Fuera de la
Iglesia Católica No Hay Absolutamente Ninguna Salvación
Hno.
Pedro Dimond, O.S.B.
Listado de las
secciones
1.
La
Cátedra de Pedro sobre fuera de la
Iglesia no hay salvación
2.
Las
llaves de San Pedro y su fe infalible
·
La Cátedra de San Pedro dice la verdad que enseñó Cristo
mismo
3.
Se debe
creer en el dogma que una vez declaró la Santa Madre Iglesia
4.
Otros
Papas sobre fuera de la Iglesia no hay
salvación
5.
El
sacramento del bautismo es la única puerta de entrada a la Iglesia
6.
La única
Iglesia de los fieles
7.
La
sujeción a la Iglesia y al Romano Pontífice
8.
El
sacramento del bautismo es necesario para la salvación
9.
El agua
es necesaria para el bautismo y Juan 3, 5 es literal
10.
Los
infantes no se pueden salvar sin el bautismo
11.
Quienes
mueren en pecado original o pecado mortal descienden a los infiernos
12.
Hay un
solo bautismo, no tres
13.
El
Credo Atanasiano y No hay salvación para los miembros del islam, del
judaísmo y de las otras sectas no católicas, sean heréticas o cismáticas
·
La enseñanza católica específica contra el judaísmo
·
La enseñanza católica específica contra el islam
·
La enseñanza católica específica contra las sectas
protestantes y cismáticas
·
Referente a los niños miembros de las sectas no
católicas válidamente bautizados
14.
El
bautismo de deseo y el bautismo de sangre – Tradiciones erróneas de los hombres
·
Los Padres son unánimes desde el
principio sobre el bautismo de agua
·
La teoría del bautismo de sangre – una tradición del hombre
·
Las dos primeras declaraciones sobre el bautismo de
sangre
·
¿Santos no bautizados? – las Actas de los
Mártires
·
Los cuarenta mártires de Sebaste
·
San Albano y su guardia convertido
·
Resumiendo los hechos sobre el bautismo de sangre
·
La teoría del bautismo de deseo – una tradición del
hombre
·
San Gregorio Nacianceno y el Breviario Romano
·
La tradición litúrgica y la tradición
apostólica de la sepultura
·
El Concilio dogmático de Vienne (1311-1312)
·
Santo Tomás de Aquino rechazó la “ignorancia
invencible”
15.
El Papa
San León Magno termina el debate
·
El Papa
San León Magno declara infaliblemente que el agua del bautismo es inseparable
del espíritu de justificación
16.
Principales Objeciones
-
Sesión 6, cap. 4 del Concilio de
Trento
·
“Aut” antes
significaba “y” en el contexto de los
Concilios
·
Un email interesante sobre este pasaje de Trento
-
El dogma, el Papa
Pío IX y la ignorancia invencible
·
Singulari quadem (una alocución a los cardenales)
o
San Pablo, Padre Francisco de Vitoria, San Agustín y San
Próspero contra la ignorancia invencible.
·
Otros Papas y santos contra la ignorancia invencible
o
Papa Benedicto XIV, Papa San Pío X, Papa Paulo III, Papa
San Gregorio Magno, Padre Pierre-Jean De Smet, Papa Pelagio I, etc., contra de
la ignorancia invencible.
o
San Justino Mártir, Hechos de los Apóstoles, Epístolas de
San Pablo, San Ireneo, San Clemente, Tertuliano, etc., sobre la inmediata
diseminación del Evangelio
o
Hechos 2, 47: el Señor añadía
cada día a la Iglesia los que debían ser salvos
o
Evidencia antigua en China y en América del Norte y del
Sur
·
Salvación para los “invenciblemente ignorantes”
reducida a su principio absurdo
·
Jesucristo contra la ignorancia invencible
-
La objeción
“interpretación privada”
·
El Catecismo del Concilio de Trento
·
Sesión 7, can. 4 sobre los sacramentos – en realidad
refuta el bautismo de deseo como puede verse cuando se compara con otros
similares cánones dogmáticos
·
El Código de Derecho Canónico de 1917
·
El argumento de que el bautismo es imposible
para algunos recibirlo
·
¿Cómo puede ser que el bautismo de deseo sea
contrario al dogma cuando…?
·
El buen ladrón y los santos inocentes
·
La herejía “no se puede juzgar”
·
La herejía “subjetivo-objetivo”
·
La objeción “dentro pero no miembro” de Mons. Joseph Clifford Fenton
·
Las falsas apariciones de Bayside, Medjugorje,
entre otras
18.
La herejía
del alma de la Iglesia
19.
El
bautismo de deseo vs la enseñanza universal y constante de los teólogos
·
Tuas libenter y el llamado consentimiento común de los teólogos
·
Los mismos teólogos que ellos presentan refutan su
posición
·
Los teólogos son unánimes en que sólo los
bautizados en agua forman parte de la Iglesia
·
Los teólogos definen unánimemente a la
Iglesia católica como una unión de sacramentos
·
La
tradición universal sobre el bautismo afirmado incluso por los catecismo
heréticos modernos
·
El catecismo atribuido al Papa San Pío X
20.
Exultate Deo también termina la discusión
21.
El
Nuevo Testamento es claro en que el sacramento del bautismo es indispensable
para la salvación
·
El gran mandato: Mateo 18 y Marcos 16
·
Gálatas 3 – La fe es el bautismo
·
Tito 3, 5 – El bautismo nos salva
·
Hechos 2 y el primer sermón papal
·
Hechos 16 – el carcelero y su casa entera
son bautizados inmediatamente
·
1 Pedro 3, 20-21 – El bautismo de agua y el arca
22.
Otras
consideraciones de la Escritura
·
El
bautismo de Dios
·
Juan 3,
5 vs Juan 6, 54
23.
Toda
verdadera justicia y las causas de la justificación
·
Toda
verdadera justificación se encuentra en los sacramentos
·
Las
causas instrumentales y eficaces de la justificación
27.
El
Protocolo 122/49 (Suprema haec sacra)
28.
La
herejía antes del Vaticano II
29.
Mystici Corporis
30.
