Fuera de la Iglesia Católica No Hay Absolutamente Ninguna Salvación

 

Hno. Pedro Dimond, O.S.B.

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Listado de las secciones

 

Introducción

1.      La Cátedra de Pedro sobre fuera de la Iglesia no hay salvación

2.      Las llaves de San Pedro y su fe infalible

·         La Cátedra de San Pedro dice la verdad que enseñó Cristo mismo

3.      Se debe creer en el dogma que una vez declaró la Santa Madre Iglesia

4.      Otros Papas sobre fuera de la Iglesia no hay salvación

5.      El sacramento del bautismo es la única puerta de entrada a la Iglesia

6.      La única Iglesia de los fieles

7.      La sujeción a la Iglesia y al Romano Pontífice

8.      El sacramento del bautismo es necesario para la salvación

9.      El agua es necesaria para el bautismo y Juan 3, 5 es literal

10.        Los infantes no se pueden salvar sin el bautismo

11.        Quienes mueren en pecado original o pecado mortal descienden a los infiernos

12.        Hay un solo bautismo, no tres

13.        El Credo Atanasiano y No hay salvación para los miembros del islam, del judaísmo y de las otras sectas no católicas, sean heréticas o cismáticas

·         La enseñanza católica específica contra el judaísmo

·         La enseñanza católica específica contra el islam

·         La enseñanza católica específica contra las sectas protestantes y cismáticas

·         Referente a los niños miembros de las sectas no católicas válidamente bautizados

14.        El bautismo de deseo y el bautismo de sangre – Tradiciones erróneas de los hombres

·         Los Padres son unánimes desde el principio sobre el bautismo de agua

·         No todos los Padres se mantenían siempre consistentes con sus propias afirmaciones y la tradición universal sobre la necesidad absoluta del bautismo de agua

·         La teoría del bautismo de sangre – una tradición del hombre

·         Las dos primeras declaraciones sobre el bautismo de sangre

·         ¿Santos no bautizados? – las Actas de los Mártires

·         Los cuarenta mártires de Sebaste

·         Santa Emerenciana

·         San Albano y su guardia convertido

·         Resumiendo los hechos sobre el bautismo de sangre

·         Bautismos milagrosos

·         La teoría del bautismo de deseo – una tradición del hombre

·         San Agustín

·         San Ambrosio

·         San Gregorio Nacianceno y el Breviario Romano

·         San Juan Crisóstomo

·         La tradición litúrgica y la tradición apostólica de la sepultura

·         El Papa San Siricio

·         La Edad Media

·         San Bernardo

·         Santo Tomás de Aquino

·         El Concilio dogmático de Vienne (1311-1312)

·         Santo Tomás de Aquino rechazó la “ignorancia invencible”

15.        El Papa San León Magno termina el debate

·         El Papa San León Magno declara infaliblemente que el agua del bautismo es inseparable del espíritu de justificación

16.        Principales Objeciones

-     Sesión 6, cap. 4 del Concilio de Trento

·         Aut” antes significaba “y” en el contexto de los Concilios

·         Un email interesante sobre este pasaje de Trento

-     El dogma, el Papa Pío IX y la ignorancia invencible

·         ¿Qué hay del Papa Pío IX?

·         Singulari quadem (una alocución a los cardenales)

·         Quanto conficiamur moerore

·         La ignorancia invencible se convierte en una herejía destructiva,  borrando la necesidad de la fe católica en todo el mundo

o    San Pablo, Padre Francisco de Vitoria, San Agustín y San Próspero contra la ignorancia invencible.

·         Otros Papas y santos contra la ignorancia invencible

o   Papa Benedicto XIV, Papa San Pío X, Papa Paulo III, Papa San Gregorio Magno, Padre Pierre-Jean De Smet, Papa Pelagio I, etc., contra de la ignorancia invencible.

·         La Sagrada Escritura contra la ignorancia invencible y la evidencia de la inmediata diseminación del Evangelio en todo el mundo

o    San Justino Mártir, Hechos de los Apóstoles, Epístolas de San Pablo, San Ireneo, San Clemente, Tertuliano, etc., sobre la inmediata diseminación del Evangelio

o    Hechos 2, 47: el Señor añadía cada día a la Iglesia los que debían ser salvos

o    Evidencia antigua en China y en América del Norte y del Sur

·         Salvación para los “invenciblemente ignorantes” reducida a su principio absurdo

·         Jesucristo contra la ignorancia invencible

-     La objeción “interpretación privada”

17.        Algunas otras objeciones

·         El Catecismo del Concilio de Trento

·         Sesión 7, can. 4 sobre los sacramentos – en realidad refuta el bautismo de deseo como puede verse cuando se compara con otros similares cánones dogmáticos

·         El Papa Inocencio II

·         El Papa Inocencio III

·         San Alfonso de Ligorio

·         La enseñanza de Trento sobre la necesidad de la penitencia vs su enseñanza sobre la necesidad del bautismo

·         El argumento del silencio

·         El Código de Derecho Canónico de 1917

·         El argumento de que el bautismo es imposible para algunos recibirlo

·         Los errores de Miguel Bayo

·         ¿Cómo puede ser que el bautismo de deseo sea contrario al dogma cuando…?

