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La Sagrada Escritura contra la ignorancia invencible y la evidencia de la inmediata diseminación del Evangelio en todo el mundo
El hecho es que Dios ha revelado que todos los que quieran salvarse deben creer en la fe católica (la Trinidad y la Encarnación es “la fe católica” en sus misterios más simples – véase el Credo Atanasiano). No debiera ser difícil para un católico aceptar el hecho que Dios se asegurará que las almas de buena voluntad oirán su voz y recibirán la fe católica. Después de todo, los católicos están obligados a profesar, en el solo Credo de los Apóstoles, la creencia en numerosos eventos sobrenaturales: el nacimiento virginal, la Resurrección y la Ascensión. Un católico también tiene que creer en la Sagrada Escritura que está llena de milagros y de fenómenos sobrenaturales. La transubstanciación (la presencia real de Cristo en la Eucaristía) también es un milagro de todos los días en que los católicos tradicionales creen. Entonces, ¿por qué sería difícil creer que Dios quite la ignorancia de las almas de buena voluntad sin importar dónde se encuentren, incluso milagrosamente si es necesario? El nombre de Jesús es el único nombre bajo todo el cielo (Hechos 4, 12) en el cual hay salvación; y los que no entran por Jesús, son ladrones y salteadores (Juan 10).
Un caso famoso es el de la venerable María de Agreda, quien viajó por el don de la bilocación, desde su convento en España hasta los desiertos de Texas para instruir a los indios en la verdadera fe. “Hay un gran mural sobre la entrada principal de la catedral de Ft. Worth que representa estas prolongadas visitas, así como el enorme original que cuelga en la iglesia de Santa Ana en Beaumont, Texas”[2]. Sus bilocaciones milagrosas a los Estados Unidos se produjeron por once años (1620-1631), desde Texas a Nuevo México y Arizona, abarcando más de mil quinientos kilómetros.
También se relata en muchos lugares del Nuevo Testamento que el Evangelio fue incluso, en la época de los Apóstoles, predicado en todo el mundo.
El Nuevo Testamento es claro al decir que el Evangelio llegó “hasta los extremos de la tierra” (Hechos 1), “a toda criatura bajo el cielo” (Col. 1), y “hasta los confines del orbe” (Rom. 10). Es muy posible que los Apóstoles hayan sido milagrosamente transportados a las extremidades de la tierra a predicar el Evangelio y bautizar en el mismo carro con el que el profeta Elías fue llevado milagrosamente de la tierra – un carro de fuego.
De hecho, sabemos que San Felipe Apóstol fue transportado de una manera similar a la de Elías, después que Felipe bautizara al eunuco de Candace.
Hechos 2 nos dice también que el día de Pentecostés, judíos de “todas las naciones que hay debajo del cielo” (que habían venido a Jerusalén para el día de Pentecostés) fueron convertidos y bautizados.
Una vez que estas almas de “cuantas naciones hay bajo el cielo” se convirtieron y bautizaron, viajaron de regreso a sus respectivas tierras y difundieron el Evangelio – facilitando la inmediata diseminación del Evangelio en las tierras lejanas de todo el mundo. Por eso, por ejemplo, hay evidencia del cristianismo en Partia que es contemporánea con los primeros contactos occidentales en ese reino después de Cristo.
Puesto que estas almas se habían convertido de una manera intensa “estupefactos” (Hechos 2, 12) – “y se apoderó de todos los espíritus el temor, pues muchos eran los prodigios y señales realizados por los apóstoles” (Hechos 2, 43) – ellos se convirtieron en celosos instrumentos misioneros de Dios que difundieron inmediatamente la fe y bautizaron en sus países de origen. Y esto ni siquiera incluye la obra misionera que los mismos Apóstoles hicieron en las tierras fuera del Imperio Romano. San Andrés, por ejemplo, llegó a predicar tan lejos como Ucrania[4].
Es por eso que los célebres Padres San Justino Mártir (citado arriba), San Irineo, San Clemente y muchos otros escriben:
También sabemos que el Espíritu Santo les prohibía especialmente a los Apóstoles predicar el Evangelio en ciertos lugares, debido, muy probablemente, a la mala voluntad con que se encontrarían sus habitantes.
Nada de esto quiere decir, por supuesto, que no se debe predicar el Evangelio a una persona sin la inspiración sobrenatural. Es simplemente para ilustrar que Dios conoce las almas de buena voluntad y las almas de mala voluntad, Él está plenamente consciente de quién está verdaderamente deseoso de la verdad del Evangelio y quién no, y no hay nada que le pueda detener en revelar su verdad a aquellos que son sinceros. ¡El Señor añade a diario a la Iglesia a los que han de ser salvos!
San Pablo dice además que los hombres (es decir, los hombres mayores del uso de la razón que quieren salvarse) no pueden tener fe en Cristo, que es necesaria para la salvación, si no han oído hablar de Él. “Y ¿cómo creerán sin haber oído de Él?” (Romanos 10). Dado que los mayores del uso de la razón deben escuchar la palabra de Cristo para tener la fe (Romanos 10), deben escuchar la palabra de Cristo para tener la salvación, porque nadie se justifica sin la fe – la única verdadera fe católica.
El hecho de que nadie puede salvarse sin la fe católica es, sin duda, la razón de por qué hay evidencia de la llegada del cristianismo al Nuevo Mundo mucho antes que Cristóbal Colón lo descubriese. San Brandán el Navegante (484-577 d.C.) informa haber hecho viajes a través del Atlántico mucho antes de Cristóbal Colón[11], y se ha descubierto evidencia arqueológica que confirma esta afirmación.