El Papa
Pío XII, el Padre Feeney y el dogma
33.
Una
nota para los que creen en el bautismo de deseo
34.
El
resultado degenerado de la herejía en contra de este dogma
·
Los errores del actual Centro San Benito
·
La Fraternidad Sacerdotal San Pío X (Contra las herejías; Carta abierta a los
católicos perplejos; Bombas de Tiempo del Segundo Concilio Vaticano; El obispo
Fellay dice que los hindúes se pueden salvar; El Bautismo de Deseo; ¿Es el
Feeneyismo Católico?)
·
El CMRI (Congregación de María Reina Inmaculada) y otros
sacerdotes
36.
Conclusión
Apéndice
·
La profesión de fe para los
conversos a la fe católica
INTRODUCCIÓN
El dogma fuera de
la Iglesia católica no hay salvación y la necesidad del sacramento del
bautismo, en realidad se pueden explicar en una página (véanse las
secciones 1 y 8). Esto es porque esta verdad es exactamente la misma como fue
definida por nuestro primer Papa:
“… en nombre de
Jesucristo Nazareno (…) En ningún otro hay salvación, pues ningún otro nombre se nos ha dado
bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos” (Hechos
4, 12).
No hay salvación fuera de Jesucristo y de la Iglesia
católica que es su cuerpo místico. Puesto que no hay entrada en la Iglesia
católica sin el sacramento del bautismo, esto significa que sólo se pueden
salvar los católicos bautizados que mueren en estado de gracia (y quienes se
hagan católicos bautizados y mueren en estado de gracia).
“El que no
permanece en mí es echado fuera, como el sarmiento y se seca, y los amontonan y
los arrojan al fuego para que ardan” (Juan 15, 6).
La única razón de por qué este documento que usted está viendo tiene
aproximadamente 300 páginas e investiga minuciosamente una variedad de
cuestiones, se debe simplemente a los
ataques casi incesantes en contra de estas verdades – y cómo casi todo el mundo
las niega en nuestros días –, las que, por lo demás, se expresan de manera tan
simple.
El lector advertirá que me he focalizado en contestar toda objeción
importante planteada contra el verdadero significado del dogma fuera de la Iglesia católica no hay
salvación y la necesidad del sacramento del bautismo, mientras que las
personas que escriben libros y artículos contra estas verdades, casi nunca
abordan ninguno de los argumentos de la enseñanza de la Iglesia que presentamos,
simplemente porque ellos no pueden refutar los hechos.
Algunos liberales que lean este documento objetarán que es “amargo” y
“falto de caridad”. Pero ello no es cierto. El “fundamento de la caridad es la
fe pura e inmaculada” (Papa Pío XI, Mortalium
animos, # 9). Las afirmaciones de este documento, relacionadas con el dogma
fuera de la Iglesia no hay salvación
son hechas con la intención de ser fiel a Jesucristo y a su verdad. Lo que
simplemente hace un católico es decirle a su prójimo la verdad sobre esta
cuestión, sin compromiso y porque él ama a su prójimo.
Papa Pío XI, Mortalium animos, # 9, 6 de enero de
1928: “Nadie, ciertamente, ignora que
San Juan, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece
descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar
continuamente a sus discípulos el nuevo precepto ‘Amaos unos a los otros’, prohibió
absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesaran, íntegra
y pura, la doctrina de Jesucristo: ‘Si alguno viene a vosotros y no
trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis’ (2 Juan
10)”.
Un católico que se rehúsa denunciar la herejía y a los herejes (cuando es
necesario) no está actuando caritativamente, más bien lo contrario, él está
faltando a la caridad.
Papa León XIII, Sapientiae christianae, # 14, 10 de
enero de 1890: “Pero cuando la necesidad apremia, no sólo deben guardar
incólume la fe los que mandan, sino que, como enseña Santo Tomás, ‘cada uno
esté obligado a propagar la fe delante de los otros, ya para instruir y
confirmar a los demás fieles, ya para reprimir la audacia de los infieles’.
Ceder el puesto al enemigo, o callar cuando de todas partes se levanta
incesante clamoreo para oprimir a la verdad, propio es, o de hombre cobarde, o
de quien duda estar en posesión de las verdades que profesa”.
El lector advertirá que cada sección de este libro se propone ser, en
general, completa en sí misma; es decir, se puede leer un capítulo individual
de este documento y encontrar las citas pertinentes de las enseñanzas de la
Iglesia sin tener que buscarlas en otra parte del documento.
Aliento vigorosamente al lector que lea por entero el documento porque
todos los temas tratados son importantes; pero, en mi opinión, las secciones más
importantes de este documento que el lector definitivamente no querrá omitir
son: 1-4, 6-8, 13-16, 18, 21, 24-27, 31-34.
El lector verá que las conclusiones formadas en este documento se basan
todas en la enseñanza infalible de la Cátedra de San Pedro. Por consiguiente,
aquellos que rechazan estos hechos, no están rechazando apenas mis opiniones;
ellos están rechazando las enseñanzas de la Cátedra de San Pedro (la enseñanza
dogmática de la Iglesia católica).
Papa Gregorio XVI, Mirari vos, #
13, 15 de agosto de 1832: “Si dice el Apóstol que hay un solo Dios, una sola
fe, un solo bautismo (Ef. 4, 5), entiendan, por lo tanto, los que piensan que
por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del
Salvador, están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo (Luc. 11, 23) y
que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual es indudable que perecerán
eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha
(Credo Atanasiano)”.
Hno. Pedro Dimond, O.S.B. (3 de mayo de 2004)
Segunda edición inglesa (30 de octubre de 2006)
Primera edición española (19 de septiembre de 2011)
1. La Cátedra de Pedro sobre fuera de
la Iglesia no hay salvación
Las siguientes declaraciones sobre el dogma fuera de la Iglesia católica no hay salvación provienen de la más
alta autoridad docente de la Iglesia católica. Se trata de decretos papales ex cathedra (decretos desde la Cátedra
de Pedro). Por lo tanto, constituyen la enseñanza entregada por Jesucristo a
los Apóstoles. Tales enseñanzas son inalterables y se clasifican como parte del
magisterio solemne (el magisterio extraordinario de la Iglesia católica).