·         Cornelio el centurión

·         El buen ladrón y los santos inocentes

·         La herejía “no se puede juzgar”

·         La herejía “subjetivo-objetivo”

·         La objeción “dentro pero no miembro” de Mons. Joseph Clifford Fenton

·         Las falsas apariciones de Bayside, Medjugorje, entre otras

·         El escapulario café

18.        La herejía del alma de la Iglesia

19.        El bautismo de deseo vs la enseñanza universal y constante de los teólogos

·         Tuas libenter y el llamado consentimiento común de los teólogos

·         Los mismos teólogos que ellos presentan refutan su posición

·         Los teólogos son unánimes en que sólo los bautizados en agua forman parte de la Iglesia

·         Los teólogos definen unánimemente a la Iglesia católica como una unión de sacramentos

·         La tradición universal sobre el bautismo afirmado incluso por los catecismo heréticos modernos

·         El catecismo de Baltimore

·         El catecismo atribuido al Papa San Pío X

20.        Exultate Deo también termina la discusión

21.        El Nuevo Testamento es claro en que el sacramento del bautismo es indispensable para la salvación

·         El gran mandato: Mateo 18 y Marcos 16

·         Romanos 5 y 6

·         1 Corintios 12 y 13

·         Gálatas 3 – La fe es el bautismo

·         Tito 3, 5 – El bautismo nos salva

·         Efesios 4, 5

·         Hechos 2 y el primer sermón papal

·         Hechos 16 – el carcelero y su casa entera son bautizados inmediatamente

·         1 Pedro 3, 20-21 – El bautismo de agua y el arca

22.        Otras consideraciones de la Escritura

·         El bautismo de Dios

·         Juan 3, 5 vs Juan 6, 54

23.        Toda verdadera justicia y las causas de la justificación

·         Toda verdadera justificación se encuentra en los sacramentos

·         Las causas instrumentales y eficaces de la justificación

24.        Los católicos deben creer y profesar que el sistema sacramental en su conjunto es necesario para la salvación (de fide)

25.        San Isaac Jogues y San Francisco Javier contra la ignorancia invencible y sobre la necesidad del bautismo

26.        El caso del Padre Feeney

27.        El Protocolo 122/49 (Suprema haec sacra)

28.        La herejía antes del Vaticano II

29.        Mystici Corporis

30.        El Papa Pío XII, el Padre Feeney y el dogma

31.        El veredicto está en: Boston lidera el camino en un escándalo masivo de sacerdotes que sacude a la nación

32.        Los herejes testifican

33.        Una nota para los que creen en el bautismo de deseo

34.        El resultado degenerado de la herejía en contra de este dogma

35.        Ataques recientes

·         Los errores del actual Centro San Benito

·         La Fraternidad Sacerdotal San Pío X (Contra las herejías; Carta abierta a los católicos perplejos; Bombas de Tiempo del Segundo Concilio Vaticano; El obispo Fellay dice que los hindúes se pueden salvar; El Bautismo de Deseo; ¿Es el Feeneyismo Católico?)

·         La Sociedad de San Pío V

·         El CMRI (Congregación de María Reina Inmaculada) y otros sacerdotes

36.        Conclusión

Apéndice

·         La forma del bautismo

·         La profesión de fe para los conversos a la fe católica

·         El credo Apostólico

Notas


 

INTRODUCCIÓN

 

El dogma fuera de la Iglesia católica no hay salvación y la necesidad del sacramento del bautismo, en realidad se pueden explicar en una página (véanse las secciones 1 y 8). Esto es porque esta verdad es exactamente la misma como fue definida por nuestro primer Papa:

 

“… en nombre de Jesucristo Nazareno (…) En ningún otro hay salvación, pues ningún otro nombre se nos ha dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos” (Hechos 4, 12).

 

No hay salvación fuera de Jesucristo y de la Iglesia católica que es su cuerpo místico. Puesto que no hay entrada en la Iglesia católica sin el sacramento del bautismo, esto significa que sólo se pueden salvar los católicos bautizados que mueren en estado de gracia (y quienes se hagan católicos bautizados y mueren en estado de gracia).

 

El que no permanece en mí es echado fuera, como el sarmiento y se seca, y los amontonan y los arrojan al fuego para que ardan” (Juan 15, 6).

 

La única razón de por qué este documento que usted está viendo tiene aproximadamente 300 páginas e investiga minuciosamente una variedad de cuestiones, se debe simplemente a los ataques casi incesantes en contra de estas verdades – y cómo casi todo el mundo las niega en nuestros días –, las que, por lo demás, se expresan de manera tan simple.

 

El lector advertirá que me he focalizado en contestar toda objeción importante planteada contra el verdadero significado del dogma fuera de la Iglesia católica no hay salvación y la necesidad del sacramento del bautismo, mientras que las personas que escriben libros y artículos contra estas verdades, casi nunca abordan ninguno de los argumentos de la enseñanza de la Iglesia que presentamos, simplemente porque ellos no pueden refutar los hechos.

 

Algunos liberales que lean este documento objetarán que es “amargo” y “falto de caridad”. Pero ello no es cierto. El “fundamento de la caridad es la fe pura e inmaculada” (Papa Pío XI, Mortalium animos, # 9). Las afirmaciones de este documento, relacionadas con el dogma fuera de la Iglesia no hay salvación son hechas con la intención de ser fiel a Jesucristo y a su verdad. Lo que simplemente hace un católico es decirle a su prójimo la verdad sobre esta cuestión, sin compromiso y porque él ama a su prójimo.

 

Papa Pío XI, Mortalium animos, # 9, 6 de enero de 1928: “Nadie, ciertamente, ignora que San Juan, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto ‘Amaos unos a los otros’, prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesaran, íntegra y pura, la doctrina de Jesucristo: ‘Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis’ (2 Juan 10)”.

 

Un católico que se rehúsa denunciar la herejía y a los herejes (cuando es necesario) no está actuando caritativamente, más bien lo contrario, él está faltando a la caridad.

 

Papa León XIII, Sapientiae christianae, # 14, 10 de enero de 1890: “Pero cuando la necesidad apremia, no sólo deben guardar incólume la fe los que mandan, sino que, como enseña Santo Tomás, ‘cada uno esté obligado a propagar la fe delante de los otros, ya para instruir y confirmar a los demás fieles, ya para reprimir la audacia de los infieles’. Ceder el puesto al enemigo, o callar cuando de todas partes se levanta incesante clamoreo para oprimir a la verdad, propio es, o de hombre cobarde, o de quien duda estar en posesión de las verdades que profesa”.

 

El lector advertirá que cada sección de este libro se propone ser, en general, completa en sí misma; es decir, se puede leer un capítulo individual de este documento y encontrar las citas pertinentes de las enseñanzas de la Iglesia sin tener que buscarlas en otra parte del documento.

