puede ver fácilmente quién pertenece a la Iglesia y quién no pertenece a ella. En efecto, esta definición se compone de tres partes: la profesión de la verdadera fe, la comunión de los sacramentos y la sumisión al legítimo Pastor, el Romano Pontífice. La primera parte excluye a todos los infieles, los que nunca estuvieron en la Iglesia, como los judíos, turcos y paganos, o los que una vez estuvieron en ella y más tarde salieron, como los herejes y apóstatas. La segunda parte, excluye a los catecúmenos y excomulgados, ya que los primeros no son admitidos a los sacramentos y los segundos están excluidos de ellos…”[28].
En primer lugar, la “dificultad” de San Roberto al intentar explicar su posición (falible) de que los catecúmenos pueden salvarse, cuando los catecúmenos están excluidos de la Iglesia por su propia definición, es simplemente porque la idea de que una persona sin bautizar pueda ser parte de la Iglesia no se encuentra en ninguno de todos los Concilios y declaraciones del magisterio papal. La Iglesia católica ha sostenido y enseñado exclusivamente que solo los que han recibido el sacramento del bautismo forman parte de la Iglesia y ningún decreto dogmático ha enseñado jamás otra cosa.
Y es por eso que San Roberto se ve obligado a admitir que los catecúmenos no están en realidad dentro de la Iglesia, sino que, argumenta él, ellos se pueden salvar por tener la resolución, pero no en hecho. (Nota: San Roberto aplica esta idea únicamente a los catecúmenos, no a los paganos, ni herejes y cismáticos, como hoy en día les encanta afirmar a los modernistas). Pero, contrariamente a la afirmación falible y errónea de San Roberto de que los catecúmenos pueden salvarse por estar en la Iglesia “no en hecho real, sino por lo menos en resolución”, se ha definido que hay que pertenecer en hecho real a la Iglesia. Se ha definido que hay que estar “en el seno y unidad” (Eugenio IV); que hay que estar incorporado en el “cuerpo eclesiástico” (Eugenio IV); que hay que estar “enteramente sometido al Romano Pontífice” (Bonifacio VIII); que hay que estar en la unión de los “sacramentos” y entre los “fieles” (Eugenio IV; Bonifacio VIII; Inocencio III). Y estas cosas solo vienen por el bautismo de agua, como lo atestigua la propia definición de Iglesia de San Roberto. Pero, al tratar de explicar lo inexplicable (de cómo el bautismo de deseo es compatible con el dogma católico) y defender lo indefensible (de cómo los catecúmenos no bautizados pueden estar en una Iglesia definida como una unión de sacramentos), San Roberto contradice estos principios y comete un error.
En segundo lugar, al intentar justificar su creencia errónea en el bautismo de deseo, San Roberto dice que los catecúmenos son “fieles”. Esto es contrario a los Padres y a la enseñanza de la liturgia católica tradicional desde los tiempos apostólicos, que excluían de entre “los fieles” a los catecúmenos (como se explica en la sección sobre “La única Iglesia de los fieles”). También es contrario a la admisión inmediata de los defensores del bautismo de deseo, como Ludwig Ott, que ya he citado.
Dr. Ludwig Ott, Manual de teología dogmática, Calidad de miembros de la Iglesia, p. 309: “3. Los catecúmenos no deben ser contados entre los miembros de la Iglesia (…) La Iglesia no reivindica ninguna jurisdicción sobre ellos (D 895). Los Padres trazan una clara línea de separación entre los catecúmenos y ‘los fieles’”[29].
El lector podrá ahora constatar nuevamente lo que he venido mostrando a lo largo de este extenso examen de la historia sobre la cuestión del bautismo de deseo: de que el bautismo de deseo es una tradición del hombre falible, errónea, que nunca ha sido enseñada por el magisterio papal, que ha ganado impulso basada en pasajes falibles e imperfectos de algunos hombres, aunque grandes, que se contradecían a sí mismos y violaban sus propios principios en el intento de explicarlo, mientras cometían casi siempre otros errores en los mismos documentos.