Papa Inocencio III,
Cuarto Concilio de Letrán,
constitución 1, 1215, ex cathedra:
“Y una sola es la Iglesia universal de los
fieles, fuera de la cual absolutamente nadie se salva, y en ella el mismo
sacerdote es sacrificio, Jesucristo”[1].
Papa
Bonifacio VIII, Unam sanctam, 18 de
noviembre de 1302, ex cathedra:
“Por apremio de la
fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y santa Iglesia católica y la misma Apostólica, y
nosotros firmemente la creemos y simplemente la confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni
remisión de los pecados. (…) Ahora
bien, someterse al Romano Pontífice, lo declaramos, lo decimos, definimos y
pronunciamos como de toda necesidad de salvación para toda criatura humana”[2].
Papa Clemente V, Concilio de Vienne, decreto # 30,
1311-1312, ex cathedra: “Puesto que hay tanto para regulares y seglares,
para superiores y súbditos, para exentos y no exentos, una Iglesia universal, fuera de
la cual no hay salvación, puesto que para todos ellos hay un solo Señor, una fe, un bautismo…”[3].
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, sesión 8, 22 de
noviembre de 1439, ex cathedra: “Todo el
que quiera salvarse, ante todo es
menester que mantenga la fe católica; y el que no la guardare íntegra e
inviolada, sin duda perecerá para siempre”[4].
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Cantate Domino”,
1441, ex cathedra:
“[La Iglesia] Firmemente cree, profesa y
predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia católica, no sólo los
paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de
la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo
y sus ángeles (Mt. 25, 41), a no ser que antes de su muerte se uniere con ella;
y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia que sólo a
quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y
producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y
ejercicios de la milicia cristiana. Y
que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el
nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la
Iglesia católica”[5].
Papa León X, Quinto Concilio de Letrán, sesión 11, 19
de diciembre de 1516, ex cathedra: “Así que regulares y
seglares, prelados y súbditos, exentos y no exentos, pertenecen a una Iglesia universal, fuera de la cual
absolutamente nadie es salvo, y todos ellos tienen un Señor, una fe”[6].
Papa Pío IV, Concilio de Trento, “Iniunctum nobis”,
13 de noviembre de 1565, ex cathedra: “Esta verdadera fe católica, fuera
de la cual nadie puede salvarse, y que al presente espontáneamente
profeso y verazmente mantengo…”[7].
Papa Benedicto XIV,
Nuper ad nos, 16 de marzo de 1743,
Profesión de fe: “Esta fe de la Iglesia
católica, fuera de la cual nadie puede salvarse, y que motu proprio ahora
profeso y firmemente mantengo…”[8].
Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, sesión 2, Profesión
de fe, 1870, ex cathedra:
“Esta verdadera fe católica, fuera de la que
nadie puede ser salvo, que ahora voluntariamente profeso y verdaderamente
mantengo…”[9].
2. Las llaves de San Pedro y su fe infalible
Es un hecho de la historia, de la Escritura y de la tradición que nuestro
Señor Jesucristo fundó su Iglesia universal (la Iglesia católica) sobre San
Pedro.
Mateo 16, 18-19: “Y
yo te digo a ti que tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella. Y yo te daré las llaves del reino de los cielos,
y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la
tierra será desatado en los cielos”.
Nuestro Señor Jesucristo constituyó a San Pedro como el primer Papa, a él
le confió el rebaño entero, y le dio la suprema autoridad en la Iglesia
universal de Cristo.
Juan 21, 15-17: “Dijo Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo
de Juan, ¿me amas más que a éstos? Él le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí,
Señor, tú sabes que te amo. Jesús le
dijo: Apacienta mis ovejas. Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de
Juan, ¿me amas? Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntase: ¿Me
amas? Y le dijo: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas”.
Es por la suprema autoridad que nuestro Señor Jesucristo le confirió a San
Pedro (y a sus sucesores, los Papas) que viene lo que se llama la infalibilidad
papal. La infalibilidad papal es inseparable de la supremacía papal – no
tendría sentido que Cristo constituyera a San Pedro cabeza de su Iglesia (como
claramente hizo) si San Pedro y sus sucesores, los Papas, pudiesen errar cuando
ejercieran esa suprema autoridad para enseñar un punto de fe –. La suprema
autoridad debe ser infalible sobre materias vinculantes de fe y costumbres
(moral); de lo contrario, ésta no sería en absoluto la autoridad de Cristo.
La infalibilidad papal no significa que un Papa no pueda errar en absoluto
y no significa que un Papa no pueda perder su alma y condenarse al infierno por
pecado grave. Ella significa que los sucesores de San Pedro (los Papas de la
Iglesia católica) no pueden errar cuando enseñan autoritariamente sobre un
punto de fe o costumbres que debe ser aceptado por toda la Iglesia de Cristo.
Encontramos la promesa de la fe infalible para San Pedro y sus sucesores a la
que se refiere Cristo en Lucas 22.
Lucas 22, 31-32:
“Simón, Simón, Satanás os busca para zarandearos como trigo: pero yo he rogado por ti para que no
desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos”.
Satanás quería zarandear a todos los Apóstoles (plural) como al trigo, pero
Jesús rogó sólo por Simón Pedro (singular), para que su fe no desfallezca.
Jesús está diciendo que San Pedro y sus sucesores (los Papas de la Iglesia
católica) tienen una fe infalible cuando autoritativamente enseñan un punto de
fe o costumbres que debe ser creído por toda la Iglesia de Cristo.
Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, 1870, ex cathedra: “ASÍ, PUES, ESTE CARISMA DE LA VERDAD Y DE LA FE NUNCA DEFICIENTE,
FUE DIVINAMENTE CONFERIDO A PEDRO Y A SUS SUCESORES EN ESTA CÁTEDRA…”[10].
Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, 1870, ex cathedra: “Esta Sede de San Pedro permanece siempre intacta de todo error,
según la promesa de nuestro divino Salvador hecha al príncipe de sus
discípulos: Yo he rogado por ti, a fin de que no desfallezca tu fe…”[11].