 

Aliento vigorosamente al lector que lea por entero el documento porque todos los temas tratados son importantes; pero, en mi opinión, las secciones más importantes de este documento que el lector definitivamente no querrá omitir son: 1-4, 6-8, 13-16, 18, 21, 24-27, 31-34.

 

El lector verá que las conclusiones formadas en este documento se basan todas en la enseñanza infalible de la Cátedra de San Pedro. Por consiguiente, aquellos que rechazan estos hechos, no están rechazando apenas mis opiniones; ellos están rechazando las enseñanzas de la Cátedra de San Pedro (la enseñanza dogmática de la Iglesia católica).

 

Papa Gregorio XVI, Mirari vos, # 13, 15 de agosto de 1832: “Si dice el Apóstol que hay un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo (Ef. 4, 5), entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del Salvador, están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo (Luc. 11, 23) y que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual es indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha (Credo Atanasiano)”.

 

Hno. Pedro Dimond, O.S.B. (3 de mayo de 2004)

Segunda edición inglesa (30 de octubre de 2006)

Primera edición española (19 de septiembre de 2011)


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1. La Cátedra de Pedro sobre fuera de la Iglesia no hay salvación

 

Las siguientes declaraciones sobre el dogma fuera de la Iglesia católica no hay salvación provienen de la más alta autoridad docente de la Iglesia católica. Se trata de decretos papales ex cathedra (decretos desde la Cátedra de Pedro). Por lo tanto, constituyen la enseñanza entregada por Jesucristo a los Apóstoles. Tales enseñanzas son inalterables y se clasifican como parte del magisterio solemne (el magisterio extraordinario de la Iglesia católica).

 

Papa Inocencio III, Cuarto Concilio de Letrán, constitución 1, 1215, ex cathedra:

Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual absolutamente nadie se salva, y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo”[1].

 

Papa Bonifacio VIII, Unam sanctam, 18 de noviembre de 1302, ex cathedra:

“Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y santa Iglesia católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente la creemos y simplemente la confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni remisión de los pecados. (…) Ahora bien, someterse al Romano Pontífice, lo declaramos, lo decimos, definimos y pronunciamos como de toda necesidad de salvación para toda criatura humana[2].

 

Papa Clemente V, Concilio de Vienne, decreto # 30, 1311-1312, ex cathedra: “Puesto que hay tanto para regulares y seglares, para superiores y súbditos, para exentos y no exentos, una Iglesia universal, fuera de la cual no hay salvación, puesto que para todos ellos hay un solo Señor, una fe, un bautismo…”[3].

 

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, sesión 8, 22 de noviembre de 1439, ex cathedra: “Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe católica; y el que no la guardare íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre[4].

 

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Cantate Domino”, 1441, ex cathedra:

[La Iglesia] Firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia católica, no sólo los paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y sus ángeles (Mt. 25, 41), a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia católica[5].

 

Papa León X, Quinto Concilio de Letrán, sesión 11, 19 de diciembre de 1516, ex cathedra: “Así que regulares y seglares, prelados y súbditos, exentos y no exentos, pertenecen a una Iglesia universal, fuera de la cual absolutamente nadie es salvo, y todos ellos tienen un Señor, una fe[6].

 

Papa Pío IV, Concilio de Trento, “Iniunctum nobis”, 13 de noviembre de 1565, ex cathedra: “Esta verdadera fe católica, fuera de la cual nadie puede salvarse, y que al presente espontáneamente profeso y verazmente mantengo…”[7].

 

Papa Benedicto XIV, Nuper ad nos, 16 de marzo de 1743, Profesión de fe: “Esta fe de la Iglesia católica, fuera de la cual nadie puede salvarse, y que motu proprio ahora profeso y firmemente mantengo…”[8].

 

Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, sesión 2, Profesión de fe, 1870, ex cathedra:

Esta verdadera fe católica, fuera de la que nadie puede ser salvo, que ahora voluntariamente profeso y verdaderamente mantengo…”[9].

 

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2. Las llaves de San Pedro y su fe infalible

 

Es un hecho de la historia, de la Escritura y de la tradición que nuestro Señor Jesucristo fundó su Iglesia universal (la Iglesia católica) sobre San Pedro.

 

Mateo 16, 18-19: “Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos”.

 

Nuestro Señor Jesucristo constituyó a San Pedro como el primer Papa, a él le confió el rebaño entero, y le dio la suprema autoridad en la Iglesia universal de Cristo.

 

Juan 21, 15-17: “Dijo Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que a éstos? Él le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis corderos. Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntase: ¿Me amas? Y le dijo: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas”.

 

Es por la suprema autoridad que nuestro Señor Jesucristo le confirió a San Pedro (y a sus sucesores, los Papas) que viene lo que se llama la infalibilidad papal. La infalibilidad papal es inseparable de la supremacía papal – no tendría sentido que Cristo constituyera a San Pedro cabeza de su Iglesia (como claramente hizo) si San Pedro y sus sucesores, los Papas, pudiesen errar cuando ejercieran esa suprema autoridad para enseñar un punto de fe –. La suprema autoridad debe ser infalible sobre materias vinculantes de fe y costumbres (moral); de lo contrario, ésta no sería en absoluto la autoridad de Cristo.

 

La infalibilidad papal no significa que un Papa no pueda errar en absoluto y no significa que un Papa no pueda perder su alma y condenarse al infierno por pecado grave. Ella significa que los sucesores de San Pedro (los Papas de la Iglesia católica) no pueden errar cuando enseñan autoritariamente sobre un punto de fe o costumbres que debe ser aceptado por toda la Iglesia de Cristo. Encontramos la promesa de la fe infalible para San Pedro y sus sucesores a la que se refiere Cristo en Lucas 22.

 

Lucas 22, 31-32: “Simón, Simón, Satanás os busca para zarandearos como trigo: pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos”.