De hecho, la declaración de San Roberto de que los catecúmenos son “fieles” también contradice el Catecismo del Concilio de Trento.
Catecismo del Concilio de Trento, Comunión de sacramentos, p. 110: “El fruto de todos los sacramentos es común a todos los fieles, y estos sacramentos, en particular el bautismo, la puerta, por así decirlo, por la cual somos admitidos a la Iglesia, muchos son los vínculos sagrados que los unen entre sí y los unen a Cristo”[30].
Esto significa que aquellos que no han recibido los sacramentos no forman parte de los “fieles”, en contra nuevamente de lo que Belarmino aseveró en su admitido “difícil” intento de reconciliar la falsa idea del bautismo de deseo con su propia definición de la Iglesia católica, que excluye a todos los que están sin bautizar. Cuando los santos entran en “difíciles” intentos para explicar cosas especulativas que no están claramente enseñadas por la Iglesia, ellos quedan sujetos a cometer errores. Y, por siguiente, los católicos no deben seguir a San Roberto en este “difícil” (o mejor dicho, imposible) intento de explicar el bautismo de deseo, sino más bien deben seguir a San Gregorio Nacianceno (Doctor de la Iglesia), quien ante a la idea de que se puede considerar como bautizado el que deseaba el bautismo pero no lo recibió, declaró: “No veo cómo”[31].
Es un hecho que San Roberto cometió un error sobre el tema del bautismo de deseo, tal como lo hizo con el limbo; pero lo que es más importante recordar, como ya se dijo, es lo siguiente: si bien que el principio de la infalibilidad papal se creyó siempre en la Iglesia (expresada desde los primeros tiempos con frases tales como en la sede apostólica la religión católica siempre se ha conservado sin mancha y mantenido la santa doctrina), no hay duda que después de la definición de la infalibilidad papal, por el Primer Concilio Vaticano en 1870, hay mucha más claridad acerca de cuáles documentos son infalibles y cuáles no. San Roberto Belarmino y otros que vivieron antes de 1870 no necesariamente tenían este grado de claridad, que hizo que muchos de ellos redujeren la distinción, en ciertos casos, entre los decretos infalibles de los Papas y la enseñanza falible de los teólogos. Eso también causó que ellos no mirasen tan literalmente lo que el dogma de hecho declaraba, sino más bien a lo que ellos pensaban que el dogma pudiera significar a la luz de la opinión de los teólogos populares de la época.
Los católicos que vivimos en la actualidad podemos decir que entendemos más acerca de la infalibilidad papal que como lo entendieron los teólogos y doctores desde la Edad Media hasta 1870, y que poseemos una ventaja en la evaluación de esta cuestión, no solo porque vivimos después de la definición de la infalibilidad papal, sino también porque podemos revisar toda la historia de las declaraciones papales de la Iglesia sobre este tema y ver la armonía entre ellas sobre la necesidad absoluta del bautismo de agua.
LA TRADICIÓN UNIVERSAL SOBRE EL BAUTISMO AFIRMADO INCLUSO POR LOS CATECISMOS HERÉTICOS MODERNOS
Para ilustrar más aún el punto de que la necesidad absoluta del bautismo de agua para la salvación es la enseñanza universal y constante de todos los teólogos incluso durante la época de apostasía y por aquellas mismas personas que niegan esta verdad, tomemos, por ejemplo, una reciente edición del Catecismo de Baltimore y del Catecismo atribuido al Papa San Pío X.
EL CATECISMO DE BALTIMORE
Nuevo catecismo de San José de Baltimore, N. 2, P. 320: “¿Por qué es necesario el bautismo para la salvación de todos hombres? R. El bautismo es necesario para la salvación de todos los hombres porque Cristo ha dicho: ‘Quien no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios’”[32].