Y esta verdad ha sido mantenida desde los primeros tiempos de la Iglesia
católica.
Papa San Gelasio I,
epístola 42 o decreto de recipiendis et
non recipiendis libris, 495: “Consiguientemente, la primera es la Sede del Apóstol Pedro, la de la
Iglesia romana, que no tiene mancha ni arruga ni cosa semejante (Ef. 5, 27)”[12].
La palabra “infalible” en realidad significa que “no puede errar” o
“indefectible”. Por consiguiente, el mismo término infalibilidad papal viene directamente de la promesa de Cristo a
San Pedro (y sus sucesores) en Lucas 22, esto es, que Pedro tiene una fe
indefectible. Si bien que esta verdad ha sido creída desde el comienzo de la
Iglesia, ella fue definida específicamente como dogma en el Primer Concilio
Vaticano en 1870.
Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, 1870, sesión 4,
cap. 4: “… el Romano Pontífice, cuando
habla ex cathedra – esto es,
cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define
por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres
debe ser sostenida por toda la Iglesia universal –, por la asistencia divina
que fue prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad que el Redentor divino quiso que
estuviera provista su Iglesia en la
definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por tanto, que las
definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el
consentimiento de la Iglesia”[13].
¿Pero cómo se puede saber cuándo un Papa usa su fe indefectible para
enseñar infaliblemente desde la Cátedra de Pedro? La respuesta es que lo
sabemos por las palabras que usa el Papa o por la manera que enseña. El
Concilio Vaticano I definió que deben cumplirse dos requisitos: 1) cuando el
Papa cumple su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos según su
suprema autoridad apostólica; 2) y enseña una doctrina sobre la fe o
costumbres que debe ser sostenida por toda la Iglesia de Cristo. Un Papa puede
cumplir estos dos requisitos en una sola línea, sea anatematizando una opinión
falsa (como en muchos concilios dogmáticos), o bien diciendo “Por nuestra
autoridad apostólica declaramos…” o bien diciendo “Creemos, profesamos,
enseñamos” o usando palabras de similar importancia y sentido, lo cual indica
que el Papa está enseñando sobre la fe, en una manera definitiva y obligatoria,
a toda la Iglesia.
Entonces, cuando un Papa enseña desde la Cátedra de Pedro de la manera
estipulada arriba, él no puede errar. Si él errase bajo esas condiciones,
entonces la Iglesia de Cristo estaría oficialmente guiando en el error, y la
promesa de Cristo a San Pedro y a su Iglesia defeccionaría (lo que es
imposible). Lo que se enseña desde la Cátedra de Pedro por los Papas de la
Iglesia católica es la enseñanza de Jesucristo mismo. Rechazar lo que es
enseñado desde la Cátedra de Pedro por los Papas de la Iglesia católica es la
enseñanza de Jesucristo mismo. Rechazar lo que es enseñado desde la Cátedra de
Pedro es, simplemente, desprecia a Jesucristo mismo.
Lucas 10, 16: “El
que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros desecha, a mí me
desecha…”.
Mateo 18, 17: “Si
los desoyere, comunícalo a la Iglesia, y si a la Iglesia desoye, sea para ti
como gentil y publicano”.
Papa León XIII, Satis cognitum, 1896: “Jesucristo
instituyó en la Iglesia un magisterio vivo, auténtico y además perpetuo, (…) pues si en cierto modo pudiera ser falso,
se seguiría de ello, lo cual es evidentemente absurdo, que Dios mismo sería el
autor del error de los hombres”[14].
LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO DICE LA VERDAD QUE ENSEÑÓ CRISTO MISMO
Las verdades de fe que han sido proclamadas por los Papas hablando
infaliblemente desde la Cátedra de Pedro se llaman dogmas. Los dogmas
constituyen lo que se llama el depósito de la fe. Y el depósito de la fe se
concluyó con la muerte del último de los Apóstoles.
Papa San Pío X,
decreto Lamentabili, contra los
errores del modernismo # 21: “La revelación que constituye el objeto de la fe
católica, no quedó completa con los Apóstoles”. – Condenado[15]
Esto significa que cuando un Papa define un dogma desde la Cátedra de
Pedro, él no hace que el dogma sea verdadero, sino más bien, él proclama
lo que ya es verdadero, lo que ya ha sido revelado por Cristo y entregado a
los Apóstoles. Por consiguiente, los dogmas son inmutables. Uno de estos
dogmas en el depósito de la fe es que fuera
de la Iglesia católica no hay salvación. Puesto que esta es la enseñanza de
Jesucristo, no está permitido disputar este dogma o cuestionarlo; uno
simplemente debe aceptarlo. No importa si a uno no le gusta el dogma, no
entiende el dogma, o no ve justicia en el
dogma. Si uno no lo acepta como verdad infalible, entonces simplemente uno
no acepta a Jesucristo, porque el dogma nos viene de Jesucristo.
Papa León XIII, Satis cognitum, # 9, 29 de junio de
1896: “… ¿puede ser permitido a alguien
rechazar alguna de esas verdades sin precipitarse abiertamente en la herejía,
sin separarse de la Iglesia y sin repudiar en conjunto toda la doctrina
cristiana? Pues tal es la naturaleza de la fe, que nada es más imposible
que creer esto y dejar de creer aquello. La Iglesia profesa efectivamente que la fe es ‘una virtud sobrenatural por la
que, bajo la inspiración y con el auxilio de la gracia de Dios, creemos que lo
que nos ha sido revelado por Él es verdadero; y lo creemos no a causa de la
verdad intrínseca de las cosas, vista con la luz natural de nuestra razón, sino
a causa de la autoridad de Dios mismo, que nos revela esas verdades y que no
puede engañarse ni engañarnos’ (Conc. Vat. I, ses. 3, cap. 3). (…) Al contrario, quien en un solo punto rehúsa
su asentimiento a las verdades divinamente reveladas, realmente abdica de toda
la fe, pues rehúsa someterse a Dios en cuanto a que es la soberana verdad y
el motivo propio de la fe”[16].