 

Satanás quería zarandear a todos los Apóstoles (plural) como al trigo, pero Jesús rogó sólo por Simón Pedro (singular), para que su fe no desfallezca. Jesús está diciendo que San Pedro y sus sucesores (los Papas de la Iglesia católica) tienen una fe infalible cuando autoritativamente enseñan un punto de fe o costumbres que debe ser creído por toda la Iglesia de Cristo.

 

Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, 1870, ex cathedra: “ASÍ, PUES, ESTE CARISMA DE LA VERDAD Y DE LA FE NUNCA DEFICIENTE, FUE DIVINAMENTE CONFERIDO A PEDRO Y A SUS SUCESORES EN ESTA CÁTEDRA…”[10].

 

Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, 1870, ex cathedra: “Esta Sede de San Pedro permanece siempre intacta de todo error, según la promesa de nuestro divino Salvador hecha al príncipe de sus discípulos: Yo he rogado por ti, a fin de que no desfallezca tu fe…”[11].

 

Y esta verdad ha sido mantenida desde los primeros tiempos de la Iglesia católica.

 

Papa San Gelasio I, epístola 42 o decreto de recipiendis et non recipiendis libris, 495: “Consiguientemente, la primera es la Sede del Apóstol Pedro, la de la Iglesia romana, que no tiene mancha ni arruga ni cosa semejante (Ef. 5, 27)”[12].

 

La palabra “infalible” en realidad significa que “no puede errar” o “indefectible”. Por consiguiente, el mismo término infalibilidad papal viene directamente de la promesa de Cristo a San Pedro (y sus sucesores) en Lucas 22, esto es, que Pedro tiene una fe indefectible. Si bien que esta verdad ha sido creída desde el comienzo de la Iglesia, ella fue definida específicamente como dogma en el Primer Concilio Vaticano en 1870.

 

Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, 1870, sesión 4, cap. 4: “… el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra – esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por toda la Iglesia universal –, por la asistencia divina que fue prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia[13].

 

¿Pero cómo se puede saber cuándo un Papa usa su fe indefectible para enseñar infaliblemente desde la Cátedra de Pedro? La respuesta es que lo sabemos por las palabras que usa el Papa o por la manera que enseña. El Concilio Vaticano I definió que deben cumplirse dos requisitos: 1) cuando el Papa cumple su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos según su suprema autoridad apostólica; 2) y enseña una doctrina sobre la fe o costumbres que debe ser sostenida por toda la Iglesia de Cristo. Un Papa puede cumplir estos dos requisitos en una sola línea, sea anatematizando una opinión falsa (como en muchos concilios dogmáticos), o bien diciendo “Por nuestra autoridad apostólica declaramos…” o bien diciendo “Creemos, profesamos, enseñamos” o usando palabras de similar importancia y sentido, lo cual indica que el Papa está enseñando sobre la fe, en una manera definitiva y obligatoria, a toda la Iglesia.

 

Entonces, cuando un Papa enseña desde la Cátedra de Pedro de la manera estipulada arriba, él no puede errar. Si él errase bajo esas condiciones, entonces la Iglesia de Cristo estaría oficialmente guiando en el error, y la promesa de Cristo a San Pedro y a su Iglesia defeccionaría (lo que es imposible). Lo que se enseña desde la Cátedra de Pedro por los Papas de la Iglesia católica es la enseñanza de Jesucristo mismo. Rechazar lo que es enseñado desde la Cátedra de Pedro por los Papas de la Iglesia católica es la enseñanza de Jesucristo mismo. Rechazar lo que es enseñado desde la Cátedra de Pedro es, simplemente, desprecia a Jesucristo mismo.

 

Lucas 10, 16: “El que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros desecha, a mí me desecha…”.

 

Mateo 18, 17: “Si los desoyere, comunícalo a la Iglesia, y si a la Iglesia desoye, sea para ti como gentil y publicano”.

 

Papa León XIII, Satis cognitum, 1896: “Jesucristo instituyó en la Iglesia un magisterio vivo, auténtico y además perpetuo, (…) pues si en cierto modo pudiera ser falso, se seguiría de ello, lo cual es evidentemente absurdo, que Dios mismo sería el autor del error de los hombres[14].

 

LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO DICE LA VERDAD QUE ENSEÑÓ CRISTO MISMO

 

Las verdades de fe que han sido proclamadas por los Papas hablando infaliblemente desde la Cátedra de Pedro se llaman dogmas. Los dogmas constituyen lo que se llama el depósito de la fe. Y el depósito de la fe se concluyó con la muerte del último de los Apóstoles.

 

Papa San Pío X, decreto Lamentabili, contra los errores del modernismo # 21: “La revelación que constituye el objeto de la fe católica, no quedó completa con los Apóstoles”. – Condenado[15]

 

Esto significa que cuando un Papa define un dogma desde la Cátedra de Pedro, él no hace que el dogma sea verdadero, sino más bien, él proclama lo que ya es verdadero, lo que ya ha sido revelado por Cristo y entregado a los Apóstoles. Por consiguiente, los dogmas son inmutables. Uno de estos dogmas en el depósito de la fe es que fuera de la Iglesia católica no hay salvación. Puesto que esta es la enseñanza de Jesucristo, no está permitido disputar este dogma o cuestionarlo; uno simplemente debe aceptarlo. No importa si a uno no le gusta el dogma, no entiende el dogma, o no ve justicia en el dogma. Si uno no lo acepta como verdad infalible, entonces simplemente uno no acepta a Jesucristo, porque el dogma nos viene de Jesucristo.

 

Papa León XIII, Satis cognitum, # 9, 29 de junio de 1896: “… ¿puede ser permitido a alguien rechazar alguna de esas verdades sin precipitarse abiertamente en la herejía, sin separarse de la Iglesia y sin repudiar en conjunto toda la doctrina cristiana? Pues tal es la naturaleza de la fe, que nada es más imposible que creer esto y dejar de creer aquello. La Iglesia profesa efectivamente que la fe es ‘una virtud sobrenatural por la que, bajo la inspiración y con el auxilio de la gracia de Dios, creemos que lo que nos ha sido revelado por Él es verdadero; y lo creemos no a causa de la verdad intrínseca de las cosas, vista con la luz natural de nuestra razón, sino a causa de la autoridad de Dios mismo, que nos revela esas verdades y que no puede engañarse ni engañarnos’ (Conc. Vat. I, ses. 3, cap. 3). (…) Al contrario, quien en un solo punto rehúsa su asentimiento a las verdades divinamente reveladas, realmente abdica de toda la fe, pues rehúsa someterse a Dios en cuanto a que es la soberana verdad y el motivo propio de la fe[16].