Nótese que esta edición del Catecismo de Baltimore, que enseña el error del bautismo de deseo (como veremos), reitera la enseñanza universal y constante de la Iglesia católica, basado en las palabras de Jesucristo en Juan 3, 5, que el bautismo de agua es necesario para la salvación de todos los hombres. El Catecismo de Baltimore, por lo tanto, enseña la exacta misma verdad de fe que ha sido un eco constante en la tradición católica desde el principio.
Hermas, 140 d.C., cita a Jesús en Juan 3, 5: “Ellos tenían que salir a través del agua, para que pudieran recibir la vida; porque de otro modo no habrían podido entrar en el reino de Dios”[33].
San Justino Mártir, 155 d.C.: “… los llevamos a un lugar donde hay agua, y allí ellos renacen del mismo modo de renacimiento en que renacimos (…) en el nombre de Dios, (…) ellos reciben el lavatorio de agua. Porque Cristo dijo: ‘Si no renaciereis, no entraréis en el reino de los cielos’. La razón para hacer esto la aprendimos de los apóstoles”[34].
Por lo tanto, contrariamente a la creencia popular, los que rechazan el “bautismo de deseo” en realidad siguen la enseñanza del Catecismo de Baltimore sobre la necesidad absoluta de bautismo de agua. No siguen, sin embargo, la enseñanza del falible del Catecismo de Baltimore cuando procede a contradecir esta verdad sobre la necesidad absoluta del bautismo de agua para la salvación al enseñar el bautismo de deseo.
Nuevo catecismo de San José de Baltimore, N. 2, P. 321: “¿Cómo pueden salvarse quienes sin culpa no han recibido el sacramento del bautismo? R. Los que por causas ajenas a la suya no han recibido el sacramento del bautismo pueden salvarse por el llamado bautismo de sangre o el bautismo de deseo”[35].
Esta declaración contradice abiertamente la verdad enseñada en la P. 320; que el bautismo de agua es absolutamente necesario para la salvación de todos hombres. En el Catecismo de Baltimore se le enseña a la gente dos nociones directamente contradictorias una después de la otra:
- El bautismo de agua es absolutamente necesario para la salvación de todos;
y…
- El bautismo de agua no es absolutamente necesario para la salvación de todos.
¿Pueden ambas ser verdaderas al mismo tiempo? No, no pueden. Como católico, se debe seguir la primera declaración, que está de acuerdo con el dogma definido y la tradición universal desde el principio de la Iglesia, y se basa en la declaración de Cristo mismo.
Además, la edición del Catecismo de Baltimore que estoy citando también hace las mismas admisiones devastadoras que el Dr. Ott se vio obligado a hacer en su discusión acerca de lo que el llamado “bautismo de deseo” no es.
Nuevo catecismo de San José de Baltimore, N. 2, P. 321: “Sin embargo, solo el bautismo de agua en realidad hace que una persona sea miembro de la Iglesia. Él (bautismo de sangre/deseo) podría compararse con una escalera por la cual se trepa a la barca de Pedro, como la Iglesia a menudo es llamada. El bautismo de sangre o de deseo hace que una persona sea miembro de la Iglesia en el deseo. Estos son los dos cabos de salvamento que se arrastran de los costados de la Iglesia para salvar a los que están fuera de la Iglesia por causas ajenas a la propia”[36].
Aquí vemos esta edición del Catecismo de Baltimore enseñando que: 1) El bautismo de deseo no hace que uno sea miembro de la Iglesia; 2) El bautismo de deseo sí hace a uno ser miembro de la Iglesia en el deseo; 3) hay salvación fuera de la Iglesia por el bautismo de deseo y de sangre.
Las primeras dos declaraciones se contradicen entre sí, mientras la tercera es herejía directa contra el dogma fuera de la Iglesia absolutamente nadie se salva (Papa Inocencio III, de fide). Por lo tanto, la explicación del “bautismo de deseo” de esta edición del Catecismo de Baltimore no es solamente falible, sino directamente herética.