Los que se niegan creer en el dogma fuera
de la Iglesia no hay salvación porque no entienden cómo hay justicia en él, están negando su fe en la
revelación de Cristo. Los que tienen la verdadera fe en Cristo (y en su
Iglesia), primero aceptan su enseñanza y, segundo, entienden la verdad
que hay en ella (es decir, por qué es
verdadero). Un católico no retiene su creencia en la revelación de Cristo hasta
que él pueda entenderla. Esa es la mentalidad de un hereje que posee un orgullo
insufrible. San Anselmo resume la verdadera perspectiva católica sobre este
punto.
San Anselmo, doctor de la Iglesia, Prosologion,
cap. 1: “Porque no busco entender para
poder creer, sino que creo a fin de entender. Por esto también creo,
porque si no creyera, no entendería”[17].
Romanos 11, 33-34: “¡Oh profundidad
de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son
sus juicios e inescrutables sus caminos! Porque, ¿quién conoció el
pensamiento del Señor? O ¿quién fue su consejero? O ¿quién primero le dio, para
tener derecho a retribución?”.
Isaías 55, 8-9: “Porque no son mis
pensamientos vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos,
dice el Señor. Cuanto son los cielos más
altos que la tierra, tanto están mis caminos por encima de los vuestros, y
por encima de vuestros pensamientos”.
3. Se debe creer en el dogma que una vez
declaró la Santa Madre Iglesia
Sólo hay una sola manera de creer en el dogma: tal como la santa madre
Iglesia una vez lo ha declarado.
Papa Pío IX, Concilio Vaticano I,
sesión 3, cap. 2 sobre la revelación, 1870, ex
cathedra: “De ahí que también hay
que mantener perpetuamente aquel sentido de los sagrado dogmas que una vez
declaró la santa madre Iglesia y jamás hay que apartarse de ese
sentido so pretexto y nombre de una comprensión más profunda”[18].
Esta definición del Concilio Vaticano I es de vital importancia para la
pureza del dogma, porque la principal manera con que el diablo intenta
corromper las doctrinas de Cristo, es logrando que los hombres se aparten
de los dogmas de la Iglesia que una vez
han sido declarados. No hay un sentido de un dogma que no sea el que las palabras mismas dicen y declaran,
es por eso que el diablo intenta hacer que los hombres “comprendan” e
“interpreten” esas palabras de una manera que es diferente de cómo la santa
madre Iglesia los ha declarado.
Muchos de nosotros hemos tratado con personas que intentan explicar el
claro significado de las definiciones fuera
de la Iglesia no hay salvación diciendo, “usted debe entenderlos”. Lo que en realidad ellos quieren decir es que
usted tiene que entenderlos de una manera diferente
de lo que las palabras mismas dicen y declaran. Y esto es exactamente lo
que el Concilio Vaticano I condena. Él condena el alejarse de la
comprensión de un dogma a un significado diferente a como una vez lo ha
declarado la santa madre Iglesia, bajo el pretexto (falso) de una “comprensión
más profunda”.
Además de los que sostienen que hay que “entender” los dogmas de una manera
diferente de lo que las palabras dicen y declaran, hay quienes que, cuando se
les presentan las definiciones dogmáticas sobre fuera de la Iglesia no hay salvación, dicen, “esa es tú
interpretación”. Ellos desestiman las palabras de una fórmula dogmática a nada
más que una interpretación privada. Y esto también es herejía.
Papa San Pío X,
decreto Lamentabili contra los
errores del modernismo, 3 de julio de 1907, # 22: “Los dogmas que la Iglesia presenta como revelados, no son verdades
bajadas del cielo, sino una interpretación de hechos religiosos que la
mente humana se elaboró con trabajoso esfuerzo”. – Condenado[19]
Papa San Pío X,
decreto Lamentabili contra los
errores del modernismo, 3 de julio de 1907, # 54: “Los dogmas, los sacramentos, la jerarquía, tanto en su noción como en su realidad, no son sino interpretaciones
y desenvolvimientos de la inteligencia cristiana que por externos
acrecentamientos aumentaron y perfeccionaron el exiguo germen oculto en el
Evangelio”. – Condenado[20]
Los dogmas de la fe, como fuera de la
Iglesia no hay salvación, son
verdades bajadas del cielo; no son interpretaciones. Acusar a quien adhiere
fielmente a esas verdades bajadas del cielo de incurrir en una “interpretación
privada” es decir una herejía.
El propósito de una DEFINICIÓN dogmática es DEFINIR con precisión y exactitud lo que la Iglesia quiere decir
por las palabras mismas de la fórmula. Si no se hiciera esto por las palabras
mismas de la fórmula o del documento (como dicen los modernistas),
entonces ella fracasaría en su objetivo principal – el definir – y sería inútil
y sin valor.
El que dice que debemos interpretar o entender el significado de una
definición dogmática, de una manera que contradice su redacción real, niega
todo el propósito de la Cátedra de Pedro, de la infalibilidad papal y de las
definiciones dogmáticas. Él está afirmando que las definiciones dogmáticas son
inútiles, sin valor y fatuas, y que la Iglesia es inútil, sin valor y fatua por
hacer tal definición.
Además, los que dicen que las definiciones infalibles deben
interpretarse por declaraciones no infalibles (por ejemplo, los
teólogos, los catecismos, etc.) están negando todo el propósito de la Cátedra
de Pedro. Ellos están subordinando la enseñanza dogmática de la Cátedra de
Pedro (las verdades bajadas del cielo)
a la reevaluación de documentos falibles humanos, invirtiendo de ese modo su
autoridad, pervirtiendo su integridad y negando su propósito.
Papa Gregorio XVI, Mirari vos, # 7, 15 de agosto de 1832:
“… nada debe quitarse de cuanto ha sido definido, nada mudarse, nada añadirse, sino que debe conservarse puro, tanto en la palabra como en el sentido”[21].
Por lo tanto, no hay una interpretación “rigurosa” o “liberada” del dogma fuera de la Iglesia no hay salvación,
como les gusta decir a los liberales herejes; sólo debe entenderse como la
Iglesia lo ha una vez declarado.
