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Abraham: Fe, Providencia, Prefigura
En este video se analiza el libro de Génesis capítulo 22. Este estudio de la Biblia tratara sobre la fe de Abraham, la providencia de Dios, y la prefigura bíblica de Jesucristo, Isaac.
En Génesis 22, se lee de una poderosa historia acerca de cómo Dios le dijo a Abraham que sacrificara a su único hijo, Isaac. En Génesis capítulo 22, versículo 1, vemos que Dios pone a prueba a Abraham. Esto nos debe recordar que Dios siempre pondrá a prueba a cada uno de sus seguidores en varios momentos de sus vidas para ver si perseveran fieles a su fe, a su ley y a sus mandamientos.
Según los estándares modernos, la prueba que Dios le dio a Abraham fue inconcebiblemente difícil. Dios le dijo a Abraham que matara a su hijo unigénito. Sin embargo, al oír el mandato de Dios, Abraham se dispuso a obedecerlo inmediatamente. Cuando Dios vio que Abraham creyó y aceptó su palabra y además actuó para cumplirla, Dios intervino para detener a Abraham. Por lo tanto, Abraham es un ejemplar de una fe verdadera y sin titubeos que acepta sin demora lo que Dios le ha revelado, incluso si no logra ver la justificación para ello o su fundamento racional.
Como bien dice San Anselmo:
El ejemplo de Abraham es sobresaliente en la historia para servirnos de instrucción y admiración. La verdadera fe primero cree y en segundo lugar entiende. Sólo cuando creemos, podremos entender realmente. Este principio tiene una aplicación especial respecto a la verdad de Dios acerca de la salvación. La mayoría de las personas de hoy se niegan a creer lo que Dios ha enseñado sobre el destino de aquellos que mueren en pecado mortal o fuera de la verdadera fe. Algunos de ellos también rehúsan a creer lo que Dios ha dicho acerca de los pocos que se salvan, el hecho es que la mayoría de la gente va al infierno. Ver el Evangelio de San Mateo, capítulo 7, versículo 13.
Puesto que estas personas no ven cómo los individuos, que ellos consideran ser buenos, podrían posiblemente ser condenados al infierno por un Dios justo, ellos rechazan lo que Dios ha dicho al respecto. Se convencen de que la realidad debe ser otra de la que Dios ya ha revelado, y que dicha persona pudo, por tanto, haberse salvado. Ellos están, por desgracia, privados del don de la fe que fue demostrada tan claramente por Abraham. Si Abraham hubiese actuado de la manera como lo hacen ellos, él, por supuesto, hubiera perdido el favor de Dios y la profunda promesa que Él le hizo.
Como leemos en Génesis 22, 17-18:
El concepto de obedecer la voz de Dios que vemos aquí y en muchos otros lugares en la Sagrada Escritura, no es lo más típico que muchos consideran ser. Es decir, ello no se refiere a una multiplicidad de prácticas piadosas que UNO decide realizar, ni tampoco se refiere a la cantidad de esfuerzo que quizás empleamos por lo que UNO ESTIMA ser la causa de Dios. No, se capta algo más sutil. En muchos contextos bíblicos, el obedecer a Dios o a su voz, se refiere específicamente y sobre todo en creer lo que Dios ha dicho exactamente como Él lo ha dicho. Ello se refiere a una conexión especial con la revelación de Dios. Si bien que ciertamente a veces ello tiene aplicación a algunas acciones que deben llevarse a cabo o cosas que se deben cumplir, es cierto que el componente inicial de la obediencia hacia su palabra, descansa en la fe en lo que Él ha dicho. Si usted no cree en lo que Dios ha dicho, usted lo rechaza. Si usted cree lo que Él ha dicho, usted lo acepta y, lógicamente, deberá cumplir con lo que Él ha revelado.
Sin embargo, cuando la obediencia se define según nuestra propia manera, es decir, con acciones que son hechas supuestamente para Dios mientras que uno NO CREE en algo que Dios ha revelado, esto no es de ninguna manera obedecer a Dios. Ello no tiene ningún valor ante su presencia. Un pasaje que nos ilustra bien esta verdad se encuentra en 1 Reyes 15, 22-23 o 1 Samuel 15, 22-23.
El rey Saúl trató de honrar al Señor con sacrificios mientras que violaba o ignoraba su palabra. Como resultado, los sacrificios de Saúl fueron totalmente rechazados por Dios y fue arrojado fuera por el Señor. Como podemos ver, la obediencia a su palabra es mejor que los sacrificios. Incluso aquellos sacrificios hechos con el propósito de honrar al Señor, como los del rey Saúl, son rechazados por Dios si no se realizan en conformidad con su palabra y en la fidelidad a ella. Este pasaje se aplica a muchos falsos “católicos” modernistas, que niegan lo que Dios ha dicho acerca de quiénes se salvan, y que, a pesar creen que complacerán a Dios con sus prácticas piadosas (como el rezar diario una parte del rosario, etc.) o incluso asistiendo u ofreciendo misas tradicionales. Si ellos rechazan el dogma católico y la palabra del Señor, y por ende la verdadera fe en Él acerca de la salvación, todas sus observancias de la misa tradicional no les ayudarán. Ellos bien pueden asistir u ofrecer mil misas tradicionales de las más reverentes y seguirán siendo rechazadas por Dios, puesto que se han separado de esa unión inicial con Él, que sólo procede en la fe en su palabra.