 

Los que se niegan creer en el dogma fuera de la Iglesia no hay salvación porque no entienden cómo hay justicia en él, están negando su fe en la revelación de Cristo. Los que tienen la verdadera fe en Cristo (y en su Iglesia), primero aceptan su enseñanza y, segundo, entienden la verdad que hay en ella (es decir, por qué es verdadero). Un católico no retiene su creencia en la revelación de Cristo hasta que él pueda entenderla. Esa es la mentalidad de un hereje que posee un orgullo insufrible. San Anselmo resume la verdadera perspectiva católica sobre este punto.

 

San Anselmo, doctor de la Iglesia, Prosologion, cap. 1: “Porque no busco entender para poder creer, sino que creo a fin de entender. Por esto también creo, porque si no creyera, no entendería[17].

 

Romanos 11, 33-34: “¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Porque, ¿quién conoció el pensamiento del Señor? O ¿quién fue su consejero? O ¿quién primero le dio, para tener derecho a retribución?”.

 

Isaías 55, 8-9: “Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos, dice el Señor. Cuanto son los cielos más altos que la tierra, tanto están mis caminos por encima de los vuestros, y por encima de vuestros pensamientos”.

 

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3. Se debe creer en el dogma que una vez declaró la Santa Madre Iglesia

 

Sólo hay una sola manera de creer en el dogma: tal como la santa madre Iglesia una vez lo ha declarado.

 

Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, sesión 3, cap. 2 sobre la revelación, 1870, ex cathedra: “De ahí que también hay que mantener perpetuamente aquel sentido de los sagrado dogmas que una vez declaró la santa madre Iglesia y jamás hay que apartarse de ese sentido so pretexto y nombre de una comprensión más profunda[18].

 

Esta definición del Concilio Vaticano I es de vital importancia para la pureza del dogma, porque la principal manera con que el diablo intenta corromper las doctrinas de Cristo, es logrando que los hombres se aparten de los dogmas de la Iglesia que una vez han sido declarados. No hay un sentido de un dogma que no sea el que las palabras mismas dicen y declaran, es por eso que el diablo intenta hacer que los hombres “comprendan” e “interpreten” esas palabras de una manera que es diferente de cómo la santa madre Iglesia los ha declarado.

 

Muchos de nosotros hemos tratado con personas que intentan explicar el claro significado de las definiciones fuera de la Iglesia no hay salvación diciendo, “usted debe entenderlos”. Lo que en realidad ellos quieren decir es que usted tiene que entenderlos de una manera diferente de lo que las palabras mismas dicen y declaran. Y esto es exactamente lo que el Concilio Vaticano I condena. Él condena el alejarse de la comprensión de un dogma a un significado diferente a como una vez lo ha declarado la santa madre Iglesia, bajo el pretexto (falso) de una “comprensión más profunda”.

 

Además de los que sostienen que hay que “entender” los dogmas de una manera diferente de lo que las palabras dicen y declaran, hay quienes que, cuando se les presentan las definiciones dogmáticas sobre fuera de la Iglesia no hay salvación, dicen, “esa es tú interpretación”. Ellos desestiman las palabras de una fórmula dogmática a nada más que una interpretación privada. Y esto también es herejía.

 

Papa San Pío X, decreto Lamentabili contra los errores del modernismo, 3 de julio de 1907, # 22: “Los dogmas que la Iglesia presenta como revelados, no son verdades bajadas del cielo, sino una interpretación de hechos religiosos que la mente humana se elaboró con trabajoso esfuerzo”. – Condenado[19]

 

Papa San Pío X, decreto Lamentabili contra los errores del modernismo, 3 de julio de 1907, # 54: “Los dogmas, los sacramentos, la jerarquía, tanto en su noción como en su realidad, no son sino interpretaciones y desenvolvimientos de la inteligencia cristiana que por externos acrecentamientos aumentaron y perfeccionaron el exiguo germen oculto en el Evangelio”. – Condenado[20]

 

Los dogmas de la fe, como fuera de la Iglesia no hay salvación, son verdades bajadas del cielo; no son interpretaciones. Acusar a quien adhiere fielmente a esas verdades bajadas del cielo de incurrir en una “interpretación privada” es decir una herejía.

 

El propósito de una DEFINICIÓN dogmática es DEFINIR con precisión y exactitud lo que la Iglesia quiere decir por las palabras mismas de la fórmula. Si no se hiciera esto por las palabras mismas de la fórmula o del documento (como dicen los modernistas), entonces ella fracasaría en su objetivo principal – el definir – y sería inútil y sin valor.

 

El que dice que debemos interpretar o entender el significado de una definición dogmática, de una manera que contradice su redacción real, niega todo el propósito de la Cátedra de Pedro, de la infalibilidad papal y de las definiciones dogmáticas. Él está afirmando que las definiciones dogmáticas son inútiles, sin valor y fatuas, y que la Iglesia es inútil, sin valor y fatua por hacer tal definición.

 

Además, los que dicen que las definiciones infalibles deben interpretarse por declaraciones no infalibles (por ejemplo, los teólogos, los catecismos, etc.) están negando todo el propósito de la Cátedra de Pedro. Ellos están subordinando la enseñanza dogmática de la Cátedra de Pedro (las verdades bajadas del cielo) a la reevaluación de documentos falibles humanos, invirtiendo de ese modo su autoridad, pervirtiendo su integridad y negando su propósito.

 

Papa Gregorio XVI, Mirari vos, # 7, 15 de agosto de 1832: “… nada debe quitarse de cuanto ha sido definido, nada mudarse, nada añadirse, sino que debe conservarse puro, tanto en la palabra como en el sentido[21].