Papa Inocencio III, Cuarto Concilio de Letrán, constitución 1, 1215, ex cathedra: “Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual absolutamente nadie se salva, y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo”[37].
Pero después de haber enseñado que el bautismo de deseo “salva” a las personas “fuera” de la Iglesia, esta versión del Catecismo de Baltimore demuestra una vez más que el bautismo de deseo es incompatible con el dogma definido – sin mencionar su propia enseñanza sobre la necesidad absoluta del bautismo de agua para la salvación.
EL CATECISMO ATRIBUIDO AL PAPA SAN PÍO X
Notas:
[1] Denzinger 1683.
[2] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 3, pp. 14‐15 nota 31.
[3] The Catholic Encyclopedia, Volume 9, “Limbo,” 1910, p. 257.
[4] The Catechism of the Council of Trent, p. 171.
[5] Arzobispo Patrick Kenrick, Treatise on Baptism [Tratado sobre el Bautismo], Baltimore: Hedian and O’Brien, 1852, pp. 84‐85; citado por Michael Malone, The Only‐Begotten, p. 394.
[6] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2, p. 39.
[7] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2, p. 3.
[8] The Papal Encyclicals, vol. 4 (1939‐1958), pp. 178‐179.
[9] Dr. Ludwig Ott, Fundamentals of Catholic Dogma, p. 354.
[10] P. Francis Spirago y P. Richard Clarke, The Catechism Explained, Rockford: IL, Tan Books, p. 579.
[11] P. Francis Spirago y P. Richard Clarke, The Catechism Explained, p. 579.
[12] Dr. Ludwig Ott, Fundamentals of Catholic Dogma, p. 309.
[13] Denzinger 714; Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 578.
[14] Dr. Ludwig Ott, Fundamentals of Catholic Dogma, p. 309.
[15] Denzinger 468‐469.
[16] Denzinger 895; Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 2, p. 704.
[17] Dr. Ludwig Ott, Fundamentals of Catholic Dogma, p. 309.
[18] Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 230; Denzinger 430.
[19] Dr. Ludwig Ott, Fundamentals of Catholic Dogma, p. 309.
[20] De Ecclesia Militante, Book III, Ch. 2, opera omnia, Naples 1872, p. 75; citado parcialmente por el P. Laisney, Is Feeneyism Catholic?, p. 76.
[21] The Catholic Encyclopedia, Volume 9, “Limbo,” 1910, p. 258.
[22] Denzinger 468.
[23] Denzinger 714; Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 578.
[24] San Francisco de Sales, The Catholic Controversy, p. 161.
[25] The Catechism of the Council of Trent, pp. 99‐100.
[26] The Catechism of the Council of Trent, p. 159.
[27] De Ecclesia Militante, Book III, Ch. 3, opera omnia, Naples 1872, p. 75; citado por el P. Laisney, Is Feeneyism Catholic?, p. 76.
[28] De Ecclesia Militante, Book III, Ch. 2, opera omnia, Naples 1872, p. 75; citado parcialmente por el P. Laisney, Is Feeneyism Catholic?, p. 76.
[29] Dr. Ludwig Ott, Fundamentals of Catholic Dogma, p. 309.
[30] The Catechism of the Council of Trent, p. 110.
[31] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2: 1012.
[32] The New St. Joseph Baltimore Catechism, No. 2, New York: Catholic Book Publishing Co., 1962‐1969, p. 153.
[33] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 1: 92.
[34] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 1: 126.
[35] The New St. Joseph Baltimore Catechism, No. 2, 1962‐1969, p. 153.
[36] The New St. Joseph Baltimore Catechism, No. 2, p. 153.
[37] Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 230; Denzinger 430.
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Yo entiendo todo esto, y hace sentido. Mi pregunta es, porque esta doctrina no fue especificamente condenada o por lo meno censurado en una manera muy claro y directo? Estoy confundido.
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