Por eso el Credo Atanasiano y en Hebreos 11, 6 nos dice que sin la fe, la única verdadera fe católica, es imposible agradar a Dios. Si rechazamos la fe, rechazamos a Dios. La fe es lo que más falta hoy en día. Este principio también se aplica a aquellas personas que SABEN muy bien que, según la revelación de Dios, la iglesia moderna del Vaticano II y sus líderes no pueden ser considerados católicos. Estas personas reconocen que, según la doctrina católica, la iglesia del Vaticano II no es católica, sin embargo, se rehúsan a creer que Dios pueda permitir que tantas personas sean engañadas. Por esta razón, ellos se someten a la secta del Vaticano II o a sus líderes, optando seguir lo que esta secta dice entender de la justicia de Dios, en vez de seguir lo que concluye por la revelación de Dios. Es decir, que los herejes están fuera de la Iglesia y que no tienen ninguna autoridad sobre los católicos. Estas personas ciertamente no actúan como lo hizo Abraham, porque ellos se niegan a creer hasta que puedan entender, ellos cortan la unión inicial con Dios. Si ellos creyesen como Abraham, se les daría luego la gracia para entender no sólo cómo es posible que tantos sean engañados, sino también la razón de por qué es lo justo.
Hay algo más que es muy sorprendente en este capítulo. Nótese que tan pronto como Abraham extendió la mano para matar a su hijo, el ángel del Señor intervino, y entonces sucedió algo más. Leemos:
En cuanto Abraham obedeció a Dios, Dios dispuso que un carnero lo siguiera detrás de él y se quedare enredado por los cuernos en la espesura. El carnero, por consiguiente, sirvió como ofrenda en vez de su hijo, Isaac. Y apareció en el mismo momento que el ángel terminó de hablar con Abraham. Por esta razón, Abraham llamó a ese lugar “El Señor proveerá”. Este es un ejemplo extraordinario de la providencia de Dios. Si Dios pudo disponer para que un carnero apareciere en el momento en que Abraham estaba por sacrificar a su hijo, ¿podrá también Él disponer que un alma de buena voluntad permanezca con vida hasta recibir el bautismo de agua, del cual Él declaró ser necesario para la salvación? Por supuesto que sí. Dios puede y lo hará así. Como lo declaró solemnemente el Primer Concilio Vaticano:
Al igual que San Agustín dice en sus sermones, en el año 391 d.C.:
Dios proveyó el carnero para Abraham y Dios proveerá el bautismo de agua para los que verdaderamente lo desean y se lo merecen.
Por último, no se puede terminar este estudio bíblico de Génesis 22, sin que se mencione cómo la decisión de Abraham de sacrificar a Isaac es un tipo bíblico de cómo Dios Padre ofreció a su Hijo Unigénito, Jesucristo, para ser sacrificado en la cruz por la salvación del mundo.
En Génesis 22, versículo 2, Dios le dice a Abraham que ofrezca a su hijo único. De hecho, Abraham tenía dos hijos, Isaac e Ismael. Sin embargo, Ismael nació de Agar, la esclava de Sara, esposa de Abraham, y solo Isaac era el hijo de la promesa. Hay una énfasis especial en Génesis 22 de que este hijo es el hijo engendrado o unigénito de Abraham.
Claramente este es un tipo o prefigura bíblica de Dios Padre ofreciendo a su Hijo, a su Hijo Unigénito, Jesucristo, por la humanidad. Y en Génesis 22, 6, leemos que Abraham tomó la leña para el holocausto y la cargó sobre la espalda de Isaac.
Como Abraham es un tipo bíblico de Dios Padre e Isaac es el tipo bíblico de Dios Hijo, esto claramente prefigura la madera de la cruz cargada por Jesucristo cuando se dirigía al holocausto del calvario. De hecho, la redacción de Génesis 22, versículo 16, donde se dice que puesto que Abraham no perdonó a su hijo, Dios lo bendijo, corresponde con lo que dice Romanos 8, versículo 32, que Dios “no perdonó a su propio Hijo, antes le entregó por todos nosotros”. Además, la historia de Abraham e Isaac ocurrió en un monte, llamado Moriah. Isaac subió el monte cargando la leña, así como Jesucristo subió el monte Calvario cargando el madero de la cruz. También es interesante que en Génesis 22, 7-8, cuando Abraham e Isaac subían el monte, Isaac le preguntó a su padre dónde se encontraba el cordero que sería usado para el sacrificio. Abraham le respondió diciendo que “Dios proveerá el cordero para el holocausto”. Esto es otra clara prefigura de Jesucristo, el verdadero Cordero que Dios proveyó para la salvación del mundo.
Esto debería decirle a cualquier judío que Jesús es verdaderamente el Mesías. Su crucifixión y redención del mundo fueron prefiguradas en el plan salvífico de Dios desde un principio.
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