 

Por lo tanto, no hay una interpretación “rigurosa” o “liberada” del dogma fuera de la Iglesia no hay salvación, como les gusta decir a los liberales herejes; sólo debe entenderse como la Iglesia lo ha una vez declarado.

 

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4. Otros Papas sobre fuera de la Iglesia no hay salvación

 

Además de las declaraciones ex cathedra (desde la Cátedra de Pedro) de los Papas, un católico también debe creer lo que enseña la Iglesia católica como divinamente revelado en su magisterio ordinario y universal, es decir, en la autoridad docente de la Iglesia.

 

Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, sesión 3, cap. 3, ex cathedra: “Ahora bien, deben creerse con fe divina y católica todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o tradicional, y son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas, ora por solemne juicio, ora por su ordinario y universal magisterio”[22].

 

La enseñanza del magisterio ordinario y universal consiste en las doctrinas que los Papas proponen, por su enseñanza común y universal, y que deben ser creídas por la Iglesia como divinamente reveladas. Por ejemplo, en su magisterio común y universal, aproximadamente unos diez Papas han denunciado como heréticos los conceptos de libertad de conciencia y de culto por ser contrarios a la revelación. Un católico no puede rechazar esa enseñanza. La enseñanza del magisterio ordinario y universal nunca puede contradecir, por supuesto, la enseñanza de la Cátedra de Pedro (las definiciones dogmáticas), puesto que ambas son infalibles. Por consiguiente, el magisterio ordinario y universal en realidad no debe considerarse en absoluto en lo que respecta al dogma fuera de la Iglesia no hay salvación, porque este dogma ha sido definido desde la Cátedra de Pedro y nada en el magisterio ordinario y universal podría contradecir la Cátedra de Pedro. Por lo tanto, téngase cuidado con aquellos herejes que tratan de encontrar la manera de negar la enseñanza dogmática sobre el dogma fuera de la Iglesia no hay salvación llamándola como parte del “magisterio ordinario y universal” – utilizando declaraciones falibles no magisteriales que contradicen este dogma – cuando no lo son. Esta es una hábil estratagema de los herejes.

 

Sin embargo, téngase en consideración las siguientes citas de diversos Papas que reafirman el dogma fuera de la Iglesia no hay salvación. Estas enseñanzas de los Papas son parte del magisterio ordinario y universal – puesto que reiteran la enseñanza de la Cátedra de Pedro sobre el dogma católico fuera de la Iglesia no hay salvación –.

 

Papa San Gregorio Magno, citado en Summo iugiter studio, 590-604: “La santa Iglesia universal enseña que no es posible adorar verdaderamente a Dios excepto en ella, y asevera que todos los que están fuera de ella no serán salvos[23].

 

Papa Inocencio III, Eius exemplo, 18 de diciembre de 1208: “De corazón creemos y con la boca confesamos una sola Iglesia, no de herejes, sino la santa, romana, católica y apostólica, fuera de la cual creemos nadie se salva[24].

 

Papa Clemente VI, Super quibusdam, 20 de septiembre de 1351: “En segundo lugar, preguntamos si creéis tú y los armenios que te obedecen que ningún hombre viador podrá finalmente salvarse fuera de la fe de la misma Iglesia y de la obediencia de los Romanos Pontífices”[25].

 

Papa San Pío V, bula excomulgando a la herética reina Isabel de Inglaterra, 25 de febrero de 1570: “La soberana jurisdicción de la única Santa Iglesia Católica y Apostólica, fuera de la cual no hay salvación, ha sido dada por Él [Jesucristo], a quien se le ha dado todo el poder en el cielo y en la tierra, el Rey que reina en las alturas, sino a una única persona sobre la faz de la tierra, a Pedro, el príncipe de los Apóstoles. (…) Si alguno infringiese Nuestro decreto, Nos lo obligamos con el mismo vínculo de anatema”[26].

 

Papa León XII, Ubi primum, # 14, 5 de mayo de 1824: “Es imposible que el Dios verdadero, que es la Verdad misma, el mejor, el más sabio proveedor y el premiador de los buenos, apruebe todas las sectas que profesan enseñanzas falsas que a menudo son inconsistentes y contradictorias entre sí, y otorgue premios eternos a sus miembros (…) porque por la fe divina confesamos un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. (…) Por eso confesamos que no hay salvación fuera de la Iglesia[27].

 

Papa León XII, Quod hoc ineunte, # 8, 24 de mayo de 1824: “Nos dirigimos a todos vosotros que todavía estáis apartados de la verdadera Iglesia y del camino a la salvación. En este júbilo universal, una cosa falta: que habiendo sido llamados por la inspiración del Espíritu celestial y habiendo roto todo lazo decisivo, podáis estar de acuerdo sinceramente con la Madre Iglesia, fuera de cuyas enseñanzas no hay salvación[28].

 

Papa Gregorio XVI, Mirari vos, # 13, 15 de agosto de 1832: “Si dice el Apóstol que hay un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo (Ef. 4, 5), entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del Salvador, están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo (Luc. 11, 23) y que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual es indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha (Credo Atanasiano)[29].

 

Papa Gregorio XVI, Summo iugiter studio, # 2, 27 de mayo de 1832:

Finalmente, algunas de estas personas descarriadas intentan persuadirse a sí mismos y a otros que los hombres no se salvan sólo en la religión católica, sino que incluso los herejes pueden obtener la vida eterna[30].

 

Papa Pío IX, Ubi primum, # 10, 17 de junio de 1847: “Puesto que hay una sola Iglesia universal fuera de la cual absolutamente nadie se salva; ella contiene prelados regulares y seculares junto con los que están bajo su jurisdicción, todos quienes profesan un Señor, una fe y un bautismo[31].