4. Otros Papas sobre fuera de la Iglesia no hay salvación
Además de las declaraciones ex
cathedra (desde la Cátedra de Pedro) de los Papas, un católico también debe
creer lo que enseña la Iglesia católica como
divinamente revelado en su magisterio ordinario y universal, es decir,
en la autoridad docente de la Iglesia.
Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, sesión 3, cap. 3, ex cathedra: “Ahora bien, deben creerse con fe divina y católica
todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o
tradicional, y son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas, ora por
solemne juicio, ora por su ordinario y universal magisterio”[22].
La enseñanza del magisterio ordinario y universal consiste en las
doctrinas que los Papas proponen, por su enseñanza común y universal, y que
deben ser creídas por la Iglesia como
divinamente reveladas. Por ejemplo, en su magisterio común y universal,
aproximadamente unos diez Papas han denunciado como heréticos los conceptos de
libertad de conciencia y de culto por ser contrarios a la revelación. Un
católico no puede rechazar esa enseñanza. La enseñanza del magisterio ordinario
y universal nunca puede contradecir, por supuesto, la enseñanza de la Cátedra
de Pedro (las definiciones dogmáticas), puesto que ambas son infalibles. Por
consiguiente, el magisterio ordinario y universal en realidad no debe
considerarse en absoluto en lo que respecta al dogma fuera de la Iglesia no hay salvación, porque este dogma ha sido
definido desde la Cátedra de Pedro y nada en el magisterio ordinario y
universal podría contradecir la Cátedra de Pedro. Por lo tanto, téngase
cuidado con aquellos herejes que tratan de encontrar la manera de negar la
enseñanza dogmática sobre el dogma fuera
de la Iglesia no hay salvación llamándola como parte del “magisterio
ordinario y universal” – utilizando declaraciones falibles no
magisteriales que contradicen este dogma – cuando no lo son. Esta es una hábil
estratagema de los herejes.
Sin embargo, téngase en consideración las siguientes citas de diversos
Papas que reafirman el dogma fuera de la
Iglesia no hay salvación. Estas enseñanzas de los Papas son parte del
magisterio ordinario y universal – puesto que reiteran la enseñanza de la
Cátedra de Pedro sobre el dogma católico fuera
de la Iglesia no hay salvación –.
Papa San Gregorio Magno, citado en Summo
iugiter studio, 590-604: “La santa Iglesia universal enseña que no es
posible adorar verdaderamente a Dios excepto en ella, y asevera que todos
los que están fuera de ella no serán salvos”[23].
Papa Inocencio III, Eius exemplo,
18 de diciembre de 1208: “De corazón creemos y con la boca confesamos una sola
Iglesia, no de herejes, sino la santa, romana, católica y apostólica, fuera
de la cual creemos nadie se salva”[24].
Papa Clemente VI, Super quibusdam,
20 de septiembre de 1351: “En segundo lugar, preguntamos si creéis tú y los
armenios que te obedecen que ningún hombre viador podrá finalmente salvarse
fuera de la fe de la misma Iglesia y de la obediencia de los Romanos
Pontífices”[25].
Papa San Pío V, bula excomulgando a
la herética reina Isabel de Inglaterra, 25 de febrero de 1570: “La soberana
jurisdicción de la única Santa Iglesia Católica y Apostólica, fuera de la
cual no hay salvación, ha sido dada por Él [Jesucristo], a quien se le ha
dado todo el poder en el cielo y en la tierra, el Rey que reina en las alturas,
sino a una única persona sobre la faz de la tierra, a Pedro, el príncipe de los
Apóstoles. (…) Si alguno infringiese Nuestro decreto, Nos lo obligamos con el
mismo vínculo de anatema”[26].
Papa León XII, Ubi primum, #
14, 5 de mayo de 1824: “Es imposible que el Dios verdadero, que es la
Verdad misma, el mejor, el más sabio proveedor y el premiador de los buenos, apruebe
todas las sectas que profesan enseñanzas falsas que a menudo son
inconsistentes y contradictorias entre sí, y otorgue premios eternos a sus
miembros (…) porque por la fe divina confesamos un solo Señor, una sola fe,
un solo bautismo. (…) Por eso confesamos que no hay salvación fuera de la
Iglesia”[27].
Papa León XII, Quod hoc ineunte,
# 8, 24 de mayo de 1824: “Nos dirigimos a todos vosotros que todavía estáis
apartados de la verdadera Iglesia y del camino a la salvación. En este
júbilo universal, una cosa falta: que habiendo sido llamados por la inspiración
del Espíritu celestial y habiendo roto todo lazo decisivo, podáis estar de
acuerdo sinceramente con la Madre Iglesia, fuera de cuyas enseñanzas no hay
salvación”[28].
Papa Gregorio XVI, Mirari vos,
# 13, 15 de agosto de 1832: “Si dice el Apóstol que hay un solo Dios, una sola
fe, un solo bautismo (Ef. 4, 5), entiendan, por lo tanto, los que piensan que
por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del
Salvador, están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo (Luc. 11, 23) y
que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo
cual es indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no
la guardan íntegra y sin mancha (Credo Atanasiano)”[29].
Papa Gregorio XVI, Summo iugiter
studio, # 2, 27 de mayo de 1832:
“Finalmente, algunas de estas personas descarriadas intentan
persuadirse a sí mismos y a otros que los hombres no se salvan sólo en la
religión católica, sino que incluso los herejes pueden obtener la vida eterna”[30].
Papa Pío IX, Ubi primum, # 10,
17 de junio de 1847: “Puesto que hay una sola Iglesia universal fuera de la
cual absolutamente nadie se salva; ella contiene prelados regulares y
seculares junto con los que están bajo su jurisdicción, todos quienes
profesan un Señor, una fe y un bautismo”[31].
Papa Pío IX, Nostis et nobiscum,
# 10, 8 de diciembre de 1849: “En particular hay que procurar que los mismos
fieles tengan fijo en sus almas y profundamente grabado el dogma de nuestra
santa Religión de que es necesaria la fe católica para obtener la eterna
salvación. (Esta doctrina recibida de Cristo y enfatizada por los Padres y
Concilios, está contenida también en las fórmulas de profesión de fe usadas por
los católicos latinos, griegos y orientales)”[32].