Los conquistadores católicos de los siglos XV y XVI del norte y sur de América, quienes también derrocaron al satánico imperio azteca, encontraron abundante evidencia de la antigua presencia del cristianismo en el Nuevo Mundo.
Se han descubierto evidencias de que el cristianismo llegó a China desde el siglo primero o segundo. “Un profesor chino de teología dice que la primera Navidad está representada en el relieve en piedra de la dinastía Han del Este (25-220 d.C.). En la foto (…) una mujer y un hombre están sentados en torno a lo que parece un pesebre, con los supuestos ‘tres reyes magos’ que se acercan desde el lado izquierdo, sosteniendo regalos; ‘el pastor’ que les seguía de rodillas a la derecha, y ‘los asesinos’ detrás”[13]. De hecho, San Francisco Javier (1506-1552) y el P. Matteo Ricci (1552-1616), dos de los misioneros más influyentes de la Compañía de Jesús, “afirmaron en sus escritos que encontraron pruebas que corroboran que Tomás había pasado por China con éxito”[14].
Así, por estos cuatro medios fue trasmitido el Evangelio hasta los confines de la tierra durante el período de la revelación de Jesucristo – es decir, el período en cual su fin está oficialmente marcado con la muerte del último Apóstol: 1) la predicación de los Apóstoles que abarcaba todo el Imperio Romano y las amplias zonas fuera de él, y la predicación de la multitud convertida por ellos; 2) la predicación de todos los convertidos en Pentecostés, que llevaron el Evangelio a sus tierras lejanas; 3) la posibilidad del transporte milagroso de los Apóstoles a tierras lejanas donde se encontraban las almas de buena voluntad, así como Felipe fue transportado lejos del eunuco (Hechos 8 y 4) la intervención directa sobrenatural de Dios diciéndoles a la gente lo que necesitan creer y hacer para ser convertidos a la fe cristiana y salvarse. Vemos esta intervención sobrenatural directa de Dios para instruir a las almas de buena voluntad en el caso de Cornelio y San Pablo:
También debemos tener en cuenta un quinto factor muy importante, que arroja más luz sobre esta cuestión: la enseñanza de Cristo es que la inmensa mayoría de la humanidad es de mala voluntad y, por lo tanto, se condenan. Jesús reveló que son pocos los que se encuentran en el camino de la salvación en Mateo 7, 13, y los grandes maestros espirituales de la Iglesia católica han enseñado que no sólo la mayoría de la humanidad está perdida (es decir, todos los que mueren como no católicos), sino incluso la mayoría de los que profesan ser católicos.
Ya que el triste hecho de la historia humana es que pocos son de la verdad – algo que también se descubre por la lectura del Antiguo Testamento y las historias acerca de que pocos que fueron encontrados dignos de entrar en la Tierra Prometida, y que pocos permanecían fieles a la ley de Dios en proporción a la súper-mayoría de incluso el pueblo de Dios que cayó repetidamente en la idolatría – esto ayuda en explicar por qué Dios deja en la ignorancia a segmentos de la población mundial. Ello es porque ahí no se encuentran almas de buena voluntad. Por lo tanto, las partes del Nuevo Mundo que no fueron alcanzadas por el Evangelio, no fueron alcanzadas porque ahí no se encontraban los elegidos.
Las palabras del Nuevo Testamento que hablan de que el Evangelio era predicado en toda la creación debajo del cielo, y las palabras de nuestro Señor de que los Apóstoles serían testigos de Él en “los confines de la tierra” en su último discurso antes de su ascensión, sugieren que tal vez algunos de los mismos Apóstoles fueron transportados milagrosamente a las zonas del mundo donde se encontraban las almas de buena voluntad. Pero independientemente de lo que obtiene de los pasajes de las Escrituras aquí citados, el hecho es que el Evangelio fue predicado donde se encontraban las almas de buena voluntad y, donde no se predica, no hay salvación.
[1] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 1: 144a.
[2] Michael Malone, The Only‐Begotten, p. 329.
[3] Warren H. Carroll, A History of Christendom, Christendom Press, vol. 1 (The Founding of Christendom), p.
429, nota 9.
[4] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 1 (The Founding of Christendom), p. 435, nota 47.
[5] Warren H. Carroll, A History of Christendom,vol. 1 (The Founding of Christendom), p. 406.
[6] Warren H. Carroll, A History of Christendom,vol. 1 (The Founding of Christendom), p. 406.
[7] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 1: 191‐192.
[8] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 1: 405.
[9] Denzinger 1793.
[10] Denzinger 1000.
[11] The Catholic Encyclopedia, “Brendan,” Volume 2, 1907, p. 758.
[12] Francis Anson, Guadalupe: What Her Eyes Say [Guadalupe: Lo que dicen sus ojos], Manila: Sinag‐tila Publishers, Inc., 1994, p. 62.
[13] Wang Shanshan, “Stones Indicate earlier Christian Link?”, China Daily,
http://www2.chinadaily.com.cn/english/doc/2005‐12/22/content_505587.htm
[14] http://www2.chinadaily.com.cn/english/doc/2005‐12/22/content_505587_4.htm
[15] Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 1: 320a.
[16] San Luis de Montfort, The Secret of the Rosary [El Secreto del Rosario], edición inglesa, Tan Books, p. 65.
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