 

Papa Pío IX, Nostis et nobiscum, # 10, 8 de diciembre de 1849: “En particular hay que procurar que los mismos fieles tengan fijo en sus almas y profundamente grabado el dogma de nuestra santa Religión de que es necesaria la fe católica para obtener la eterna salvación. (Esta doctrina recibida de Cristo y enfatizada por los Padres y Concilios, está contenida también en las fórmulas de profesión de fe usadas por los católicos latinos, griegos y orientales)”[32].

 

Papa Pío IX, Syllabus de errores modernos, 8 de diciembre de 1864, proposición 16: “Los hombres pueden encontrar en el culto de cualquier religión el camino de la salvación eterna y alcanzar la eterna salvación. – Condenada[33].

 

Papa León XIII, Tametsi futura prospicientibus, # 7, 1 de noviembre de 1900:

“Cristo es el ‘Camino’ del hombre; la Iglesia también es su ‘Camino’. (…) De aquí que todos los que quieran encontrar la salvación fuera de la Iglesia son descarriados y se esfuerzan en vano[34].

 

Papa San Pío X, Iucunda sane, # 9, 12 de marzo de 1904: “Pero al mismo tiempo no podemos dejar recordar a todos, grandes y pequeños, como lo hizo el Papa San Gregorio, de la necesidad absoluta de recurrir a esta Iglesia para tener salvación eterna…”[35].

 

Papa San Pío X, Editae saepe, # 29, 26 de mayo de 1910: “La Iglesia sola posee junto con su magisterio el poder de gobernar y santificar la sociedad humana. Por sus ministros y sirvientes (cada uno en su propia posición y cargo), ella confiere sobre la humanidad los medios apropiados y necesarios de salvación[36].

 

Papa Pío XI, Mortalium animos, # 11, 6 de enero de 1928: “Sólo la Iglesia católica es la que conserva el culto verdadero. Ella es la fuente de la verdad, la morada de la fe, el templo de Dios; quienquiera que en él no entre o de él salga, ha perdido la esperanza de vida y de salvación[37].

 

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5. El sacramento del bautismo es la única puerta de entrada a la Iglesia

 

La Iglesia católica siempre ha enseñado que la recepción del sacramento del bautismo es la única vía para entrar a la Iglesia de Cristo, fuera de la cual no hay salvación.

 

Papa Julio III, Concilio de Trento, sobre los sacramentos del bautismo y de la penitencia, sesión 14, cap. 2, ex cathedra: “Por lo demás, por muchas razones se ve que este sacramento [la penitencia] se diferencia del bautismo. Porque, aparte de que la materia y la forma, que constituyen la esencia del sacramento, están a larguísima distancia; consta ciertamente que el ministro del bautismo no tiene que ser juez, como quiera que la Iglesia en nadie ejerce juicio que no haya antes entrado en ella misma por la puerta del bautismo. Porque ¿qué se me da a mí – dice el Apóstol – de juzgar a los que están fuera? (1 Cor. 5, 12). Otra cosa es que los domésticos de la fe, a los que Cristo Señor, por el lavatorio del bautismo, los hizo una vez ‘miembros de su cuerpo’ (1 Cor. 12, 13)[38].

 

Esta definición tiene particular significancia porque prueba que sólo por el bautismo de agua es uno incorporado en el cuerpo de la Iglesia. La significancia de esto se volverá más clara en las siguientes secciones, en donde se prueba qué tipo de pertenencia en el cuerpo de la Iglesia es necesaria para la salvación.

 

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Exultate Deo”, 22 de noviembre de 1439 ex cathedra: “El primer lugar entre los sacramentos lo ocupa el santo bautismo, que es la puerta de la vida espiritual pues por él nos hacemos miembros de Cristo y del cuerpo de la Iglesia. Y habiendo por el primer hombre entrado la muerte en todos, ‘si no renacemos por el agua y el Espíritu’, como dice la Verdad, ‘no podemos entrar en el reino de los cielos’ (Juan 3, 5). La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural”[39].

 

Papa Pío XII, Mystici corporis, # 22, 29 de junio de 1943: “Pero entre los miembros de la Iglesia, sólo se han de contar de hecho los que recibieron las aguas regeneradoras del bautismo y profesan la verdadera fe[40].

 

Papa Pío XII, Mystici corporis, # 27, 29 de junio de 1943: “Él (Cristo) también determinó que por el bautismo (Juan 3, 5) los que creyeren serían incorporados en el cuerpo de la Iglesia[41].

 

Papa Pío XII, Mediator Dei, # 43, 20 de noviembre de 1947: “Así como el bautismo distingue a los cristianos y los separa de aquellos que no han sido lavados en el agua purificadora y no son miembros de Cristo, así el sacramento del orden distingue a los sacerdotes de todos los demás cristianos no consagrados”[42].

 

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6. La única Iglesia de los fieles

 

Papa Inocencio III, Cuarto Concilio de Letrán, constitución 1, 1215, ex cathedra: “Y UNA SOLA ES LA IGLESIA UNIVERSAL DE LOS FIELES, fuera de la cual absolutamente nadie se salva, y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo”[43].

 

La primera definición dogmática de la Cátedra de Pedro sobre fuera de la Iglesia no hay salvación (del Papa Inocencio III) enseñó que la Iglesia católica es la única Iglesia “de los fieles”, fuera de la cual absolutamente nadie se salva. ¿Pero quiénes son “los fieles”? ¿Es posible considerar como parte de “los fieles” a quien no ha recibido el bautismo? Si consultamos la tradición católica, la respuesta es un rotundo “no”.

 

Como muchos de ustedes saben, la Misa católica se divide en dos partes: la Misa de los catecúmenos (los que se están preparando para recibir el bautismo) y la Misa de los fieles (los bautizados).

 

En la Iglesia primitiva, los catecúmenos aún no bautizados (es decir, los que no habían recibido el sacramento del bautismo) tenían que salir una vez terminada la Misa de los catecúmenos, que era en el momento en que los fieles profesaban el Credo. A los no bautizados no se les permitía quedarse en la Misa de los fieles, porque es sólo quien ha recibido el sacramento del bautismo quien es miembro de los fieles. Esta es la enseñanza de tradición.