Papa Pío IX, Syllabus de errores
modernos, 8 de diciembre de 1864, proposición 16: “Los hombres pueden
encontrar en el culto de cualquier religión el camino de la salvación eterna
y alcanzar la eterna salvación. – Condenada”[33].
Papa León XIII, Tametsi futura
prospicientibus, # 7, 1 de noviembre de 1900:
“Cristo es el ‘Camino’ del hombre; la Iglesia también es su ‘Camino’. (…)
De aquí que todos los que quieran encontrar la salvación fuera de la Iglesia
son descarriados y se esfuerzan en vano”[34].
Papa San Pío X, Iucunda sane, #
9, 12 de marzo de 1904: “Pero al mismo tiempo no podemos dejar recordar a
todos, grandes y pequeños, como lo hizo el Papa San Gregorio, de la
necesidad absoluta de recurrir a esta Iglesia para tener salvación eterna…”[35].
Papa San Pío X, Editae saepe, #
29, 26 de mayo de 1910: “La Iglesia sola posee junto con su magisterio
el poder de gobernar y santificar la sociedad humana. Por sus ministros y
sirvientes (cada uno en su propia posición y cargo), ella confiere sobre la
humanidad los medios apropiados y necesarios de salvación”[36].
Papa Pío XI, Mortalium animos,
# 11, 6 de enero de 1928: “Sólo la Iglesia católica es la que conserva
el culto verdadero. Ella es la fuente de la verdad, la morada de la fe, el
templo de Dios; quienquiera que en él no entre o de él salga, ha perdido la
esperanza de vida y de salvación”[37].
5. El sacramento del bautismo es la única
puerta de entrada a la Iglesia
La Iglesia católica siempre ha enseñado que la recepción del sacramento
del bautismo es la única vía para entrar a la Iglesia de Cristo, fuera de la
cual no hay salvación.
Papa Julio III, Concilio de Trento,
sobre los sacramentos del bautismo y de la penitencia, sesión 14, cap.
2, ex cathedra: “Por lo demás,
por muchas razones se ve que este sacramento [la penitencia] se diferencia del
bautismo. Porque, aparte de que la materia y la forma, que constituyen la
esencia del sacramento, están a larguísima distancia; consta ciertamente que el
ministro del bautismo no tiene que ser juez, como quiera que la Iglesia en
nadie ejerce juicio que no haya antes entrado en ella misma por la puerta del
bautismo. Porque ¿qué se me da a mí –
dice el Apóstol – de juzgar a los que
están fuera? (1 Cor. 5, 12). Otra cosa es que los domésticos de la fe, a
los que Cristo Señor, por el lavatorio del bautismo, los hizo una vez
‘miembros de su cuerpo’ (1 Cor. 12, 13)”[38].
Esta definición tiene particular significancia porque prueba que sólo por
el bautismo de agua es uno incorporado en el cuerpo de la Iglesia. La significancia de esto se volverá más clara
en las siguientes secciones, en donde se prueba qué tipo de pertenencia en el
cuerpo de la Iglesia es necesaria para la salvación.
Papa
Eugenio IV, Concilio de Florencia,
“Exultate Deo”, 22 de noviembre de 1439 ex
cathedra: “El primer lugar entre los sacramentos lo ocupa el
santo bautismo, que es la puerta de la vida espiritual pues por él nos
hacemos miembros de Cristo y del cuerpo de la Iglesia. Y habiendo por
el primer hombre entrado la muerte en todos, ‘si no renacemos por el agua y el
Espíritu’, como dice la Verdad, ‘no podemos entrar en el reino de los cielos’
(Juan 3, 5). La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural”[39].
Papa Pío XII, Mystici corporis,
# 22, 29 de junio de 1943: “Pero entre los miembros de la Iglesia, sólo se
han de contar de hecho los que recibieron las aguas regeneradoras del bautismo
y profesan la verdadera fe”[40].
Papa Pío XII, Mystici corporis,
# 27, 29 de junio de 1943: “Él (Cristo) también determinó que por el
bautismo (Juan 3, 5) los que creyeren serían incorporados en el cuerpo de la
Iglesia”[41].
Papa Pío XII, Mediator Dei, #
43, 20 de noviembre de 1947: “Así como el bautismo distingue a los
cristianos y los separa de aquellos que no han sido lavados en el agua
purificadora y no son miembros de Cristo, así el sacramento del orden
distingue a los sacerdotes de todos los demás cristianos no consagrados”[42].
6. La única Iglesia de los fieles
Papa
Inocencio III, Cuarto Concilio de Letrán,
constitución 1, 1215, ex cathedra:
“Y UNA SOLA ES LA IGLESIA UNIVERSAL
DE LOS FIELES, fuera de la cual absolutamente
nadie se salva, y en ella
el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo”[43].
La primera definición dogmática de la Cátedra de Pedro sobre fuera de la Iglesia no hay salvación
(del Papa Inocencio III) enseñó que la Iglesia católica es la única Iglesia “de
los fieles”, fuera de la cual absolutamente
nadie se salva. ¿Pero quiénes son “los fieles”? ¿Es posible considerar como
parte de “los fieles” a quien no ha recibido el bautismo? Si consultamos la
tradición católica, la respuesta es un rotundo “no”.
Como muchos de ustedes saben, la Misa católica se divide en dos partes:
la Misa de los catecúmenos (los que se están preparando para recibir el
bautismo) y la Misa de los fieles (los bautizados).
En la Iglesia primitiva, los catecúmenos aún no bautizados (es decir, los
que no habían recibido el sacramento del bautismo) tenían que salir una
vez terminada la Misa de los catecúmenos, que era en el momento en que los
fieles profesaban el Credo. A los no bautizados no se les permitía quedarse
en la Misa de los fieles, porque es sólo quien ha recibido el sacramento
del bautismo quien es miembro de los fieles. Esta es la enseñanza de
tradición.