 

Casimir Kucharek, La Liturgia Bizantina-Eslava de San Juan Crisóstomo:

“En el canon 19 del Sínodo de Laodicea (343-381 d.C.), por ejemplo, leemos: ‘Después de los sermones de los obispos, la oración por los catecúmenos se dice primero por ellos; cuando los catecúmenos han salido, la oración por los que hacen penitencia; y después de estás (…) deben ser ofrecidas las tres oraciones de los fieles…”[44].

 

Vemos aquí a la tradición afirmando, en el Sínodo de Laodicea del siglo IV, que los catecúmenos sin bautizar tenían que salir de la liturgia antes que empezara la Misa de los fieles. Y esta distinción entre la Misa de los catecúmenos y la Misa de los fieles estaba establecida en los ritos antiguos de la Iglesia católica. Es por eso que el P. Casimir Kucharek, en su gran obra sobre La Liturgia Bizantina-Eslava de San Juan Crisóstomo, dice que la liturgia de los catecúmenos está “presente en todos los ritos…”[45]. En otras palabras, todos los ritos católicos antiguos dan testimonio del hecho que ninguna persona sin bautizar podía ser considerada como parte de los fieles ¡porque en todos se ordenaba que salieran los catecúmenos sin bautizar antes que empezara la Misa de los fieles!

 

De aquí que el P. Casimir Kucharek escribe también:

 

“[San] Atanasio menciona que a ellos (los catecúmenos) no se les permitía estar presente en los misterios, y Cirilo de Alejandría cuenta que tenían que salir antes que empezaran las partes más solemnes del servicio”[46].

 

La Enciclopedia Católica reconoce la misma enseñanza de la tradición.

 

Enciclopedia Católica, “Fiel”, vol. 5, p. 769: “San Agustín (dice): ‘Pregúntale a un hombre: ¿eres cristiano? Si es pagano o judío, responderá: No soy cristiano. Pero si dice: Soy cristiano, pregúntale otra vez: ¿eres catecúmeno, o uno de los fieles?’”[47].

 

En el siglo tercero, el padre de la Iglesia primitiva Tertuliano, criticó la costumbre de ciertos herejes que ignoraban esta distinción crucial entre los sin bautizar y los fieles.

 

Enciclopedia Católica, “Catecúmeno”, vol. 3, p. 430: “Tertuliano reprochaba a los herejes de ignorarlo; acerca de ellos, él dice, ‘quien no sabe quién es catecúmeno y quién es fiel, todos por igual acuden [a los misterios], todos oyen los mismo discursos, y dicen las mismas oraciones[48].

 

Finalmente, citaré una oración de la antigua liturgia bizantina-eslava de San Juan Crisóstomo. La oración era recitada en la despedida de los catecúmenos antes de la Misa de los fieles.

 

Liturgia bizantina-eslava de San Juan Crisóstomo, Despedida de los catecúmenos: “Oremos, los fieles, por los catecúmenos, que el Señor tenga misericordia en ellos (…) Señor y Dios, Jesucristo, como salvador de la humanidad: baja tu mirada sobre tus siervos, los catecúmenos, que inclinan sus cabezas ante ti. A su debido tiempo hazlos dignos de las aguas de la regeneración, del perdón de sus pecados, y del manto de inmortalidad. Únelos a tu santa, católica, y apostólica Iglesia, y cuéntalos entre tu rebaño escogido[49].

 

Aquí vemos que el antiguo rito de la liturgia oriental de San Juan Crisóstomo hace una notoria distinción entre los no bautizados (los catecúmenos) y los fieles. Ella confirma que los catecúmenos no bautizados no están entre los fieles, que no se les han perdonado sus pecados, ni se han unido a la Iglesia católica. Los no bautizados no pertenecen a la única Iglesia de los fieles. Esto es parte de la antigua fe católica. Y obviamente, este hecho no prueba que sea parte de la antigua fe católica simplemente porque un Padre de la antigua Iglesia lo haya dicho – ya que una declaración de un Padre de la Iglesia antigua en particular no prueba esto definitivamente – sino más bien se prueba porque los testimonios de los antedichos santos están en perfecta armonía con la clara enseñanza del culto litúrgico católico, que hace una distinción entre la Misa de los catecúmenos y la Misa de los fieles. Esta es, por siguiente, la enseñanza y regla del culto católico de que ninguna persona sin bautizar debe ser considerada parte de los fieles. Por esta razón desde el principio se les negaba la sepultura cristiana – en todas partes en la Iglesia universal – a todos los que morían sin el sacramento del bautismo.

 

Y porque esta era la regla universal de culto en la Iglesia católica, ella era la expresión de la fe y de la tradición universal de la Iglesia católica.

 

Papa Pío XI, Quas primas, # 12, 11 de diciembre de 1925: “En esta perpetua alabanza a Cristo Rey se descubre fácilmente la armonía tan hermosa entre nuestro rito y el rito oriental, de modo que se ha manifestado también en este caso el axioma: Legem credendi lex statuit supplicandi. La ley de la oración constituye la ley de la creencia[50].

 

Por lo tanto, sería contrario a la tradición aseverar que una persona que no haya recibido el sacramento del bautismo pertenece a los fieles.

 

San Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla y doctor de la Iglesia, Hom. In lo. 25, 3, siglo IV: “Porque el catecúmeno es un extraño para los fieles (…) Uno tiene a Cristo por su Rey; el otro al pecado y al diablo; la comida de uno es Cristo; la del otro, esa carne que se corrompe y perece (…) Así es que nosotros no tenemos nada en común, ¿en qué, dime, hemos de tener comunión? (…) Seamos diligentes para hacernos ciudadanos de la ciudad de arriba (…) porque si viniere a pasar (¡que Dios no lo quiera!) que por la súbita llegada de la muerte fallezcamos como los no iniciados [no bautizados, aunque tuviéremos diez mil virtudes, nuestra parte no será otra que el infierno, y el gusano venenoso, y el fuego inextinguible, y el cautiverio eterno”.