Casimir Kucharek, La Liturgia
Bizantina-Eslava de San Juan Crisóstomo:
“En el canon 19 del Sínodo de Laodicea (343-381 d.C.), por ejemplo,
leemos: ‘Después de los sermones de los obispos, la oración por los catecúmenos
se dice primero por ellos; cuando los catecúmenos han salido, la oración
por los que hacen penitencia; y después de estás (…) deben ser ofrecidas las tres oraciones de los fieles…”[44].
Vemos aquí a la tradición afirmando, en el Sínodo de Laodicea del siglo
IV, que los catecúmenos sin bautizar tenían que salir de la liturgia antes que
empezara la Misa de los fieles. Y esta distinción entre la Misa de los
catecúmenos y la Misa de los fieles estaba establecida en los ritos antiguos de
la Iglesia católica. Es por eso que el P. Casimir Kucharek, en su gran obra
sobre La Liturgia Bizantina-Eslava de San
Juan Crisóstomo, dice que la liturgia de los catecúmenos está “presente
en todos los ritos…”[45]. En
otras palabras, todos los ritos católicos antiguos dan testimonio del
hecho que ninguna persona sin bautizar podía ser considerada como parte de los fieles ¡porque en todos se ordenaba que salieran los
catecúmenos sin bautizar antes que empezara la Misa de los fieles!
De aquí que el P. Casimir Kucharek escribe también:
“[San] Atanasio menciona que a ellos (los catecúmenos) no se les permitía
estar presente en los misterios, y Cirilo de Alejandría cuenta que tenían que
salir antes que empezaran las partes más solemnes del servicio”[46].
La Enciclopedia Católica reconoce la misma enseñanza de la tradición.
Enciclopedia Católica, “Fiel”, vol. 5, p. 769: “San Agustín (dice): ‘Pregúntale a un hombre: ¿eres cristiano? Si
es pagano o judío, responderá: No soy cristiano. Pero si dice: Soy cristiano,
pregúntale otra vez: ¿eres catecúmeno, o uno de los fieles?’”[47].
En el siglo tercero, el padre de la Iglesia primitiva Tertuliano, criticó
la costumbre de ciertos herejes que ignoraban esta distinción crucial entre los
sin bautizar y los fieles.
Enciclopedia Católica, “Catecúmeno”, vol. 3, p. 430: “Tertuliano
reprochaba a los herejes de ignorarlo; acerca de ellos, él dice, ‘quien no sabe quién es catecúmeno y quién es
fiel, todos por igual acuden [a los misterios], todos oyen los mismo discursos, y dicen las mismas oraciones”[48].
Finalmente, citaré una oración de la antigua liturgia bizantina-eslava de
San Juan Crisóstomo. La oración era recitada en la despedida de los catecúmenos
antes de la Misa de los fieles.
Liturgia bizantina-eslava de San Juan Crisóstomo, Despedida de los catecúmenos: “Oremos, los fieles, por los catecúmenos, que el Señor
tenga misericordia en ellos (…) Señor y Dios, Jesucristo, como salvador de la
humanidad: baja tu mirada sobre tus
siervos, los catecúmenos, que inclinan sus cabezas ante ti. A su debido
tiempo hazlos dignos de las aguas de la regeneración, del perdón de sus
pecados, y del manto de inmortalidad. Únelos a tu santa, católica, y apostólica
Iglesia, y cuéntalos entre tu rebaño escogido”[49].
Aquí vemos que el antiguo rito de la liturgia oriental de San Juan
Crisóstomo hace una notoria distinción entre los no bautizados (los
catecúmenos) y los fieles. Ella
confirma que los catecúmenos no bautizados no están entre los fieles, que no se les han perdonado sus pecados, ni se han
unido a la Iglesia católica. Los no bautizados no pertenecen a la única
Iglesia de los fieles. Esto es parte de la antigua fe católica. Y obviamente,
este hecho no prueba que sea parte de la antigua fe católica simplemente porque
un Padre de la antigua Iglesia lo haya dicho – ya que una declaración de un
Padre de la Iglesia antigua en particular no prueba esto definitivamente – sino
más bien se prueba porque los testimonios de los antedichos santos están en
perfecta armonía con la clara enseñanza del culto litúrgico católico, que hace
una distinción entre la Misa de los catecúmenos y la Misa de los fieles. Esta
es, por siguiente, la enseñanza y regla del culto católico de que ninguna
persona sin bautizar debe ser considerada parte de los fieles. Por esta razón desde el principio se les negaba la
sepultura cristiana – en todas partes en la Iglesia universal – a todos los que
morían sin el sacramento del bautismo.
Y porque esta era la regla universal de culto en la Iglesia católica,
ella era la expresión de la fe y de la tradición universal de la Iglesia
católica.
Papa Pío XI, Quas primas, # 12,
11 de diciembre de 1925: “En esta perpetua alabanza a Cristo Rey se descubre fácilmente
la armonía tan hermosa entre nuestro rito y el rito oriental, de modo que se ha
manifestado también en este caso el axioma: Legem
credendi lex statuit supplicandi. La ley de la oración constituye la ley
de la creencia”[50].
Por lo tanto, sería contrario a la tradición aseverar que una persona que
no haya recibido el sacramento del bautismo pertenece a los fieles.
San Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla y doctor de la Iglesia, Hom. In lo. 25, 3, siglo IV: “Porque
el catecúmeno es un extraño para los fieles (…) Uno tiene a Cristo por su
Rey; el otro al pecado y al diablo; la comida de uno es Cristo; la del otro,
esa carne que se corrompe y perece (…) Así es que nosotros no tenemos nada en
común, ¿en qué, dime, hemos de tener comunión? (…) Seamos diligentes para
hacernos ciudadanos de la ciudad de arriba (…) porque si viniere a pasar
(¡que Dios no lo quiera!) que por la súbita llegada de la muerte fallezcamos
como los no iniciados [no bautizados, aunque tuviéremos diez mil virtudes,
nuestra parte no será otra que el infierno, y el gusano venenoso, y el
fuego inextinguible, y el cautiverio eterno”.